Dibujaba e interpretaba los patrones
de costura como nadie, era su oficio y lo hacía con la perfección que da la
profesionalidad cuando ésta va acompañada además de mucho amor por su trabajo y
de todo el talento innato para él con el que nació. Podemos decir que los
patrones nunca supusieron ningún misterio para ella hasta tal punto de que con
una sola prueba sus clientas podían disponer ya de la prenda que habían encargado,
lo que suponía una comodidad añadida a la satisfacción que «siempre» se
llevaban cuando bajaban del segundo piso de nuestro inmueble con su paquete
bajo el brazo y una sonrisa que escondía la seguridad de saber que desde ya
poseían una pieza única con la que durante los siguientes meses se sentirían «especiales».
Pero no es por semejante muestra de
actividad artística por lo que hoy mis musas particulares, becarias aún ellas, me
han echado del sofá con un buen puntapié y me han «ordenado» que me ponga manos
al teclado, no, sino por otra suerte de patrones, los que nuestra madre nos fue
mostrando a sus cuatro hijos para que aprendiéramos a defendernos solos en esta
vida mientras nos inculcaba los valores que, para bien o para mal, hoy conforman
una buena parte de nuestro activo personal.
Patrones de conducta, donde siempre
hizo especial hincapié en el respeto a los demás y sobre todo en la aceptación
como normal de todo lo diferente.
Patrones de educación, porque ella
siempre quiso que sacáramos lo mejor de nosotros mismos, por encima del hecho
de ser mejores que las personas de nuestro entorno.
Patrones de cultura, porque nunca
puso trabas a nuestro acceso a ella. Todo lo contrario, nos animó y contribuyó
dentro de los parámetros de la modesta economía familiar (de la que nuestra
madre era un sustento básico y muy importante) a que nos empapáramos de y en ella
todo lo posible.
Y, sobre todo, patrones de
afectividad y cariño. Cariño y generosidad. Creo no equivocarme al afirmar que
si hoy sabemos querer (del verbo amar) y querer (a nuestros amigos) es por
encima de todo porque ella nos lo enseñó así, lisa y llanamente. Y si alguna
vez somos generosos, es por el ejemplo que tuvimos en Ella, y también en Él, por
qué no decirlo si queremos ser equitativos.
Y, ¿sabéis qué?... con nosotros
también, al igual que le ocurría con sus clientas, sólo necesitaba de una
prueba de todos estos patrones, y de muchos otros que sin duda mi «trabajada»
memoria olvida, lo que añade más mérito a todo lo positivo que nos dejó como imprescindible
legado para este mundo en su corta vida mortal.
Pero no sería justo, en absoluto, no
mencionar aquí que su vida no fue nada fácil, y que en muchos momentos de ella
no fue feliz, o por lo menos no tanto como hubiera deseado, y no por haber
elegido a la pareja equivocada (persona, nuestro padre, a la que dedicaré en su
momento otro relato), que no creo que fuera así, sino porque ésta, aunque la
quisiera a su manera al máximo, fue muy injusta dentro de su relación con ella por
no haber tenido nunca la valentía de hacer frente a su «debilidad», primero admitiéndola
y luego derrotándola, aunque sólo fuera por demostrar y demostrarse su amor
hacia ella y no por satisfacción propia. Ella se lo merecía y se nos fue sin
poder verlo ni disfrutarlo. Esa espina la tenemos clavada tan cerca del corazón
los cuatro que, en ocasiones, éste nos
lo recuerda molesto. ¡Qué se le va a hacer! En todo caso no deja de ser un mal
menor…
Fíjate, mamá, si dejaste huella en
este mundo, que tus nietos, esos nietos que no tuvieron la suerte y el
privilegio de conocerte y convivir contigo, ¡te adoran!, aunque nunca pudieran recibir
tus besos ni tus abrazos; ni siquiera escucharte contarles un cuento mientras el
sueño los transportaba a mundos imaginarios en los que seguro se sentirían plenos
de felicidad. Ellos también te echan de menos, a su manera, ¡claro! Bueno,
todos no, seguro que uno de ellos frecuenta tu compañía espiritual desde hace ya
algún tiempo, ¿no es así? Sólo espero y deseo que lo que veáis juntos desde
donde sea que nos observéis sea de vuestro agrado…
Así que, descansad en paz los dos,
por aquí aún seguimos los patrones, o eso intentamos al menos…
© Patxi Hinojosa Luján
(21/02/2014)