sábado, 14 de noviembre de 2015

Mirando por encima del hombro


«La vida sigue», es la tonadilla de distracción que siempre acabamos escuchando cuando algo nos azota con actos que desearíamos no fueran más que un mal sueño, justo antes de asumir que no representan sino la más cruda realidad, esa que nos golpea a intervalos calculados que solo los desalmados controlan.
Una vez más, cuántas confidencias, declaraciones, sentimientos, intenciones… se han perdido; cuántos «te quiero», «perdona», «lo siento», «me encantaría», «¿por qué no…?», «podemos intentarlo», «¿bailarías conmigo?», «tú tenías razón», «¡me gustas tanto!», «si tú quieres…», «lo eres todo para mí», «¡qué a gusto estoy a tu lado!», «deberíamos dejarlo aquí»… se han quedado en el intento, «entre bastidores», sin la oportunidad de salir a la escena de esa obra llamada sinceridad cuando habían conseguido lo más difícil, amasar la suficiente valentía, quizá con el tiempo como aliado, para ganar la libertad de escapar del injusto y oscuro silencio.
Es cierto, la vida sigue, pero mientras la acompañemos, continuaremos mirando de reojo de vez en cuando, con una pizca de ansiedad, por encima de un hombro ya desgastado de tanto trasiego visual. Es posible que tengamos que dejar atrás alguna que otra generación hasta que alcancemos la necesaria tranquilidad que nos permita dejar fija la mirada en lontananza buscando con esperanza reconocernos en una raza en verdad humana, o por lo menos con algunos toques de bondad.
Y mientras llega ese momento, me pregunto: ¿llegará?

© Patxi Hinojosa Luján
(13+1/11/2015)

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