domingo, 22 de diciembre de 2019

Desarrimando

(Imagen extraída de la red Internet)

(Soneto fecho «casi» al itálico modo del siglo XIII)

Tus ojos verde mar destilan pasión
Dudando si encarar su ruta letal
Intuyo tensión, desenlace fatal
Aunque fracaso al no frenar tu intención

Ensayando la huida sin decisión
A otra estrofa salto en caída brutal
De bruces me doy con tu esencia vital
Quedando al pie de la capitulación

Y entre dos versos, iluso, me escondo
Infravalorando así tus poderes
Mas sintiendo tu aliento me desfondo

Y me animo con un «no desesperes»
Porque confío en ver en lo más hondo
De tu prisión arlequín mis ayeres

© Patxi Hinojosa Luján
(22/12/2019)

lunes, 2 de diciembre de 2019

Horizontes - Cuarto (y último) Acto

Escena I

Todos los personajes están sentados en torno a una mesa en el comedor del restaurante de Jaime, él incluido; ya están terminando de cenar.

Evita: Estaba todo delicioso, como de costumbre; a ver con qué exquisitez nos sorprenden en la guinda del plato final. (Y dirigiéndose a Claire) Entonces, Claire, decías que esta cena está ya pagada pero que no podremos saber hasta los postres por quién, ni si está sentado o no a esta mesa, ¡qué misterio! (Dirigiéndose ahora a Jaime) ¿Es así, Jaime, está todo pagado? (Jaime asiente); bien, ya se acerca el momento, ¡qué nervios!

Lucena: Y al final, ¿qué fin tiene lo que se nos dijo en las entrevistas, lo podemos comentar ya con los demás?

Claire: Para empezar a desteñir un poco este oscuro misterio, se me ha autorizado a autorizaros (ríe) que comentéis desde este instante entre vosotros lo que queráis referente a esas entrevistas, pero hasta aquí puedo leer (murmullos).

Jaime: Si no os importa, empiezo yo, que tendré que ir enseguida a por los postres; es que llevan una sorpresa en la que yo tampoco tengo nada que ver, os lo juro, y tengo que traeros todo junto (más murmullos). A mí Claire me pidió que seleccionara una ONG del ámbito de la salud y que lo mantuviera en secreto. Me quedo con Médicos sin fronteras, con la que desde siempre he querido colaborar aunque nunca lo he llegado a hacer, aún no sé muy bien por qué… (Se levanta y se dirige hacia la cocina)

Darío: Sigo yo, así ayudo a Jaime con esos postres-sorpresa.

Jaime: Tranquilo, Darío (interrumpe Jaime), ya me apaño yo solo. Aunque ya que has empezado, cuéntanos tu parte.

Darío: Pues a mí también me pidió que buscara una ONG de mi preferencia, aunque en mi caso de las que se dedican a defender y proclamar la ecología. Mi elegida ha sido Greenpeace.

Claire: Por si os lo preguntáis, yo no he tenido que hacer ninguna elección, creo que la iban a hacer por mí (sonrisa).

Carlo: Yo os diré que he tenido, supongo que como todos, que elegir otra ONG, y me he decantado por Acción contra el hambre, que opera en el sector de agua y saneamiento tal y como me solicitó Claire.

Evita: Mi ONG es Survival internacional, porque ella (mirando a Claire) me pidió que estuviera relacionada con los derechos humanos de los menos favorecidos, ¡cómo me conoce!

Claire: ¿Quién, yo, Evita?

Evita: Me refiero a quien sea que ha organizado todo esto, supongo…

Claire: Porque os recuerdo a todos que yo no he sido.

Alessia: Sigo yo. Hablando de derechos humanos en general, que es por donde me dijo a mí que buscara, yo he elegido Amnistía internacional, no sé, siempre les he tenido un cariño especial.

Maitane: Yo, como Darío, defendiendo que nuestra raza respete el medio ambiente, y por eso me he decidido por Ecologistas en acción.

Lucena: Creo que soy la última, ¿no? Bueno, yo no podía tener una petición más adecuada, y he elegido Ayuda en acción, no hace falta que os diga en qué ámbito de actuación se me dijo que buscara…

Darío: Bueno, bueno, pero no debemos olvidar que se nos pidió algo más, por lo menos a mí, y creo no ser el único…

Maitane: ¿Te refieres a lo de la hipotética colaboración con donativos, Darío?

Darío: ¡Eso es!, creo estar en lo cierto si apunto que a todos se nos pidió lo mismo llegado el caso… (El resto asiente)

Evita: Y solo por esto, vamos a tener una sorpresa que no olvidaremos en nuestra vida, no acabo de imaginar de qué se pueda tratar, pero estoy ya con unos nervios...

