martes, 27 de junio de 2017

Rodeados


No sé si me creeréis, pero debo decirlo: estamos rodeados de unos seres especiales que nos contemplan, suplicantes, desde los que en algún instante fueron sus particulares edenes.
Tragando humillaciones, olvidando desprecios, han podido observar cómo ese paraíso ha ido mutando hasta un infierno en el que las llamas abrasan bastante menos que las vejaciones y estas menos incluso que el recuerdo de un tiempo en el que semejante cambio era imposible por impensable.
Recapacitando en ello estoy cuando veo un niño que, desde el patio de su colegio, se despide sonriente de su madre mandándole un beso volador; desenfoco su imagen y me centro en ella, exhibe esa sonrisa que tan bien le sale, aunque no tanto como disimular con maquillaje el calvario del que ansía que puedan escapar algún día.
Aunque lo intento, no encuentro apelativo mejor para ellas que el de «superhéroes»; no siéndolo, decidme cómo podrían crear unos mundos virtuales para sus hijos y entorno con todas esas miserias familiares camufladas… Además, como cualquier «superhéroe» que se precie, tienen incluso su punto débil, y no pudieron ser tocadas con uno más apropiado, un inmenso amor incondicional.
Son «superhéroes», sí, mas ellas no eligieron serlo.

© Patxi Hinojosa Luján
(17/06/2017) 

lunes, 19 de junio de 2017

Tiempo de «superhéroes»


En ocasiones veo muertos… Pero no temáis, no estoy afirmando que tenga los poderes del niño de El sexto sentido; los veo en las sentidas palabras de unas personas que, antes de compartirlas, se cuidan de quitar toda carga de sensacionalismo que haya podido anidar en sus relatos.
Lo hacen al acabar la misión de turno, cuando vuelven a casa, a pesar de que ahora ya lo pueda ser cualquiera que les brinde un colchón cada noche aunque esté tirado en el suelo donde pasar unas pocas horas de descanso desvelado mientras el cuerpo recupera parte de la energía perdida.
Vuelven más delgados, siempre, pero el peso perdido se compensa con creces con las nuevas experiencias vitales que cargan, cada vez más orgullosas y ajadas, sus mochilas, las dos. Sin ser conscientes, y de antemano, ellos ya han dado por bueno el trueque, ese quid pro quo no buscado y que ninguna de las dos partes pareciera reconocer; y es ahí donde aportan lo más valioso de que disponen, no solo ellos sino cualquier ser humano, su tiempo.
Una vez leí en las dependencias de una empresa de servicios lo siguiente: «No cobro por lo que hago, sino por lo que sé». No es que me parezca mal, que no, pero ellos no obran igual, aunque podrían, son de otra pasta; han despojado a su valioso tiempo de cualquier matiz mercantilista y al compartirlo se convierte en un regalo de un valor incalculable.
Su tiempo… Cuando hablamos de él hablamos sin ninguna duda de tiempo de «superhéroes», viviendo como estamos en esta época que, por muchos motivos y por necesidad, se ha transformado en un tiempo de «superhéroes». Ya veis, dos «tiempos», mas un solo objetivo.
***
A veces imagino capas que ondean al viento buscando un reparto más justo de los recursos, y cuando cierro los ojos constato que no son de colores llamativos ni tienen artísticas iniciales bordadas; entonces me digo: ¡ni falta que hace!
Lo confieso, también veo esperanza, en ocasiones…

© Patxi Hinojosa Luján
(19/06/2017)

martes, 13 de junio de 2017

La sonrisa


Aquella tarde treinta y nueve años atrás el destino nos cruzó en el baile de ilusiones y el tiempo, cómplice, se detuvo en un instante eterno, justo lo que necesitaron nuestras miradas para leer en el interior del otro. Terminado el examen, en silencio, dejaste caer con picardía una sonrisa que yo recogí con presteza antes de que llegara al suelo y pudiera mutar a decepción; la coloqué en su sitio y desde entonces, ni tú has parado de sonreír, ni yo de contemplarnos en tan bello espejo...

© Patxi Hinojosa Luján
(13/06/2017)