Una vez más la luz de un nuevo día me sorprende encaminándome excitada hacia mi destino, donde preveo otra emocionante experiencia. Al poco de llegar, constato que el plan vuelve a funcionar sin fisuras importantes. Con la satisfacción oculta tras un esbozo de recatada sonrisa que esconde su verdadera naturaleza, observo cómo aquel varón, que al principio me miraba con disimulo, lo hace ya sin rubor, sin quitarme los ojos de encima. Yo correspondo, ahora provocadora, aguantando su mirada desde mi estratégica posición. Por fin se decide y se dirige hacia mí, confiado. Lo imagino justificando la atracción sexual ―¡tampoco somos tan diferentes!, pensará―; pero lo hará, supongo, confundido por la evidente contradicción que supone el sorprendente hecho de que cercanía y lejanía de parentesco se puedan dar juntas, como en nuestro caso.
Ignora que pronto yacerá inerte a mis pies. No será el primero, ni el último. ¿Debería sentir lástima por ello, por ellos? No lo creo; pero si así fuera, yo seguiré empecinada en la anomalía, siempre me ha costado encontrar dentro de mí el más mínimo rastro de tal sentimiento, y las raras veces en que se me ha insinuado enseguida me han asaltado nuevos pensamientos perturbadores que lo han hecho desparecer. Así soy yo, y así moriré. Todo ello a pesar de que hay algo que me descoloca: ¿qué son esas gotas que resbalan desde sus ojos cuando intuyen lo que les va a ocurrir?
Pero no he vuelto aquí, a sus dominios, a perder el tiempo con dudas que no llevan a ninguna parte; me he propuesto seducir al máximo número posible de esos individuos y eliminarlos, uno a uno, sin miramientos, disfrutando el placer que me proporciona el arrebatar una vida... tras otra. ¡Qué se le va a hacer, ese es su sino! ―sentencio―, estaban muertos antes siquiera de que sus madres los concibieran porque el mío era encontrarlos.
Recuerdo que, cuando estaba llegando hasta aquí, me he cruzado con algunas de sus hembras, y he sentido cómo me miraban con desprecio; ¿envidia?, quizá, aunque he percibido en ellas una desconfianza teñida de temor, bien pudiera ser porque no saben cómo interpretar los movimientos de mi cuerpo, con este caminar mío, más erguido, elegante y seguro que los suyos. Enseguida han desviado sus miradas y se han alejado, sin atreverse a más, a pesar de que la robustez de sus cuerpos les pudiera dar ventaja en un supuesto enfrentamiento físico que, por otra parte, no he llegado a contemplar.
Terminada la misión de la jornada, abandono el lugar tras deshacerme de los restos de los desgraciados agraciados en el día de hoy al aprovechar la profunda sima que descubrí por casualidad unos días atrás.
Una vez más la luz de un nuevo día me sorprende descolocado, con los ojos irritados, hinchados, y la impresión de haber dormido toda una semana. Ha vuelto a ocurrir, he sido una vez más esa cromañón que aniquila sin piedad a cuantos neandertales consigue engatusar en un intento de exterminar su especie. Supongo que en algún momento debí de oír a algún experto mencionar lo de esa misteriosa extinción, y mi subconsciente hace el resto recreándola durante mis recurrentes sueños.
Reviso el planning de mis turnos de trabajo y confirmo que hoy no tengo guardia, que tengo todo el tiempo para mí; ¡que autopsien otros!, grito.
Entro al baño y me examino en el espejo. No me gusta lo que veo porque intuyo que este aspecto enfermizo no desaparecerá ni cuando me afeite esta barba de tres días; aun así lo hago, me reconforta poder ocultar el gris residual con maquillaje para no boicotear el resto del disfraz: peluca, vestido ajustado, bolso, tacones de aguja...
Acabo de prepararme. Decido que hoy toca Museo Antropológico, condicionado menos por mi sueño que por el hecho de que ayer leí que inauguran hoy no sé qué nuevo departamento. Entonces oculto el bisturí en el bolso, como hago siempre, y salgo de casa.