Alessia y Lucena: (Al unísono) Ni yo (ambas ríen)

Claire: Ni yo, aunque no lo creáis…

Carlo: Si nos lo dices así, habrá que creerte.

Evita: Pues yo no te creo, Claire, por lo menos no mucho.

Darío: Ni yo.

Maitane: Ni yo tampoco (risas generalizadas).

Jaime: (Llegando desde la cocina con una bandeja con los postres y algo más) Mucho cachondeo se oye por aquí, ¿me he perdido algo importante?

Darío: Es solo que ya no nos fiamos de Claire, creemos que sabe más de lo que nos ha contado hasta ahora. Y, bueno, ya sabemos que todos hemos elegido nuestra ONG y que todos estamos al corriente de la acción a realizar en un caso hipotético, supongo que tú también…

Jaime: ¡Así es!
Alessia: ¿Qué son esos sobres que traes en la bandeja con los postres?

Jaime: ¡A mí no me miréis, yo solo obedezco órdenes de Claire! Me los dio con la indicación de repartirlos justo ahora (Miradas inquisitorias en dirección a Claire).

Claire: ¡A mí tampoco!, yo solo soy una intermediaria, ¡de verdad!, y desconozco su contenido.

Jaime reparte las misivas y se queda con la suya. Se miran unos a otros como pidiendo permiso para abrir los sobres: permiso concedido por una impaciencia que está a punto de mutar a histeria, lo que hace que todos extraigan el documento que contiene rasgando de mala manera los sobres. Despliegan casi a la vez el folio que aparece en su interior y se quedan observándolo, perplejos y en silencio, con gestos inexpresivos en sus rostros, como no atreviéndose a creer que sea verdad lo que leen.

Claire: (Pensando en voz alta) Así que Oxfam Intermón (internacional), esa es la ONG que eligió por mí… (Risa nerviosa)

Lucena: A ver, chicos, una cosa… ¿vosotros también tenéis entre las manos un listado con los últimos movimientos de vuestras cuentas corrientes? (Asiente el resto, uno a uno, o bien gesticulando o bien de viva voz)

Alessia: Y, ¿todos tenéis al final, como yo, dos movimientos sospechosos, dos transferencias, una recibida y otra emitida? (De nuevo asiente el resto, cada vez más alterado)

Evita: (Mesándose los cabellos) ¡Joder con la sorpresa, me va a dar un infarto!

Darío: Aseguraría, y no porque yo tenga nada que ver, que no tengo, que esos dos movimientos en vuestros casos también son, como en el mío, de un millón doscientos mil euros recibidos y…

Jaime: (Interrumpiendo a Darío con nerviosismo) y una donación de doscientos mil euros a nuestras respectivas ONG, la que escogimos cada uno después de la charla con Claire, me juego la mitad de mi saldo actual a que es así… (Todos asienten, taciturnos)

Carlo: (Cogiendo del hombro a Jaime) Visto lo visto, esa era una apuesta sobre seguro, Jaime; no arriesgabas nada, amigo.

Maitane: Yo, por más que lo intento, no acabo de creer que esto sea serio. Me parece estar inmersa en una versión burlona de los Diez negritos de Agatha Christie en la que lo único que irá desapareciendo, y menos mal, será nuestra confianza en que el caramelo sea en verdad para nosotros y en la que al final se nos quitará de la boca. Una broma, solo una broma, en efecto; eso sí, de muy mal gusto.

Carlo: ¿Por qué te enfadas tanto, Maitane, no puedes considerar, por un momento, que sea verdad?

Maitane: ¿Verdad?, creedme si os digo que no lo creo. ¿Y que por qué me enfado tanto?, pues porque estoy segura de que la imagen de esos primeros diez segundos de impresión en que arreglas todos tus problemas económicos… al final, en una cura de realidad, acabará rompiéndose en mil pedazos como lo haría la luna de un espejo que ya no soporta reflejar la imagen de la cruda verdad, y yo ya no estoy para estas bromas. (Inspira durante una breve pausa) ¿Quién tiene tanto dinero…? Y, lo relevante aquí, ¿quién, teniendo toda esa fortuna, la repartiría con nosotros? Pensadlo. Lo siento, no tengo ánimos para seguir la velada; ya me contaréis en qué acaba este sainete, yo me voy a casa, disculpadme.

Maitane se levanta y lanza un beso al aire que esparce para que figuradamente llegue a todo el grupo. Este ve como se dirige hacia la puerta de salida. Lucena se incorpora en su sitio.

Lucena: Espera, no te vayas Maitane, por favor. Sea lo que sea al final, no deberías de tomártelo tan a pecho, sabemos que el que ha organizado todo esto nos conoce muy bien; no querría reírse de nosotros, estoy segura de ello, ya verás cómo hay una explicación.

