martes, 9 de julio de 2019

Ansiedad


Antes de abrir la puerta cierra los ojos; es poco más que un pestañeo. Busca alejar su ansiedad para evitar enfrentarse a una nueva versión de la misma.
Ya había estado dentro antes. De aquí se sale ―intenta calmarse―, aunque no consigue olvidar los malos tragos pasados allí, y lo hace tragando saliva, como si quisiera adelantar trabajo y allanar el tortuoso camino.  
Recuerda los instantes previos, cuando notó cómo esa sensación gélida salía huyendo por debajo de la puerta y se enroscaba alrededor de sus temblorosas piernas bajo las perneras de sus pantalones.
Acaban de llamarle, ahora debe entrar. Cierra la puerta tras de sí dejándose fuera su escasa seguridad.

―Buenas tardes ―saluda su nerviosismo, pues son las diez de la mañana―. Perdone mi atrevimiento, pero, ¿podrían «bajar» un poco el aire acondicionado, por favor?

La mujer hace un gesto casi imperceptible a su ayudante, que se apresura a subir dos grados el termostato, y otro a él que, obediente, se sienta.

Se la ha imaginado tantas veces cogiendo algo de una bandeja, girándose hacia él, dirigiendo el foco de luz hacia su cara, empapada de sudor gélido…

Intenta no apartar la vista de la puerta, en este momento la puerta más inaccesible del mundo a sus ojos; ansía poder atravesarla de nuevo, mas esta vez en sentido contrario, aunque aún falte lo peor.

…, mientras presiona con suavidad el émbolo de una jeringuilla apuntando a un costado para expulsar el poco aire que pudiera contener.

―Y ahora, procure tranquilizarse. ¿Qué muela me dijo…?

© Patxi Hinojosa Luján
(09/07/2019)