(Imagen extraída de la red Internet)
Peco de inmodestia, lo sé, al considerar que mi
corta carrera profesional dejó una joya arquitectónica: la Torre Helico, con doble
espiral de cristal y titanio, por la que me otorgaron varios premios. Pero intentando
sosegar mi orgullo, confesaré que a veces, al escribir, confundía la posición
de algunas letras, intercambiándolas sin darme cuenta; y con los números también
me pasaba algo similar. No soy disléxico, no es eso, lo que ocurre es que siempre
he sido muy muy despistado. En la mayoría de las ocasiones la cosa no iba a más:
me percataba enseguida del error y lo corregía, punto; en la mayoría…
***
La coalición de partidos que nos
gobierna desde hace cinco décadas, justo desde la última vez en que se nos permitió
ejercer el derecho al voto, impone un sistema basado en Ciencia y Tecnología a
partes iguales, por lo que destina las partidas presupuestarias más altas a
apostar por lo que antes se denominaba I+D+i y que enseguida rebautizaron como «BienEstar»,
aunque se hayan olvidado del nuestro, y de nosotros...
Si cuento esto es porque es de justicia indicar que todo lo
que se ha avanzado a nivel tecnológico se ha retrocedido en derechos sociales;
y todos los que, como yo, lo hemos manifestado de manera pacífica, hemos
acabado igual, secuestrados de por vida entre cuatro paredes tan blancas que
acaban por desgastarnos el alma a través de nuestros cada vez más cegados ojos.
Pero eso poco les importa, ellos ya saben bien lo que firman en sus
edictos-condena cuando nos encierran en sus mal llamados «Talleres
de Conducta», eufemismo cruel donde los haya.
Mas la vida suele ofrecer válvulas de escape, fisuras por donde
atacar al enemigo de turno, a veces permitiéndonos aprovechar la fuerza de
nuestro oponente en su contra como si de un combate virtual de aikido habláramos.
Estábamos en el año 2069 cuando apareció mi fisura particular,
y no era cuestión de desaprovecharla. Aquella mañana íbamos en formación hacia
el comedor a la hora del desayuno cuando la vi apoyada en una pared del pasillo:
imponente, brillante, tan vanidosa con sus leds encendidos; seguro que funciona,
pensé. Y pensé más, tanto que me olvidé de comer aquel día con lo que supuse
que mi historial sumaría una nueva amonestación.
Aquella noche apenas dormí, dándole vueltas al asunto, trazando
un arriesgado plan, garabateándolo en mi cabeza con insistencia; la única forma,
por otra parte, de poder hacerlo al carecer de cualquier atisbo de utensilio de
escritura.
Amaneció, y yo lo hice con el día, tan empapado de esperanza como
de sudor. En la fila que nos conducía al frugal desayuno, iba avanzando a saltitos,
como si ensayara con el germen de un nuevo y rudimentario baile. Cuando llegué
a la altura del ingenio, deserté en perpendicular de la formación y corrí hacia
la máquina todo lo que mis torpes piernas de setentón me permitieron. Abrí su
puerta, entré y cerré con fuerza y estrépito sobre los gritos de los desconcertados
guardias. Activé el interruptor principal y enseguida se iluminaron todos los
paneles. Extraje de mi mente la fecha exacta y la tecleé en el holograma surgido
para tal efecto. La suerte estaba echada.
***
Recuerdo bien, ¡cómo no hacerlo!, que las últimas elecciones
generales fueron el domingo 28 de abril del año 2019. Se presentaban en segunda
vuelta las dos opciones que resultaron vencedoras en la primera una semana
antes. Yo, como gran enamorado de los avances tecnológicos que era, voté por la
coalición PPEF (Partidos Por El Futuro), que ganó por la menor diferencia de la
historia: un solo voto. Si hubiera votado a sus oponentes, la lógica matemática
indica que estos habrían ganado por ese voto de diferencia y yo me habría evitado
pasar toda una vida encerrado junto a mis convicciones y remordimientos; porque
la realidad es que la coalición recortó las libertades hasta hacerlas desaparecer
y me encerró en defensa de la Sociedad, según alegaban siempre los abogados del
Estado cuando de juzgar casos similares al mío se trataba.
Pero, por otro lado, la misma coalición propició con su
política de inversiones que en el año 2059 se llevara a cabo con éxito el primer
viaje en el tiempo; la máquina del tiempo ya era toda una realidad, aunque
permaneció en secreto dentro de los ámbitos del Gobierno unos cinco años, hasta
su perfeccionamiento. Tras ese período nos enteramos todos del gran logro gracias
a la machacona propaganda gubernamental, que llegó incluso a nuestros oídos, confinados
como estaban en los últimos rincones de sus mazmorras.
***
Ahora no puedo evitar reírme de mí mismo, y lo hago a
carcajadas: estoy atrapado. No puedo salir de la máquina, no responde a ninguno
de mis requerimientos pues no hay indicio alguno de que quede algo de energía; tampoco
puedo reprogramar un sistema que quizá pereció hace décadas.
Y lo peor no es que me encuentre perdido en el año 2190, en
una tierra asolada, sin rastro alguno de vida. Tampoco que esté interiorizando
que quizá sea el último humano vivo, temiendo dejar de serlo en breve mientras creo
observar, a lo lejos, cómo sólo se mantiene levantada la torre Helico, mi
orgullo. No, lo peor es que yo soy el único responsable de mi suerte.
Mi fallido plan era regresar al 27 de abril de 2019 para poder
votar en contra del PPEF, pero… ¿Recordáis que os confesé que soy muy muy despistado…?
© Patxi Hinojosa Luján
(27/05/2019)