Mientras me dirijo con obligada parsimonia al museo, viene a mi mente el recuerdo de aquel sabelotodo que intentaba convencerme de que mis impulsos asesinos provenían de algún trauma infantil, ¡qué sabría él! La expresión de su cara, su mirada suplicante en el momento en que le informaba de que se estaba convirtiendo en mi primera víctima, no las olvidaré jamás; tampoco cuánto estaba disfrutando, hasta el punto de estar pensando ya en ese preciso momento en regalarme una reincidencia.
Al final no encuentro opciones de éxito aquí y, de regreso a casa, improviso una visita rápida.
Confieso que odio a toda esa gente que vende su alma, y hasta a su madre, por un puñado de votos, o por poder. Siento que no merecen vivir. Y por eso actúo así. Pero no me malinterpretéis, si no existieran dirigiría mis actos hacia cualquier otro colectivo. Me encanta reincidir en esta reincidencia. Siempre por placer, nunca por vicio.
¡Lástima! Al fulano que hace un momento me restregaba su aire de superioridad no le ha dado tiempo de oír mis últimas reflexiones: reposa en el suelo en mitad de un charco de su propia sangre. También su diminuta grabadora digital.
Estoy imaginando que para cuando vuelva a ver al loquero ya lo habrán aseado cuando, de repente, me acuerdo de aquel bombero pirómano con el que siempre me solidaricé. Sí, lo reconozco, esto lo hago también, como él, para salvaguardar mi trabajo.
© Patxi
Hinojosa Luján
Hola Patxi, ¿cómo estás?
ResponderEliminarLo primero es que has clavado las 900 palabras.
El relato tiene dos vertientes, y los has sabido vertebrar, no solo con un “cambio de imagen”, sino con la frase de “A la luz de un nuevo día”, una bisagra con un eje común que une las dos composiciones de tu historia.
Todos los determinantes psicológicos de un psicópata multicida se agolpan en tu terrorífico relato, con el añadido de ser un tío/tía inteligente con capacidad manipuladora.
Un abrazo, señor inventor de historias tremendas.
Hola, Isabel; bien, ¿y tú?
EliminarGracia por pasar y por tus palabras, compañera, siempre importantes para mí.
Pues sí, he utilizado 900 palabras justas: 450 para el sueño y 450 para la vertiente consciente; dos partes bien diferenciadas pero hermanadas en la historia, en su frase inicial y en tamaño.
Otro abrazo, fuerte, para ti.
¡Uf! Tremendo relato, Patxi. Una historia de tinte psicológico, como dice Isabel, que impacta y pone los pelos de punta. Felicidades y mucha suerte en el Tintero.
ResponderEliminarMuchas gracias por pasar, compañera, y por dejar tus siempre amables palabras. También por esos deseos que ya sabes que son recíprocos.
EliminarUn fuerte abrazo.
Gracias, Patxi, por participar con este relato en la presente edición del concurso. Un fuerte abrazo y suerte!!
ResponderEliminarGracias a ti, Jefe, por proponérnoslo y propiciarlo con tu genial iniciativa; también por tus deseos.
EliminarOtro fuerte abrazo para ti.
Inteligente, estremecedor relato de quien conoce las compleljidades del ser humano y sus infinitas capas. Extraordinario relato, Patxi. siempre mi admiración. Un abrazo
ResponderEliminarNo puedo más que agradecerte infinito tus amables y generosas palabras, todo un honor para mí.
EliminarOtro abrazo, fuerte, para ti.
Hola, Patxi! Un relato contundente, con la mirada interior de un asesino que, además, se transforma para ejecutar sus fechorías. Todo un mundo interno puesto a la vista y el desprecio por quienes alguna vez han querido ayudarlo.
ResponderEliminarUn abrazo
Muchas gracias por tu visita y generoso comentario, compañera Mirna.
EliminarOtro abrazo, fuerte, para ti.
