viernes, 28 de junio de 2019

Principiante

(Imagen extraída de la red Internet)

Las aguas hacen honor al nombre de su océano con una calma que sobrecoge, de tal modo que parece que la embarcación patinara sobre un gigantesco espejo horizontal donde se reflejan los más bellos tonos plateados, esmeraldas y turquesas, según qué pasatiempo utilicen las nubes para distraer al Sol en cada ocasión. Consecuencia: por momentos me engaño al imaginar que estoy navegando por placer; aunque mi sensatez, con un quiebro certero, me recuerda que no es así.
En verdad, esta placidez me desconcierta, sospecho que en cualquier instante pueda saltar la sorpresa en forma de algún otro nuevo y notable susto... Dos puntos. Imploro al Cielo para que lo impida, pues le temo al mar embravecido casi tanto como a una posible nueva versión de mí mismo.
***
Acabamos de llegar a destino, la pantalla no miente, y el hormigueo en el estómago, compañero durante la travesía completa, amenaza ahora con desquiciar mi sistema nervioso. Para tranquilizarme, rememoro el viaje reconociendo que ha habido suerte, que no puedo quejarme del trayecto. Además, las modernas técnicas de navegación facilitan el trabajo de manera considerable incluso a marinos tan inexpertos como yo. Y aquí estoy, en este pequeño barco, a más de 1700 km al este de Nueva Zelanda, rodeado de agua hasta donde me alcanza la vista en cada uno de los 360 grados que recorro no sin cierta inquietud. Así, permaneceré anclado en pleno Pacífico Sur los próximos siete días, al final de los cuales se cumple el plazo que me he dado antes de dar por finiquitado mi retiro voluntario.
***
En estos tiempos todo está en la red de redes, y al menor indicio de duda o problema acudimos a ella en busca de consejo o solución. Presuroso, eso hice después del incidente, pues antes yo no creía… Dos puntos. Y a la única solución con algo de lógica me aferré tras descartar las demás por descabelladas. Va a ser una semana larga, lo sé, pero el esfuerzo habrá merecido la pena si cuando termine resulta que es verdad, que mi «contratiempo» se resuelve tal y como prometían.
¿Que si tengo fe en que funcione…?, no sabría qué responder; al menos, de momento, parece que el asunto no va a más, y ello me procura un atisbo de optimismo.
Pero contaba con que las horas no transcurrirían a la misma velocidad con que se agotan las provisiones, unas provisiones que traje por partida doble, y por desgracia no me equivoqué. Deberé tener cuidado si no quiero desfallecer antes de que pase lo que sea que tenga que pasar.

*****

He rebasado el ecuador de mi tiempo de aislamiento y algunas cosas han cambiado. Las aguas han olvidado su quietud y amenazan con no respetar a nada ni a nadie. Se avecina tormenta ―pienso en voz tan alta que incluso creo percibir asentimiento en el graznido del albatros que nos sobrevuela huyendo hacia el sur―; y llega.
En su tiranía, las aguas obligan a su convidado a una danza violenta que provoca que emerjan desde la bodega crujidos de madera junto con otros lamentos sordos. Aunque no me transmite menos intranquilidad sentir cómo aumenta por momentos esa presión en mis encías que creía dormida. El escaso optimismo que mantenía se va desmadejando poco a poco sin remedio y la fisura que amenazaba con rasgar el casco cambia de objetivo y acaba haciéndolo en mi esperanza; intuyo con terror que he dejado atrás mi particular «punto de no retorno».
***
En este trance todos mis pensamientos giran alrededor de aquel maldito suceso, también esta obsesión por vestir con cuello alto que comenzó al poco de mi primera visita al castillo, cuando fui incapaz de recuperar los recuerdos de una buena parte de la misma y me descubrí los… Dos puntos. También esta dichosa tensión en los cuatro caninos.
Espero que la sangre no llegue al río, pienso, y rompo en carcajadas nerviosas al percatarme de la magnitud de mi pensamiento, con su doble sentido, con su sinsentido...

