Aquella tarde de domingo ―¿o era sábado?― nos dejaron solos. A ti y a mí, que no nos conocíamos de nada. Resulta que el resto de amigos comunes se metió en el Avenida a ver una película que, por esas casualidades de la vida, no nos atraía a ninguno de los dos y, durante el tiempo que duró la proyección, tú y yo recorrimos los alrededores del cine en un improvisado y particular juego de la oca: de bar en bar y ésta la pago yo porque me toca… Como yo ya iba advertido de que podría pasar, me apunté al plan con sumo placer, ¡y lo que me alegro de que así fuera! Creo que conectamos enseguida y estos últimos cuarenta y cinco años han dejado constancia de ello mientras lo reafirmaban día a día, año a año, charla a charla, vaso a vaso.
¿Sabes?, por temporadas eras un poco gruñón, sólo un poco, pero eras «nuestro» gruñón; quizá por ello, durante tales períodos, llegué a añorar esas sonrisas y risas tuyas que tanto ánimo me insuflaban cuando tenías a bien compartirlas. Pero para compensar, tenías un corazón tan grande que casi no te cabía dentro, todos nosotros lo sabíamos bien; y no habría hecho falta que nos lo confirmara aquel cirujano que te lo sacó del pecho para colocarte esos bypass que te acompañaron tus últimos trece años, aunque al hacerlo no comprendiera el sentido exacto de lo que nos estaba contando.
Pero si algo te caracterizó fue esa generosidad tuya tan minuciosa; me explico… Siempre fuiste generoso y desinteresado, pero es que actuabas con un plus: envolvías tus regalos con el más hermoso papel, el de la más cuidada elección que hablaba de tu interés innegociable para que lo que ofrecías como regalo fuera especial, tanto para la persona agraciada como para ti. Y fuimos tantos los que tuvimos el privilegio de vivírtelo…
¿Y yo ahora qué?, puede que te preguntes… Te lo tengo que decir, desde ayer parece que el mundo gira a bastante más velocidad, o quizá sea yo el que se mueve a cámara lenta, como si no acabara de digerir lo que ha pasado, y mucho menos creérmelo y aceptarlo. Mas no temas, poco a poco y con esfuerzo volveré a sincronizar mi respiración y mis latidos con el giro natural del planeta, aunque te puedo asegurar que de ahora en adelante ya nada será igual y todo costará siempre un poco más.
Josean, ¿tú recuerdas qué película era aquella?, porque yo por más que lo intento no consigo retener su título, y reconozco que me encantaría hacerlo para poder dejar de verla una segunda vez en memoria de aquel encuentro, en tu memoria. Eso sí, lo que nunca podré olvidar es que te has ido sin darme tiempo a confiarte de nuevo, y bien que lo siento, que para mí siempre fuiste algo más que un muy querido Amigo, mucho más...
© Patxi Hinojosa Luján