En principio este personaje travestido me trajo a la memoria a la mantis religiosa y a la viuda negra. esos bichos que matan a sus machos después de beneficiarse de ellos. Lo del sueño recurrente sobre las causas de la extinción de una especie primitiva muy bien traída. El perfi psicológico de este demente muy elaborado a lo largo del texto,por medio de las explicaciones de sus actos que nos va dando al posible interlocutor.
ResponderEliminarConseguido.
Un abrazo.
Muchas gracias por pasar, compañero Francisco, y por dejar tu elaborado y valioso comentario.
EliminarOtro abrazo, fuerte, para ti.
Elegiste un buen título, ya que sirve para enlazar el oficio junto con la doble personalidad tan contradictoria del protagonista, a la cual también se alude en la síntesis del desenlace donde claramente el bombero se compara con aquel otro bombero pirómano con el que siempre se solidarizó. Al mismo tiempo esta psicopatía del personaje me ha hecho recordar a otro bastante famoso dentro de la Literatura universal, hablo de El doctor Jekill transformado en Mr. Hyde, digamos que existe cierto paralelismo en tu versión actualizada de la obra, lo que hace que sea un interesante relato.
ResponderEliminarComparto la misma observación que ya te ha comentado al principio, Isabel, creo que es otro elemento a destacar, dividiendo con esa "bisagra" o anáfora, esos cambios de personalidad ayudados o no por el disfraz y las fatales consecuencias que se derivan de su auténtico instinto asesino.
Un abrazo muy fuerte, sin atisbos de contagio alguno y mucha suerte.
Muchas gracias por tu visita, compañera Estrella, así como por tus palabras en tan extenso y valioso comentario; pero me temo que he de matizar que mi protagonista ejerce, no como bombero sino como médico forense especialista en autopsias. Agradezco también tus deseos, ya sabes que son recíprocos.
EliminarOtro fuerte abrazo para ti.
Muy bueno ese juego de personalidades, Patxi. Sobre todo me gusta cómo lo has planteado. Has aprovechado el hecho del narrador en primera persona a la perfección. Nos has introducido en su mente sin explicarnos nada, como si fuéramos ya parte de él. Eso ha ayudado a crear mucha tensión que con el giro que das no ha hecho más que se incrementara. Muy bien trabajado. Gran relato. Me gustó muy mucho.
ResponderEliminarUn abrazo y suerte!
Pues muchas gracias, amigo Pepe. Toda una inyección de ánimo tus motivadoras palabras en un comentario más que generoso. Agradezco también tus deseos, que ya sabes que son recíprocos.
EliminarOtro fuerte abrazo para ti, compañero.
Una vez más un buen relato, Patxi. Bien mostrada esa mente psicopática que nos absorbe en el argumento de la historia.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias por tu visita y comentario, amiga Carmen, es un placer verte por aquí.
EliminarTe envío un fuerte abrazo de vuelta.
Hola Patxi. Perfecto tu psicópata en su enfermedad. Me ha recordado un poco a ese Norman Bate que se disfrazaba de su madre para cometer los asesinatos, pero, a diferencia de éste, parece que no siente luego la más mínima pizca de culpabilidad alguna. El sueño recurrente muy bien traído, y ese final, que le da nombre al relato es de nota.
ResponderEliminarUn abrazo enorme, amigo. Mucha suerte.
Hola, Bruno. Muchas gracias por tu visita y por tu comentario; tú siempre tan generoso con tus palabras de apoyo. Agradezco de veras tus deseos, que ya sabes que son recíprocos.
EliminarOtro enorme abrazo de vuelta para ti, compañero.
Reconozco que me ha descolocado el cambio de sexo. ¿Hombre o mujer?, me preguntaba mientras leía, je,je.
ResponderEliminarNorman Bates también se vestía de mujer, suplantando a su difunta madre, para asestar el golpe mortal a sus víctimas. Cada psicópata tiene su propio estilo y sus motivaciones, por monstruosas qeu sean.
Muy buen relato. Patxi. Lo he disfrutado de veras.
Un abrazo y suerte.