Alessia: Y recuerda que se nos dijo que recibiríamos una gratísima sorpresa. ¿Por qué no darle una oportunidad a lo que reflejan estos papeles? Y, al margen de esto, ¿no crees que lo mejor es que todos estemos juntos cuando todo esto se aclare?

Maitane: (Lo piensa un instante y vuelve a la mesa) Quizá tengáis razón, quizá debamos continuar juntos todo el tiempo que sea necesario; supongo que nunca hay que tener miedo de soñar más a lo grande, ¿verdad?...

Darío: ¡Bien dicho, esa es mi chica! (Algunas miradas interrogativas a Darío)

Claire: Bueno, chicos, ¿y ahora qué? Porque yo, desde justo antes de abrir los sobres, estoy como vosotros.

Evita: ¡No, cariño, no! Tú al menos sabes quién ha preparado esos sobres y organizado esta velada; velada que, por cierto, será inolvidable por siempre, de eso no me cabe la menor duda.

Lucena: (Dirigiéndose a Claire) ¿Nos dirás ya quién es?

Claire: No puedo, ahora yo ya soy una más de vosotros, os lo he dicho; pero estad tranquilos, no creo que tardéis en saberlo, o al menos eso espero...

La tensión en el ambiente ha llegado a un punto elevado y, sin ninguna coordinación, todos se levantan a la vez de la mesa. Jaime y Darío utilizan la cocina como excusa y se dirigen a ella. El resto, o bien va al baño o bien al exterior a fumar.


Escena II (y final)

Una vez rebajada la tensión, todos están de nuevo en sus plazas, pensativos. Lucena rompe el hielo.

Lucena: Un momento, tengo una idea, chicos: ¿Alguno de vosotros suele conectarse con el móvil para ver los movimientos de sus cuentas bancarias?

Alessia: ¡Yo! Espera, que miro… (Silencio sepulcral y miradas expectantes y tensas de todos hacia Alessia) ¡Dios mío, es… verdad, está ingresada la suma indicada en el impreso, aunque no se refleja quién es el ordenante! También descontada la donación a la ONG, como era de esperar.

Explota el júbilo. Se miran, exultantes, unos a otros, mezclando apretones de manos con abrazos, con brindis. Jaime va a la cocina a por más cava.

Evita: No creo que sea muy legal lo de emitir una transferencia desde una cuenta que no es la propia, pero en este caso no seremos nosotros quienes lo denunciemos teniendo en cuenta el movimiento anterior, ¿verdad, chicos? (Risas nerviosas)

Claire: ¡Aún no me lo puedo creer! Debemos estar soñando. (Dando un ligero codazo a Evita) Por favor, Evita, ¿puedes pellizcarme para ver si lo estamos o no?

Lucena: (Alargando su mano hasta Claire, con cara de niña traviesa) ¿No te valgo yo? (Claire le saca la lengua)

Darío bate las palmas reclamando la atención. El sonido ambiente baja de ruido a murmullo.

Darío: Chicos, ¿os dais cuenta de lo que esto significa? (Y mirando fijamente a Maitane) ¿Te das cuenta, Maitane?

Maitane: La verdad es que estoy bloqueada, estaba casi convencida de que todo resultaría una broma y ahora no puedo pensar nada, en nada…

Darío: Pues que ya no tendrás que lamentar más que no vayas a cobrar la indemnización del seguro de vida de tu marido.

Miradas de extrañeza de los demás miembros del grupo. Jaime, que vuelve desde la cocina, baja su ritmo y se para, y continúa escuchando de pie, con atención, a unos metros de distancia.

Darío: Ahora ya no tiene importancia su imprudencia al saltarse aquel stop, ni que fuera bebido, porque ya no cambiaría nada, ahora tu tranquilidad económica futura está asegurada; bueno, y la de todos nosotros.

Jaime: (Volviendo a su sitio en la mesa para mirar alternativamente a Darío y Maitane) ¿Qué dices, Darío?, ¿es eso cierto, Maitane?

Maitane y Darío: (Hablando y asintiendo con la cabeza a la vez) ¡Me temo que sí! (Los dos se giran y cruzan una mirada cómplice)

Maitane: (Hablando para todos pero centrando más la atención en Jaime) Sí, aunque desde un principio tuve esa sospecha, no ha sido hasta hace unos días que me lo han confirmado, cuando por fin han dado carpetazo a la investigación. (Silencio y miradas atentas de todo el grupo) Sabía que murió en el acto, que no se podría haber hecho nada por él aunque la ambulancia hubiera llegado al instante…

Jaime: (Interrumpiendo a Maitane) Pero…, ¿no lo llevó una ambulancia al hospital?, ¿no quiere decir eso que aún seguía con vida?

