Aquella llamada al rato de despedirme de mis padres me heló la sangre:
habían chocado contra un árbol en una recta, un accidente tan extraño como
absurdo. De repente era huérfana, sin más familia en la que refugiarme. Esa fue
la primera bofetada de realidad que recibí. Después llegarían más.
Tras semanas de reflexión, rota por el dolor,
decidí abandonar mi país con dirección a los EE.UU. Mi intención era abrirme
paso en el mundo de la moda, y perfeccionar mi inglés, muy básico por entonces.
Contaba con aliados: la indemnización del seguro de vida de mis padres y la
insensatez propia de mis diecisiete primaveras.
New York, New York. No llegaban demasiadas canciones occidentales a nuestra
amada tierra, pero ésta había logrado colarse en nuestro imaginario de
libertad; del sueño, no ya americano, sino de cualquier persona con un mínimo
de pasión en su existencia. Tenía, y tiene a día de hoy, cuando escribo estas
líneas apresuradas, un no sé qué que me reconciliaba con la Vida, así con
mayúsculas.
***
Al ser menor de edad, no podría ir sola, pero mi
vecina Dobromyla, que por edad bien podría ser mi abuela, en cuanto conoció mis
planes se convirtió de la noche a la mañana en mi sombra y se ofreció a pagarme
la parte del billete que me faltaba, a acompañarme y protegerme; estaba viuda y
no tenía ataduras, aseguró. Acepté enseguida, la soledad no deseada araña el
alma hasta producir desgarros emocionales irreversibles, y yo necesitaba una
figura que fuera un referente en tales circunstancias; hoy sonrío al recordar
cómo, en ocasiones, me dirigía a ella como abuelita.
Al llegar a Nueva York, quedé maravillada por el
mundo multicolor que descubrí. Yo quería verlo todo de golpe, tal era la
excitación que sentía.
Pasados unos pocos días, Dobromyla me indicó que iríamos a Manhattan, pues había contactado, dijo, con alguien que me abriría todas esas puertas que yo anhelaba derribar.
Me guio hasta un edificio del
extrarradio de Manhattan. Allí me acompañó hasta una oficina donde me presentó
a un par de hombres, y me dejó a solas con ellos. Entonces, todo atisbo
multicolor despareció de un plumazo y maldije lo falaz de su nombre: «Amante
del bien», ¿en serio? Esa fue la última vez que la vi. Semanas después oí su
voz en alguna ocasión, pero ya no sonaba igual. La dulce voz de corderito había
mutado a la de un fiero lobo; pero era ella, habría apostado mi cuerpo, lo más
valioso que tenía en aquellos momentos.
*****
La estrecha rendija bajo la puerta de mi calabozo
vuelve a dejar pasar un rayo de luz, como cada mediodía, y mi mundo en blanco y
negro se estabiliza en el gris oscuro que tiñe mi existencia desde hace… ya ni
me acuerdo. Sé que en breve el grandullón, como siempre sin atreverse a mirarme
a la cara, me traerá la mísera bandeja de comida que me ofrecen a diario, lo
justo para que pueda aguantar sin correr el riesgo de perder mi figura; ellos,
los que se apoderaron de mi pasaporte y de mi vida, necesitan que la conserve,
dicen que así habrá más ingresos y la deuda que aseguran mantengo con su organización estará cada vez más cerca de saldarse. Ya no les creo, no les creo nada. Estoy
segura de que eso no ocurrirá hasta pasados unos cuantos años, bastantes… Pero
no volveré a revelarme, no soportaría más suplicios.
***
Hoy hay más alboroto del habitual en el pasillo
de las habitaciones. Distingo la voz del lobo intentando convencer al
grandullón de que la chica sería capaz de complacer a varios hombres a la vez,
aunque fuera su primera vez, y que lo propondrían esa misma noche. Intuyo que
se refieren a mí y me entra una arcada que no expulsa nada, porque nada queda
que pudiera expulsar. Escucho cómo el grandullón protesta mientras propina un
puñetazo a la pared que hace temblar medio edificio, y por primera vez desde mi
cautiverio un detalle me reconcilia con la especie humana. Después vuelve el
silencio y acabo por dormirme.
Me despierta el sonido de la puerta abriéndose con
sigilo, y caigo en la cuenta de que aún no ha llegado la hora de las «visitas»;
es el grandullón que me apremia para que le acompañe, garabateando en su cara una
expresión que nunca habría imaginado ahí. Confiada, obedezco y salimos, de
puntillas al principio, a la carrera en cuanto atravesamos la puerta de salida.
Y en ese momento regreso al mundo multicolor.