Muchas gracias por pasar y transmitirme tanto ánimo con tu generoso comentario, amigo Josep Mª; también por tus deseos, que ya sabes que son mutuos.
EliminarOtro fuerte abrazo para ti, compañero.
Hola, Patxi. Al principio estaba un tanto confundido pues pensaba que era una cosa y resultó otra. La cercanía y lejanía del parentesco y esas gotas que resbalan de sus ojos, por extrañas me han confundido.Luego se descubre ese desdoblamiento de personalidad y empieza a encajar. Un justiciero que actúa "siempre por placer, nunca por vicio": me ha encantado la expresión. "reincidir en la reincidencia" no sé si es a propósito por resaltarlo, pero me ha llamado la atención.
ResponderEliminarEstupendo relato donde, sin decirlo "por sus actos le conoceréis".
Saludos.
Hola, amigo Isan. Muchas gracias por tu visita y por compartir tu particular visión sobre el texto.
EliminarUn fuerte abrazo, compañero.
ResponderEliminarHola, Patxi!
Un gran relato que esconde un trasfondo psicológico. Me gusto ese personaje, que nos conduce a todos los escenarios y tiempos entre las diferentes faces de su maldad. ¡Me encanto!
Leyendo tu relato se me vino a la mente a Aileen Carol Wuornos, la asesina en serie que mataba a sus clientes mientras se prostituía.
Un abrazo
Hola, amiga Yessy. Muchas gracias por tu visita y por compartir conmigo tu particular interpretación del texto.
EliminarOtro fuerte abrazo para ti, compañera.
Hola Patxi
ResponderEliminarInesperado cambio y giro a mitad de relato bien planteado con el espacio y el amanecer de un nuevo día.
Lo he leído de un tirón intrigada en el asunto. Me ha gustado.
Abrazos y suerte
Hola, amiga Paola. Muchas gracias por pasarte por mi blog y comentar mi relato para el reto de este mes. Agradezco también tus deseos, que ya sabes que son mutuos.
EliminarUn fuerte abrazo, compañera.
Buen relato, y con muchas imágenes visuales. Me gusta mucho porque me permite imaginar el escenario. Que terrible es vivir una vida llena de tantos complejos y terminar como un psicópata y aún peor asesino. Saludos cordiales desde Puerto La Cruz Anzoátegui Venezuela.
ResponderEliminarMuchas gracias, Raquel, por leer mi relato para el reto que nos ha propuesto David, y por tomarte el tiempo de comentarlo.
EliminarTe envío un fuerte abrazo, compañera.
Buen relato, incluido el inesperado cambio de sexo, todo un auténtico depredador de intensa vida interior. Me ha gustado el relato.
ResponderEliminarSuerte en El Tintero, un saludo.
Muchas gracias, amigo Carles, por tu tiempo para pasar a leer y por tu amable comentario. También por tus deseos, que ya sabes que son recíprocos.
EliminarUn abrazo fuerte.
Qué tal Patxi
ResponderEliminarPor un momento pensé que compartíamos la idea de presentar una psicópata, a mitad de camino descubrí que solo era un disfraz o la piel con la que era más congruente su impulso homicida. Para destacar como has hilvanado con tejido fino las dos partes del relato, la transición es tersa, de buen quehacer narrativo. Te felicito.
Hola, Alfredo. Estamos bien, ¿y tú?
EliminarTe agradezco tu tiempo para visitar este espacio y dejar tan elegante y motivador comentario.
Te envío un fuerte abrazo.
Un personaje sin escrúpulos, actúa según el mandato de su mente eliminando a sus víctimas ya sea como hombre o mujer en definitiva un psicópata.
ResponderEliminarMuy bien reflejadas las escenas.
Un abrazo Patxi y suerte.
Puri
Muchas gracias, amiga Puri, por tu visita y comentario. También por tus deseos, que ya sabes que son recíprocos.
EliminarUn abrazo fuerte de vuelta, compañera.