Maitane: Sí y no. Cuando llegaron a auxiliarlo estaba en parada y con el peor pronóstico, lo llevaron al hospital con un último intento de reanimación durante el trayecto, pero, insisto, había fallecido en el acto. (Maitane oculta la cara tras sus manos unos instantes, antes de proseguir…) En los días que siguieron no quisieron darme los demás detalles para no agravar el duelo de los primeros momentos. Pero hay más, según un testigo hubo otro coche en la escena, al que mi marido no implicó en su accidente de milagro; me han dicho que el mismo testigo identificó el modelo: era un Leaf rojo, el utilitario eléctrico de Nissan. 

Evita: ¡Anda, como el tuyo, Jaime!

Todos miran a Jaime.

Jaime: Como el mío no, ¡el mío! (Murmullos) Y pensar que todo este tiempo me he estado martirizando por no haber dado media vuelta para intentar ayudar…, (traga saliva y respira hondo) aunque mi desconocimiento en técnicas de primeros auxilios unido a mi nerviosismo en aquellos momentos pensad que casi me mato… no hubieran sido sino un estorbo. (Mesándose los cabellos) Hice lo que pude, ¡joder!, paré en el arcén para llamar al teléfono de emergencias y di parte del accidente, después seguí mi camino temblando de pies a cabeza; pero nunca lo consideré suficiente…

Maitane: ¡O sea que fuiste tú!, ¿por qué nunca lo contaste, ni siquiera a Darío?, ¿no es tu mejor amigo?

Jaime: ¡Lo siento!, siento haberos ocultado todo este tiempo mi relación con el accidente. Siento haber actuado así, de veras. No sabéis la angustia que se ha apoderado de mí desde aquel día, me siento tan avergonzado de mi proceder…

Lucena: ¡Encima que casi nos mata! No tienes nada que reprocharte, Jaime, nada. Bastante hiciste…

Alessia: (Puesta en pie) ¡Un momento!, ¿has dicho «nos»? ¿Qué pasa aquí, qué no nos habéis contado?

Lucena: Yo iba aquella tarde con Jaime… (Todos quieren hablar a la vez: «¿Qué, cómo…?») Por favor, dejad que os cuente… (Pausa larga) Jaime y yo nos vimos un par de veces antes del accidente, y ese día fue la última. Paseos, cafeterías y algún cine, nada serio, nada más. No os dijimos nada de lo nuestro porque lo dejamos en pausa de mutuo acuerdo… (mirada cómplice a Jaime que no obtiene su propósito) al sufrir ese incidente. Y antes de que preguntéis, hace siglos que mi matrimonio ya no es una pareja; si esto lo supiera mi marido, creo que hasta le daría igual.

Jaime: Pues ahora que ya lo saben todos, y que yo me he quitado esa losa de encima, considero que es el momento y lugar para pedirte delante de nuestros amigos, Lucena, que continuemos a partir del «nada serio, nada más», a ver hasta dónde podemos avanzar. ¿Qué me dices?

Lucena: Que me lo tengo que pensar. (Caras de decepción) ¡Un segundo! ¡Ya está! (Caras de expectación) Sí. ¡Te digo que sí! Y ahora, sí que sí, tengo que dar el paso de separarme de mi marido. (Silencio roto con aplausos)

Claire: Una cosa, a ver si me aclaro, porque me estoy perdiendo, ¿qué tienen que ver las transferencias con el accidente, alguien lo sabe?

Jaime: (Después de beber un sorbo de cava) Nada, en absoluto, que yo sepa. La casualidad ha querido que ambos temas compartieran velada. Al final, a los postres yo he tenido un plus por partida doble con mis particulares regalos sorpresa. Será el destino…

Evita: Pero, lo de la transferencia, ¿al final va en serio, no es un juego o una broma? (Piensa un instante, y dirigiéndose a Jaime) No puedo creerme que esto sea a lo que te referías con «asuntos personales» el día que vine a pedirte trabajo, cuando por cierto me crucé contigo, Claire. (Y dirigiéndose a esta) Claro, como tú estabas metida en el ajo, por eso te pillé aquí, ultimando detalles, ¿no es cierto?

Claire: Que estaba metida en el ajo, sí, obvio, pero no que tuviera nada que ver con mi visita aquí cuando nos cruzamos. (Mirando de reojo a Carlo que asiente con la cabeza con disimulo) Acepté participar en esta pantomima y citaros a todos; y ayudé a alguien con lo de las entrevistas y demás, eso es incontestable, pero ese alguien no es Jaime. (Jaime niega con la cabeza confirmando la afirmación de Claire) Ese alguien se mostró muy convincente aprovechándose de su parentesco, pero yo no tenía ni la más ligera idea de sus intenciones; mejor así, no creo que hubiera sido capaz de mantener semejante secreto.

Maitane: A mí me da un infarto si tengo que hacerlo, ¡¡¡ufff, es que es muy fuerte!!! ¡Cuando se lo cuente a mis hijos…!

