Doy vueltas como un perro enjaulado. Como conozco el recorrido al milímetro, lo hago con los ojos cerrados: del salón a la cocina, de la cocina a mi cuarto, y vuelta al salón; a veces paso por el baño, cuando me apremia la vejiga, pero enseguida retomo la ruta habitual hasta que, cansado de intentar cansarme, acabo por serenarme.
Resulta que mi doctora me ha recetado con toda delicadeza que me recluya en casa. Dice que, en mi caso con más razón si cabe, no debemos exponernos lo más mínimo a este virus que nos ha declarado la guerra; quedarme además sin los sentidos del gusto y el olfato, aunque fuera sólo de manera temporal, reduciría a niveles mínimos mi calidad de vida. Comprendo su preocupación: el abuso de auriculares con la música alta ha mermado mi capacidad auditiva; lo otro, de lo que yo no soy culpable pues vino de serie conmigo, no hace sino agravar el conjunto.
A pesar de todo ello, le estoy agradecido a la vida: no todo el mundo tiene la suerte de tener tan desarrollado el sentido del tacto como lo tenemos nosotros. Porque en ocasiones, aunque no me toque revisión médica, ella se abre para mí como el más apetecible de los libros para que mis dedos puedan leer en su piel la receta más maravillosa, esa en la que me confiesa que desea tanto mi cuerpo como yo el suyo; y entonces pierdo otro sentido, uno que no figura entre los cinco.
© Patxi Hinojosa Luján
(10/01/2021)
Hola, Patxi. Qué relato más original. Me ha parecido genial cómo has dotado al protagonista narrador no ya ciego, sino con la posibilidad de quedarse sin otro tres sentidos. Pero el tacto, ay, el tacto qué importante sobre todo para algunas cosas. El tacto es el sentido más singular. No se localiza únicamente en la cabeza y es el único imprescindible.
ResponderEliminarEstupendo relato. Un abrazo, Patxi.
Coincido contigo Patxi que el tacto es un sentido fundamental en la vida de un invidente,... y también en la vida de los videntes.
ResponderEliminarUn abrazo!
Que lindo Patxi! Me gustó el giro positivo y sensual del final. Un abrazo
ResponderEliminarMira que soy egoísta, que hasta que no te he leído no he pensado lo que le afectaría la Covid a un ciego mermándole el olfato, y el gusto.
ResponderEliminarEse giro sensual final lo compensa de su encierro sobradamente.
Estupendo aporte, Patxi.
Abrazos.
Encantador, Patxi, realmente encantador y hasta nos da ánimos ante el COVID con o sin ceguera, que las hay de distinta clase.
ResponderEliminarGran abrazo
Genial, Patxi! Muy bien introducido el tema covid y un final redondo. Un relato muy sensorial y muy bien trazado. Felicidades.
ResponderEliminar¡Hola, Patxi! Tu estupendo micro ha terminado por convencerme de una idea que he ido pensando conforme voy leyendo las historias del reto. Y es que el tacto es el sentido más auténtico, el único que no se puede falsear o camuflar. El aspecto se puede maquillar, el olor se puede camuflar como el gusto, el sonido puede ser engañoso, pero una caricia, tanto la que se da como la que se recibe, es imposible ocultar su intención y el sentimiento. Mañana voy a revisión médica, aunque no creo que resulte como este micro, ja, ja, ja... Un fuerte abrazo!
ResponderEliminarCaray Patxi, has privado a tu protagonista de casi todo nuestro repertorio sensorial. No me extraña que el personaje se centre en el tacto para liberar toda su frustración. Excelente y original final. Me ha gustado mucho tu aportación. Enhorabuena.