*****

Ahora que el escenario es inexorable, asumo que, al igual que en los que traje conmigo, pronto tampoco contemplaré mi reflejo en el espejo gigante que ha vuelto a aparecer debajo del casco. Ha amainado el temporal. A pesar de ello, sigo oyendo ruidos provenientes de la bodega, y a cada instante que pasa su frecuencia e intensidad aumentan. No son sino la confirmación de que se habrá pasado, antes del tiempo que preví, el efecto de la droga que le suministré a mi «plan B», al desdichado que ya estará digiriendo, supongo, el destino que le espera, el de los... Dos puntos. Escapa a la razón, lo sé, pero alguien tiró una moneda al aire y salió cruz, cruz para los dos…
La Luna Llena luce magnífica esta noche; es parte del encanto de este entorno, y lo disfruto a sabiendas de cuál es mi destino; a pesar de saber lo cruel que llegará a ser.
Sí, mi destino dictó su sentencia coincidiendo con mi segunda e indagadora visita: es ya muy tarde para él, nunca debió merodear solo por los alrededores del Castillo de Bran, una fortaleza que por requerimiento del dichoso consejo ―para contrarrestar el mal, y anularlo, huir de inmediato lo más lejos posible, acuciaba mi «plan A»―, se encuentra justo en las antípodas de este lugar donde en breve, tan excitado como cualquier principiante, tatuaré con su sangre mis primeros… dos puntos.

© Patxi Hinojosa Luján
(28/06/2019)

jueves, 13 de junio de 2019

La mejor


En "Esta Noche Te Cuento" (ENTC) buscaban relatos con menos de 200 palabras inspirados en esta magnífica foto de Annie Leibovitz, que capta una mueca exagerada de Cate Blanchett. Un servidor colaboró con el siguiente texto:

La mejor

Siempre fuiste como una madre para mí, lo sabes bien. Me protegiste, me cuidaste, me guiaste, me allanaste el camino. Tú, siempre tan recta, tan formal, tan perfecta… Mas he de confesarte que si por ello alguna vez pudiera haber tenido la tentación de querer parecerme a ti, ese deseo hubiera desaparecido hoy de un plumazo.
Verás, podía pasarte que fueras tan maravillosa porque lo eras sin intentar sustituir a mamá en mi corazón, y eso me mantenía serena; pero lo de esta tarde…
No contabas con que estuviera en casa, claro; aceptarás que la profesora del taller de teatro tenga derecho a enfermar... Te decía que he vuelto a casa antes de que tú llegaras del trabajo. Me ha extrañado que no hicieras ruido alguno y he salido de mi habitación a ver: ensayabas frente al espejo y he comprobado con horror que lo has conseguido, que has superado a nuestra madre en esa mueca de burla que sacaba a pasear frente a mis debilidades; sí, esa que tanto me enfadaba y que yo nunca fui capaz ni de garabatear. A ti, hermanita, hoy te ha salido perfecta.
También en esto tenías que ser la mejor, ¿verdad?

© Patxi Hinojosa Luján
(22/04/2018)

El cofre del tesoro


En "Esta Noche Te Cuento" (ENTC) buscaban relatos con menos de 200 palabras inspirados en esta foto de René Maltête. Un servidor colaboró con el siguiente texto:

El cofre del tesoro

Te preguntarás qué aire me ha dado para garabatearte estas líneas con mis torpes manos. El suyo no es sino el segundo tipo de torpeza que las ha propiciado, porque te confesaré que ayer me dio por husmear en la cajita nacarada que te regalé en nuestro séptimo aniversario, donde ocultas tus secretos, después de que una vocecita me provocara desde su interior…
Cuando intenté ver lo que contenía, me temblaron las manos más de lo habitual y se me cayeron al suelo varias fotografías. Al recogerlas, me llamó la atención una que no había visto en mi vida, donde sin embargo estaba yo con cuarenta años menos; calculo que sería más o menos de la época en que nos conocimos. En ella destacaba un tapiz, que estaba aireándose en mi balcón, con una imagen incompleta enlazando su contorno con mi perfil al sobresalir yo por encima de él.
Ahora entiendo, por fin, lo de los inusuales nombres que propusiste para que nos identificáramos con ellos desde el principio. Por eso, pirata Jack, cierra ya tu cofre del tesoro y escóndelo para que no vuelva a encontrarlo; después búscame en nuestro mirador, tu sirena estará esperándote de nuevo…

© Patxi Hinojosa Luján
(14/03/2018)