Alessia: ¡Un momento!, ¿qué has querido decir con lo de parentesco, Claire? (Pausa) ¿Carlo? ¡Tú llevas un tiempo muy callado, no me digas que…!

Todos miran a Carlo, que se pone de pie con su copa de cava en la mano derecha, mientras que con la palma izquierda frena los posibles intentos de preguntas; se separa un metro de la mesa antes de dirigirse a ellos.

Carlo: Sí, hermanita. Espero que no os hayáis enfadado mucho conmigo por este juego, amigos, que ahora tenéis que asimilar. Pero tranquilos, enseguida resuelvo vuestras dudas (da un largo y lento trago de su copa). Os cuento:

»Resulta que estáis ante el afortunado ganador del bote multimillonario del Euromillones del mes pasado (muestras de alegría en el grupo), esa persona desconocida que está volviendo loco a medio vecindario de Eibar y comarca porque no acaban de saber quién es. Ya veis, la casualidad hizo que sellara el boleto allí, en una visita por trabajo. ¿Recuerdas, Alessia, que le encargaste a papá un portátil nuevo y que tenías cierta prisa?, pues fui a buscarlo al almacén que nos surte y que está en entre Eibar y Ermua, y aproveché para tentar a la suerte allí. Esta casualidad relacionada contigo, hermana, ¿el destino, quizá?, hizo que pudiera pasar desapercibido aquí.

»En cuanto sospeché de mí como único acertante al oír las noticias, intenté comprobar, con el  nerviosismo que os imaginaréis, si estaba o no en lo cierto; me dio un vuelco el corazón y algo más cuando pude confirmar que sí poco después; en los días siguientes, y a pesar de la trascendencia del asunto, intenté recuperar la cadencia de mis latidos y aparentar normalidad mientras lo iba digiriendo todo poco a poco. Una noche, después de estar trabajando toda la tarde en la tienda con papá (mira a Alessia), y aprovechando que él se iba al cine y llegaría tarde, me fui directo a casa a darle vueltas a la cabeza con la tranquilidad que da la soledad. Me abrí un botellín de agua, sí, ¡de agua!, hasta yo me extrañé... Encendí la tele sin preocuparme de cambiar el canal que estaba sintonizado porque solo necesitaba su compañía silenciosa y enseguida le quité el volumen; puse en el reproductor el cd Foxtrot de Genesis y me tumbé en el sofá. Antes de la media hora empezó un programa documental de África y las escenas que emitieron no pudieron impactarme más por dramáticas; la grabación era de unos niños desnutridos y medio desnudos tirados por un suelo de polvo y tierra; algunos intentaban arrastrarse buscando alcanzar un futuro esquivo que se les escapaba de la punta de sus dedos, mientras otros ya no podían ni siquiera percatarse de las moscas que se les posaban encima en un ejemplo más de perversión cósmica; me puse en la piel de esos reporteros a los que aquellos escasos segundos se les estarían haciendo eternos, grabando con urgencia porque tenían que mostrárselo al mundo, porque era su deber, pero deseando acabar a la mayor brevedad para poder asistir lo antes posible a esas criaturitas, y ya no pude seguir mirando porque los ojos se me llenaron de lágrimas. Apagué la tele como pude y me fui al baño a enjuagarme la cara. Con la cara despejada me miré en el espejo y en ese momento justo empezó a sonar Horizons; entonces lo vi claro: antes incluso de preguntarle a mi imagen en voz alta «y tú, ¿hacia qué horizonte mirarás a partir de ahora, Carlo?» ya me estaba respondiendo, con la convicción que da la seguridad, o al contrario, ¡qué más da!, «hacia uno que incluya el ver al máximo número posible de esos niños y sus adultos creciendo y viviendo con dignidad, alejados de la inmoral miseria».

»Fue en ese momento cuando se me ocurrió la idea de compartir el premio con todos vosotros, ¡¿con quién, si no?!; (y mirando a Alessia) y con nuestros padres, hermana, ¡faltaría más!

Alessia: (Interrumpiendo a su hermano) ¡Vale!, ahora entiendo tu lapsus, hermano; cuando me dijiste que papá «estaba» retrasando su jubilación te traicionó el subconsciente al hacerte considerar ya la nueva situación de desahogo económico; recuerdo que enseguida corregiste a «está». Era imposible comprender entonces la diferencia de matiz entre ambas palabras… (Se queda pensativa)

Carlo: (Recuperando la palabra) Continúo:pero quería compartir mi suerte también con todas esas ONG que se han nombrado antes, ¡claro! Y llegados a este punto, os debo una explicación. Algunos os preguntaréis, quizá, cómo es posible que haya podido ordenar todas esas transferencias desde vuestras cuentas… Mi intención, al final, era evitaros esa gestión hipotética que os había solicitado y asegurarme así de que se realizaba lo antes posible, tal era la urgencia por mi impaciencia. Bueno, resulta que para los directores de las sucursales en que están vuestras cuentas, estaban justificadas de sobra por los ingresos previos… y por las generosas propinas que recibieron por su cuidadoso trabajo y discreción (Ríe). Todos, sin excepción, me prometieron que estos dos movimientos no serían visibles por vosotros hasta esta noche; y es que yo no quería que se estropeara la sorpresa por nada del mundo…