ResponderEliminarHola Patxi, oooh, qué forma de perder sentidos, amigo Patxi, este protagonista es un caso aparte, le tocan todas. Menos mal que la piel, este grandioso sentido que nos envuelve le da, nos da, una alegría siempre, porque algun rincón nos queda libre para disfrutar. Una historia muy con los tiempos que corren. Gracias. Un abrazo
ResponderEliminarQue final más inesperado, Patxi, todo parecía de color negro, como la visión de tu prota, hasta ese giro tan sensual. Valoro tu originalidad, un ciego que tiene los oídos mermados y el gusto y olfato amenazados por el mal común, pero que afortunadamente le queda el tacto. Aunque al final también lo pierde, jaja.
ResponderEliminarMe gustó mucho, compañero.
Un fuerte abrazo y feliz año.
Genial Patxi, narras una situación que pasó hace unos meses, ese encierro dando vueltas en la obscuridad mas absoluta pero tu protagonista supo llevarlo pensando en perder ese otro sentido al acudir a la consulta de su doctora .
ResponderEliminarMuy entretenido el micro .
Un saludo
Puri
La vida siempre nos sorprende como muy sutilmente nos has sabido sorprender tú también, estimado Patxi, con este feliz desenlace, donde el protagonista que parece estar predestinado a la desgracia con el deterioro sensorial, sin embargo obtiene su recompensa gracias a no perder el único sentido que puede devolverle las ganas de seguir luchando y compartiendo sus sentimientos con la persona que ama.
ResponderEliminar¡Felicidades!
Un abrazo.
Hola Patxi. Te ha quedado un relato de lo más sensual. Comienzas narrando una escena que desgraciadamente nos es habitual, con ese personaje encerrado por culpa del bicho, para después ir desgranando lentamente sus miedos y sus anhelos, en la forma del cuerpo su doctora.
ResponderEliminarReto superado. Un abrazo enorme.
Hola, Patxi.
ResponderEliminarMe ha pasado como a Isabel, hasta que no te he leído no he pensado en como podría afectar a una persona invidente la situación que estamos viviendo.
Me ha gustado ese fraguar de todos los sentidos, dejando al tacto para el último y añadiéndole ese toquecito sensual, que de alguna manera merma la pérdida de los otros.
Un abrazo.
Bien traída la historia Patxi. Dicen que a perro flaco todo son pulgas, pero ese chucho sabe sacar partido hasta a eso. Con esa actitud no hay adversidad que le doblegue. Saludos 🖐
ResponderEliminar¡Wow! uno casi siente pena por el personaje cuando el final nos soprende gratamente. Y no por ser un Don Juan, no, sino porque en esta época hay que aprovechar todo lo bueno que la vida nos ofrece y él lo hace. ¡Me encantó tu relato, saludos!
ResponderEliminarMe ha encantado tu relato, tan positivo y tan bien hilvanado.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es cierto, no había pensado en el problema de estas personas con el covid. Qué interesante. También uso demasiado los auriculares, tengo que empezar a moderarme con eso. Y qué buen giro el del final, con la relación personal del paciente con su médica. Muy bien contado. Un abrazo.
ResponderEliminarSin duda, Patxi, tu protagonista perdería con gusto alguno de sus sentidos por sufrir la "petite mort". Me ha gustado el enfoque que le has dado con un marco tan actual. Haciéndonos consciente de las evidentes minusvalías que provoca el virus de esta pandemia. Un buen relato.
ResponderEliminarCon razón el protagonista es tan obediente de las instrucciones medicas, si al final se siente recompensado, ja, ja.
ResponderEliminarMuy bueno el relato Patxi, ademas de entretenido también aleccionador, pues los invidentes que se ven privado de sus otros dos sentido por culpa del virus, si que la pasan muy duras, un ingrediente que a los videntes nos pone a pensar y a ser menos quejosos y mas agradecidos.
Un final bastante feliz diría yo Patxi
Ensalzas en tu relato un sentido que es difícil de combatir, ni siquiera ese virus puñetero puede con él, y quizás el arma última para defenderse de tanta oscuridad.
ResponderEliminarEstupendo micro.
Un saludo.
Patxi, a pesar de la falta de vista de tu personaje se le añade el olfato y el gusto. Menos mal que le queda el tacto que y con él obtiene plena satisfacción. Un abrazo.
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