Imaginando


En "Esta Noche Te Cuento" (ENTC) buscaban relatos con menos de 200 palabras inspirados en esta foto de Tom Waterhouse. Un servidor colaboró con el siguiente texto:

Imaginando

Yo ya sé que a quién le debo todo. Esto es algo que tengo bien claro desde que aparezco en cuanto ellos me imaginan; por eso nunca pienso que me puedan abandonar dejándome así, como hoy, en tan incómoda posición.
La mía es una postura imposible que él, en una especie de burla perversa, intenta imitar mientras abandona la escena huyendo bajo un suave sirimiri que tiñe de húmeda tristeza el recuerdo de lo que ya nunca más será; desconoce que, un fotograma después, una pequeña balsa de agua va a hacer que resbale yendo a perder algo más que su digna porte en ella. Pero eso no pertenece a este relato y yo me quedo inmóvil, oscura, sabedora de que ya di mi último paso, a la espera de que el tiempo en su transcurrir se alíe con vientos y desidias, y llegue el día en que ya no quede rastro de mí en la pared y pueda, al fin, olvidarme de esta molesta tortícolis imaginando que algún otro artista me imagine, quién sabe si esta vez en colores, para variar, y que yo no necesite imaginar pedruscos que bien podrían desnucar a alguien tras un resbalón inoportuno...

© Patxi Hinojosa Luján
(23/01/2018)

Alivio


En "Esta Noche Te Cuento" (ENTC) buscaban 100 relatos de 200 palabras inspirados en esta fotografía de Thomas Hoepker. Un servidor colaboró con el siguiente texto:

Alivio

Hoy he vuelto a fracasar, me doy por vencido. Dicen que no se puede ganar siempre; matizaría que hacerlo, aunque fuera una sola vez, no estaría de más.
Estoy cansado, necesito un café cargado antes de regresar a casa solo. La cafetería tiene buena pinta. Entro. Me dirijo a una mesa libre que incluye prensa. Mientras espero al camarero, echo una ojeada al mostrador y en ese instante se me para el corazón. Consigo reiniciarlo tosiendo con violencia y me concentro en la escena. Estás ahí, en esa concurrida barra, con la mirada perdida de costado. Veo tu cara en blanco y negro en contraste con tu figura, enfundada en ese disfraz multicolor. Eres tú, un par de decepciones mayor, y unas lágrimas que creía extinguidas aparecen por mi rostro yendo a mojar el periódico. Lo cojo y me parapeto detrás de él esperanzado; al contemplarte me sumerjo en tu tristeza, que siempre será la mía, porque hacer reír nunca garantizó felicidad, ¿no es cierto?
Entonces suspiro hondo, aliviado al fin, pues tu mirada carece ahora de aquella carga de soberbia con que te dirigiste a nosotros cuando juraste desaparecer para siempre y no seguir jamás mi vocación de payaso.

© Patxi Hinojosa Luján
(10/01/2018)

Gateando


(Imagen extraída de la red Internet)
Este texto supuso mi colaboración con ENTC («Esta noche te cuento») en enero de 2017.

Gateando  

Estos días son más cortos, grises, fríos, húmedos y tristes de lo que mi bienestar demanda. No lo recordaba de otros años, pero es cierto que la gente está más ruidosa que de costumbre. Aunque lo que en verdad me preocupa es que mi inquilino dedica menos tiempo del habitual a prestarme atención; en todo caso, creo que lo mantendré de momento en la nómina de mi universo, supongo que en breve todo volverá a la normalidad y que recuperará el comportamiento que espero de él.
Es ya muy tarde. Hoy volverá, si vuelve, bien entrada la madrugada; menos mal para él que me dejó preparada comida y bebida y mi espacio privado recogido y limpio.
Oigo ruidos en la escalera que me han despertado, se aproximan a la puerta; noto cómo intentan abrirla: es él, seguro.
En efecto, lo es. A la par que la puerta se abre después de varios intentos, su cuerpo se deja caer al suelo, en un intento de amortiguar y minimizar el inevitable golpe. Me ve y pronuncia algo ininteligible para cualquier ser vivo mientras pretende acercárseme.
Es extraño, yo soy el gato pero es él, mi humano, el que está, con torpeza, gateando.

© Patxi Hinojosa Luján
(04/01/2017)