»(Recobrada la seriedad y mirando a Evita) ¡Por supuesto que lo de las transferencias es cierto, Evita, no es ninguna broma!, (y dirigiéndose ahora a Maitane) hubiera sido de muy mal gusto, coincido contigo, Maitane; ese dinero es ya vuestro, podéis hacer con él todo lo que queráis, todo menos regalárselo a Hacienda, ¿de acuerdo, chicos? (Risa general)

»Y para terminar, os diré que fue entonces también cuando pensé en el teatrillo con las citas en la consulta de Claire y en esta cena con su postre especial… Entenderéis ya por qué tanto misterio, cuál era mi objetivo, ahora que el dinero y el tiempo libre han dejado de ser un problema para mí, y creo que también para todos vosotros (amplia sonrisa).

Carlo propone el enésimo brindis levantando su copa al aire y el resto le imita; cuando el volumen sonoro sube, gesticulando con la mano consigue que vuelva a su nivel anterior, todos le rodean en un abrazo antes de terminar su monólogo cuando se separan de él…

»Y ahora decidme, amigos: ¿hacia qué horizonte miraréis a partir de hoy?

Todos los personajes dejan sus copas a cámara lenta sobre una mesa en la que los postres permanecen intactos y se dirigen hacia el borde del escenario donde se colocan en una línea recta, paralela al mismo, de cara al público y se dirigen a él:

Alessia: Y ahora…

Carlo: … decidnos,…

Claire: … querido público:…

Darío: … ¿os animaríais…

Evita: … a mirar…

Jaime: … con nosotros…

Lucena: … hacia esos…

Maitane: … horizontes?

FIN

© Patxi Hinojosa Luján
(28/06/2017)

Horizontes - Tercer Acto

Escena I

Alessia, Evita, Lucena y Maitane están charlando (sin que las oigamos) mientras pasean. Ven un par de bancos y se sientan.

Evita: Primero lo de las citas para las entrevistas, sin que pudiéramos contarnos nada unos a otros ni antes ni después, y el lunes ella toma la iniciativa y nos convoca a la cena de amigas de mañana sin siquiera habernos puesto de acuerdo antes entre todas, como ha sido costumbre desde siempre.

Alessia: No sé lo que estará tramando Claire, pero está muy, pero que muy rara. Y encima hace que nos sintamos mal porque lo estamos hablando entre nosotras cuatro cuando en teoría no tendríamos que hacerlo porque lo tenemos prohibido. (Gesto de «puchero»)

Lucena: ¡Somos maaaaaaaalas!

Alessia: No, solo un poco traviesas.

Maitane: Muy traviesas, y no solo por esto, chicas. (Más risas)

Evita: La culpa es suya, a quién se le ocurre decirnos que mantengamos algo en secreto, si es cuando más ganas se tienen de contárselo a alguien.

Lucena: ¡Y que lo digas…! (Risas sin control)

Alessia: Cambiando de tema, como ya sabéis, retomé a partir del pasado viernes el contacto con Carlo, mi hermano; me ha dicho que coincidió contigo en la consulta de Claire, Maitane.

Maitane: Así es. Yo ya le conocía de vista, de verle un par de veces en el patio de la escuela, recogiendo a tu hijo de la clase de Lucena. Aunque es cierto que al principio no lo reconocí, el otro día en la sala de espera nos presentamos formalmente, aunque fuera de una manera un tanto atípica.

Alessia: ¿Atípica, qué quieres decir con eso?

Maitane: Básicamente que no le oculté que tenía una mala opinión de él por lo que tú nos habías contado, aunque al momento me explicó lo del malentendido y lo de vuestra reconciliación y la conversación perdió la tensión que tuvo durante unos instantes, que fueron más bien breves.

Alessia: Sí, ese encuentro ha supuesto un gran alivio para mí, y pienso que para él también.

Evita: ¡Hay que ver cómo eres, Maitane, tú siempre tan directa! (Risas)

Lucena: Hiciste bien, Maitane, intentando hacer ver al Carlo de antes de la reconciliación que no era santo de nuestra devoción. ¡Cómo podías saber todos los detalles sobre su postura si ni siquiera Alessia los conocía hasta hacía unos pocos minutos!