¡Uf! ¡Qué relato tan soberbiamente construido! Con qué facilidad nos metes en la mente del/la psicópata. Destila horror macabro en el sueño y disfruta del baño de sangre de sus víctimas. El broche final que da sentido al título, de lujo.
ResponderEliminar¡Felicidades, Patxi y suerte en el Tintero!
Muchas gracias, compañera, por tus siempre gratificantes palabras en tus generosos comentarios, todo un honor para mí. Tus visitas a mi blog son un soplo impagable de ánimo.
EliminarAgradezco también tus deseos, que ya sabes que son mutuos.
Te envío un fuerte abrazo, amiga Mª Pilar.
Un psicópata de libro, de este no te escapas si no eres igual que él y más rápido. Saludos y Suerte
ResponderEliminarHola, amigo JM Vanjav. Agradezco tu visita, tus palabras y tus deseos, que ya sabes que son recíprocos.
EliminarTe envío un fuerte abrazo, compañero.
Hola, Patxi. Qué puede aportar esta humilde mortal a semejante integrante del Olimpo del Tintero? pues, que me ha gustado tu psicópata. Es perfecto, ya que es inocente porque lo que hace, es solamente para salvar su trabajo. Muy buena historia.
ResponderEliminarUn saludo.
Muchas gracias, amiga Carla, por este comentario tan personal y motivador, te lo dice un humilde juntador de palabras.
EliminarUn fuerte abrazo, compañera.
Por cierto, me olvidaba, tienes una nueva seguidora, no sé cómo se me había escapado antes tu blog, que no estaba suscrita.
ResponderEliminarOtro saludo.
¡Oh, muchas gracias por el detalle, Carla!
EliminarYo, por mi parte, acabo de hacerme seguidor de tu blog, y además lo he añadido en "MI LISTA DE BLOGS" del mío. ¡Un placer!
Otro fuerte abrazo, compañera.
Estaba tan bien frase por frase esta historia ..., pensé si era una historia real la que viviste. Al principio pensé que eras miembro del equipo de extinción de incendios. Escribiste esta historia maravillosamente. Saludos desde Indonesia.
ResponderEliminar¡Qué sorpresa, amigo desconocido! Agradezco de veras tu visita y tu generoso comentario.
EliminarUn cordial saludo desde Europa.
¡Qué bueno, Patxi! Leyendo los comentarios veo que no soy el único al que has descolocado por momentos con el cambio de sexo del protagonista. Una mente realmente enferma la de este forense que has narrado con solvencia y rematado con un gran final. Muy bueno. Un abrazo y suerte en el Tintero.
ResponderEliminarMuchas gracias, amigo Jose, por tu tiempo y por tus motivadoras palabras; todo un aliciente para mí tu generoso comentario.
EliminarTambién agradezco tus deseos, que ya sabes que son recíprocos.
Te envío un abrazo fuerte.
Su hobbie le asegura que nunca le faltará trabajo. Chic@ list@!!!
ResponderEliminarBuen trabajo
Gracias por tu visita y comentario, amigo David.
EliminarUn fuerte abrazo, compañero.
Un psicópata con mayúsculas! Él mismo se busca su propio trabajo, muy práctico. Bromas aparte, nos retratas a un personaje complejo con varias facetas. Me ha gustado! Uno se queda con ganas de conocer más a fondo ese desdoblamiento de personalidad y sexo.
ResponderEliminarUn abrazo compañero
Muchas gracias, amiga Araceli, por tus amables palabras, por tu visita. Y sí, es cierto, ha resultado muy práctico mi protagonista, je, je, je.
EliminarOtro fuerte abrazo de vuelta para ti.
Muy buen personaje, Patxi. Tiene todo, doble vida, disfraz, un trabajo compatible con sus instintos, la psicopatía, el placer que siente. Mucha suerte en el concurso. Un abrazo.
ResponderEliminarQuedo muy agradecido por tu visita, amiga Beatriz; también por tu amable comentario y por tus deseos, que ya sabes que son recíprocos.
EliminarTe envío otro fuerte abrazo de vuelta.