(Personal
reseña del concierto presentación del álbum «Cuestión de intensidad» de Txetxu
Altube, celebrado el viernes día 16 de octubre de 2015 en la Sala Galileo
Galilei de Madrid)
Hay
ocasiones en las que las circunstancias de nuestro entorno bajan la guardia y te
permiten aplicar la máxima vital de que «en el fondo, al final todo es cuestión
de prioridades», y resulta que ese día no otorgaba opción a duda alguna.
Si
lo suyo prometía ser «Cuestión de
intensidad», lo nuestro era cuestión de expectativas, que las teníamos, y muchas
y muy altas. Aunque ya veníamos intuyendo que casi con total seguridad todas se
verían desbordadas, lo que ocurrió con ese torrente de emociones que nos
deslizó desde y hasta el éxtasis musical y festivo fue como el impacto contra
un tren de mercancías cargado de entusiasmo. Partiendo de esta premisa, todo
fluyó con total naturalidad: Dominio musical, voz templada, sentimiento, improvisación,
savoir faire, humanidad con clase y clase de humanidad, y, cómo no, Pasión —así,
con mayúsculas— como parte de un menú que se nos tenía reservado para ese
buffet libre en que se convirtió la cita que ya había derivado en fiesta desde
el mismo momento en que se programó.
Las
canciones —cuánta belleza en todas, pero aquí no entraré en detalles, lo dejo
para las crónicas musicales al uso, y esta pretende no serlo— fueron
sucediéndose unas a otras mientras la conexión entre escenario y público se
ajustaba al milímetro entre flashes, presentaciones, dedicatorias y Arte; Arte en
las melodías, Arte en las letras, Arte limpio, sin maquillar, sin engaños,
valor en alza en estos tramposos días de crisis, tanto moral como material. Y
tanto es así que el recital se hizo corto, ¡tan corto!
Después
de semejante regalo y de bajar de la nube, llegó el momento de serenarse
charlando con alguno de los asistentes al concierto y con varios de los músicos
también. Grandes también fuera del escenario Jitka Kubesova, Javier Celada y David
Castro —de los Street
Wings—, grandes el resto de la banda, Nacho Mur, Txarli
Arancegui, Alejandro Martínez y, cómo no, Carlos Altube; y grande ese
invitado especial que fue Jorge Marazu, al que desde entonces suelo acompañar a
menudo a Escandinavia para recrearme en los poéticos y musicales «adioses»…
Era
también el tiempo de ignorar el sudor y refrescar la garganta, seca y rota por
haber formado parte de un improvisado y multitudinario coro sin ensayos previos.
A
continuación, el esperado abrazo al protagonista de la noche, posterior al
ritual de la dedicatoria con firma del cd —inmortalizado en la foto de rigor— ya
nos advirtió de que aquello se estaba acabando; yo lo recordaré mientras mi
cuerpo me dé margen para poder disfrutar una canción más.
Algo
más tarde, cuando desperté en la oscuridad del hostal de turno con todos los segmentos
encendidos todavía —carga completa de energía—, constaté que todo había sido un
sueño, de esos que se sueñan despierto en la cálida compañía de buenos amigos —gracias
María, gracias Pedro por ahuyentar mi soledad con esas charlas regadas con cerveza
y mucho feeling—, que es lo que hicimos
esa noche hasta bien entrada la madrugada.
Todo
esto bien podría haber sucedido en cualquier otro tipo de evento, sí, pero da
la casualidad de que fue en un concierto de Música. Podría haber sido un
concierto de cualquier otro artista, cierto, pero en esta ocasión lo era del señor
Txetxu Altube. Y, por supuesto, un
servidor podría no haber estado presente, pero resulta que, junto a otros muchos
cientos de entusiastas amantes de la Música, llenamos, o mejor dicho, reventamos
la Sala Galileo Galilei.
Sí…
¡yo también estuve allí!, y puedo confirmároslo: en efecto, fue «Cuestión de intensidad», de mucha...
© Patxi Hinojosa Luján
(08/11/2015)