Alessia: Por cierto, Lucena, cambiando de tema otra vez pero enlazando con lo anterior, ¿qué tal Ismael en clase? Tengo miedo de que con las nuevas actividades extraescolares se haya descentrado. Su padre y yo queríamos inscribirlo a una academia de Música para estudiar Solfeo y él nos puso una condición: que iría solo si le dejábamos apuntarse al equipo de fútbol del barrio en el que juegan varios amigos suyos; así es que de repente tiene esas dos nuevas ocupaciones.

Lucena: No tengas cuidado, tu hijo sigue tan atento y participativo, yo lo veo igual que siempre. No es el mejor de la clase, pero tampoco hace falta que lo sea.

Alessia: Me tranquilizas, amiga. (Y, dirigiéndose a sus tres amigas) ¿Hace una cerveza, chicas?, podemos celebrar, por ejemplo, que ya no tengo guardia hasta el domingo…

Lucena: … y que yo no tendré que lidiar con mis fierecillas hasta el lunes. ¡Hace! ¡Bendito viernes tarde!

Maitane: ¡No tendrás no, no tendremos que lidiar!, (risas) porque las mías no son fierecillas sino fieras con las hormonas bien revueltas. ¡Hace!

Evita: Yo el domingo no tengo que madrugar…, aunque lo que es  mañana sí que tendré que oler algunos pies más aparte de los míos durante tooooooda la mañana (Risas de las cuatro). ¡Pero por mí también hace! ¿Seguro que te sentará bien la cerveza, Alessia?, tienes cara de cansada y de sueño.

Alessia: ¡Seguro! Reconozco que tienes razón, pero estate tranquila. (Esboza una sonrisa) Me has hecho recordar algo: Alguien nos definió una vez a los anestesistas como «gente medio dormida atendiendo a gente medio despierta»; (pausa, pensativa) y no le faltaba razón, yo me paso media vida así, a veces medio dormida, a veces medio despierta…

Las cuatro amigas ríen mientras se levantan; se alejan manteniendo una conversación que otra vez se torna inaudible para los espectadores.

(Continúa...)

© Patxi Hinojosa Luján
(28/06/2017)

Horizontes - Segundo Acto

Escena I

Claire está en un pequeño parque frente al restaurante de Jaime. Ocupa un banco y charla animosamente por teléfono mientras se atusa el pelo.

Claire: (Usando su móvil, escuchando a su interlocutor) Sí, supones bien, todos estaban muy extrañados pero nada se desvió del guion que tenías previsto; quiero decir también que todos fueron puntuales al máximo: cada vez que salí a la sala de espera a recibirlos me encontré con dos de ellos, e incluso justo antes del final eran tres porque Evita se adelantó (pequeña pausa); no, por nada especial, ya sabes que es muy, pero que muy nerviosa y no aguantaba más ni en su casa ni en la calle.

»(Pausa, escuchando a su interlocutor) Algo así, cuando les pedí que bucearan por la red buscando información del mundo de las ONG, a cada uno de un ámbito de actuación diferente, para al final decantarse por una…, la verdad es que alucinaron. Alguien llegó a decirme que eso bien lo podría llevar a cabo mi secretaria…, o incluso yo misma, a ratos en casa. ¡Pero vamos!, los que no lo dijeron abiertamente, lo insinuaron, y todos, estoy segura, lo pensaron. Menos mal que el caramelo que les puse en la boca, el de una sorpresa a corto plazo, inesperada del todo y que podría cambiarles la vida para bien, apartó de la escena la extrañeza inicial hasta empequeñecerla. Todos sin excepción quedaron en enviarme el resultado de su búsqueda vía mail lo antes posible y ya he recibido respuesta de cuatro de los seis, se ve que están ansiosos por conocer la sorpresa (pequeña pausa). Sí, claro, «estamos», porque yo, aunque dispensada de ese encargo al ser tu colaboradora, lo estoy tanto como todos ellos, si no más.

»(Pausa, escuchando de nuevo a su interlocutor) ¡Ok!, espero entonces a tener los seis mails y te los reenvío, para que así puedas adjuntar esa información al detalle que dices que personalizarás para cada uno. Bueno, el mío ya podrías ir preparándolo, ¿verdad? (Risas) Venga, cortamos ya, me voy para la consulta, que tengo algo de prisa porque con todo este asunto se me ha acumulado trabajo atrasado. (Escuchando) Y, gracias por tu felicitación, no la merece. Otro beso para ti, hasta pronto.

Después de despedirse, se levanta del banco para dirigirse a su consulta, pero a los tres pasos cambia de idea y vuelve sobre sus pasos para entrar un momento al restaurante de Jaime...


Escena II

… a saludar, pero al no ver caras conocidas en el comedor y, no queriendo perder más tiempo, da media vuelta para abandonar el local; antes de llegar a la puerta se topa con Evita, que entra en esos momentos.

Evita: ¡Claire, qué raro tú por aquí a estas horas…! (Se dan un par de besos sin apenas contacto físico) ¡Cómo vivís las que tenéis una profesión liberal!, máxime si tenéis tan poco trabajo últimamente como para jugar a las adivinanzas con los amigos en horas de consulta…

Claire: (Haciendo caso omiso a este comentario) Y tú, Evita, ¿me puedes decir qué trae por aquí a una trabajadora asalariada en horario laboral? En todo caso, ¡yo también me alegro de verte!

Evita: (Duda un momento de si entrar al trapo de la última puya, pero desiste) A ti te lo puedo contar, Claire; además, me has pillado: He pedido un par de horas libres alegando una cita urgente con el dentista por una infección de muelas que no tengo, porque en realidad lo que sí tengo es una entrevista de trabajo y para eso he venido aquí. Estoy un poco harta de la zapatería y el otro día, en tu consulta, surgió el tema con Darío, con el que coincidí en la sala de espera, pero eso ya lo sabes tú, (murmura), y le pedí el favor de interceder por mí ante Jaime, ¡y aquí estoy! No os he comentado antes nada por superstición, ya sabes que muchos pensamos que a veces los proyectos se quedan en nada si se anuncian antes. (Gestos de Claire enlazados, afirmando y negando con la cabeza) ¿Pero tú, no tienes consulta hoy?

Claire: Sí, ahora mismo voy para allá, pasaba por aquí después de una gestión y he entrado solo a saludar, pero como no veo caras conocidas en el comedor ya me voy, tengo algo de prisa…

Las dos amigas se despiden, Claire sale del restaurante y Evita se dirige a la cocina. Allí, Darío mira en la despensa, anota unas faltas en su libreta y desaparece después de guiñarle un ojo a Evita y levantar un pulgar en señal de deseo de buena suerte.

Evita: (Asomándose por la puerta de la cocina) ¿Se puede, Jaime?

Jaime: Adelante, Evita; llegas pronto, pero no importa. (Le señala una silla para que tome asiento mientras se desprende de su delantal) Darío me comentó que estás pensando en cambiar de trabajo y que estarías dispuesta a empezar a trabajar de pinche con nosotros. ¿Es así?

Evita: ¡Sí, así es! Es que, verás, no es solo que todo el trabajo sea para mí, sin ayuda alguna, y créeme que es bastante, aunque eso no me acobarda; pero es que se me hace muy triste el no tener ningún compañero con el que poder charlar y desahogarme, llegado el caso (Hace una pausa buscando un gesto de complicidad en su entrevistador, que cree encontrar en el brillo de sus ojos, y continúa, decidida). Y aparte de esto, y para más inri, ya me estoy cansando de disfrutar cada vez más a menudo del perfume de pies con dudosa higiene personal. (Gesto de desagrado con una mano en la nariz) Creo que se está perdiendo el respeto hacia los demás, que hay un sector de la sociedad, no pequeño, que nos ve a los que estamos detrás de un mostrador como sirvientes sin derechos, y a la menor oportunidad que tienen intentan ejercer de amos, maleducados y tiranos. Una pena…

Jaime: Es cierto que algo de eso hay, no te lo discuto, pero no pierdas la fe en nuestra raza. Soy de los que opinan que los que intentamos mejorar este mundo, la mayoría silenciosa de la que hablan algunos, somos más, aunque, ¡claro!, metemos mucho menos ruido que todos los demás, esos a los que tú te refieres, y están también los que utilizan además del desprecio con sus actitudes denigrantes, la violencia física. Pero al final acabaremos ganando; o, por lo menos, empatando (Ríen) En fin, que «me estoy yendo por los cerros de Úbeda». (Carraspea)

»Por lo que me dices, entiendo que no te vendría nada mal un cambio de aires, y nunca mejor dicho, (risas) aunque te prevengo desde ya de que aquí no siempre se respiran olores agradables, piensa en algunos pescados antes de cocinarse, pero bueno… (Meditando con la mano en la barbilla) Te propongo algo: como estos días estoy un poco liado con asuntos personales, (pausa) ¿por qué no vienes a verme pasadas dos semanas, si es que sigues con la misma intención, y formalizamos un contrato para ti? Tendrás tiempo para pensártelo mejor, y verlo todo desde otra perspectiva…

Evita: ¡Gracias, Jaime!, no sabes lo que significa para mí el tener ese as en la manga, la tranquilidad que me da ahora que he dado el paso. (Se levanta de la silla y le planta un par de sonoros besos) Vale, nos vemos en un par de semanas. ¡Gracias otra vez! (Se gira, yéndose)

Jaime: (Poniéndose de nuevo su delantal) O antes, quién sabe… (Sonrisa pícara)

Evita: (Se para un instante y mira a Jaime) Sí, podría ser. (Y sale del local)

(Continúa...)


© Patxi Hinojosa Luján
(28/06/2017)