*****
Nunca supe cómo recuperó mi pasaporte, no me
importa; ni cómo consiguió el billete disponiendo de tan poco tiempo, y no
pregunté. Ya en la terminal de embarque, después de recorrer una docena de
pasos, me giré y corrí hacia él; le planté dos sonoros besos, uno por mejilla,
y volví sobre mis pasos sin pararme a comprobar si, como yo, él también estaba emocionado.
No soy tan ilusa como para no pensar que él los hubiera deseado más centrados y
apasionados. Pero ambos sabíamos que algo así no tendría sentido, y que ese no
sería el final adecuado para este relato. Al final, mi
historia quedó como un cuento imprevisible, con cierto parecido a aquél que
tantas veces escuchamos de niños, con una representación de la bondad y la
maldad en que aparecen desubicadas, en cuerpos impensables a primera vista.
***
Despegamos. Bye, bye, Nueva York.
© Patxi Hinojosa Luján

Muchas gracias, Patxi, por participar con este relato en el homenaje a Carmen Martín Gaite. Mucha suerte.
ResponderEliminarMuchas gracias a ti, amiga Marta, por preparar todo lo relativo a "El Tintero de Oro" con tanto esmero y cariño.
EliminarUn besazo.
Estupenda representación de la doble cara de las personas y las situaciones. sí bondad-maldad, pero también ingenuidad-autoengaño etc.
ResponderEliminarMe encantó volver a leerte. Un saludo
Muchas gracias por esta valoración, amiga Juana, tan generosa, y por tu acogida.
EliminarUn cordial saludo de vuelta.
Hola, muy bueno tu relato. La realidad de la vida mezclada con la ilusión que algunas adolescentes se hacen sin saber, todavía, nada de la vida. Hay gente muy mala por el mundo, pero a veces también hay gente buena y tu relato lo demuestra. Gran final feliz.
ResponderEliminarUn abrazo. 🤗
Muchas gracias, amiga Merche, por pasarte a comentar y valorar así de bien mi humilde aportación a este maravilloso concurso.
EliminarUn abrazo de vuelta.
Hola Patxi
ResponderEliminarLas dos caras de una moneda que cuesta mirar y mucho más tocar. Y, como bien dices, "con un cuento imprevisible, con cierto parecido a aquél que tantas veces escuchamos de niños, con una representación de la bondad y la maldad en que aparecen desubicadas, en cuerpos impensables a primera vista." ¡Cuántas veces dejarnos guiar por los ojos nos mete en situaciones difíciles! ¡Pero como esta! ¡Madre mía!
Muy buen relato. Un saludo
Marlen
Muchas gracias, amiga Marlen, por tu visita y por comentar mi aportación con tan generosa valoración.
EliminarUn cordial saludo de vuelta.
Hola, Patxi. Me ha gustado mucho el relato. Nos muestras las dos caras de la naturaleza humana que, además, aparecen disfrazadas de lo que no son. El final me ha encantado, por su realismo y porque huyes del clásico cliché. Enhorabuena.
ResponderEliminarUn saludo.
Muchas gracias, amigo Enrique, por pasar a leer, por tu acertado resumen en una sola y precisa frase y, cómo no, por tu valoración general.
EliminarUn cordial saludo de vuelta.
Buenos días, Patxi. Tu relato me ha golpeado mantiene una intensidad cruda y conmovedora. Es una historia que no se anda con rodeos, que te sumerge de lleno en el dolor, la traición y, finalmente, un destello de esperanza. Desde el primer párrafo, con esa llamada devastadora que deja a la protagonista huérfana, el tono es desgarrador pero auténtico. La forma en que describes el accidente —"tan extraño como absurdo"— resume perfectamente esa sensación de incredulidad ante la tragedia, y establece el peso emocional que llevará el resto del relato. La decisión de la protagonista de dejar su país a los diecisiete años, impulsada por el dolor y un sueño de libertad ligado a Nueva York, es tan valiente como temeraria. La mención de la canción "New York, New York" y su conexión con el anhelo universal de un nuevo comienzo es un guiño poderoso que llama la atención, especialmente porque lo enraízas en su contexto cultural, donde las canciones occidentales eran raras pero míticas. Ese "no sé qué" que reconcilia a la protagonista con la Vida (con mayúsculas) es un detalle que da profundidad a su motivación, haciéndola relatable incluso para quienes no han vivido una pérdida tan grande.
ResponderEliminarTe felicito.
Buenos días, amigo Marcos. Me has dejado sin palabras con tan pormenorizado análisis de este relato.
EliminarMuchas gracias por pasarte a leerlo, por tu tiempo y por tu felicitación, que agradezco de corazón..
Un cordial saludo.
Tu historia me ha gustado mucho. Además de reflejar una realidad espantosa que por desgracia es demasiado habitual, lo narras con una naturalidad super atractiva. Ese final es de los que se quedan. ¡Muy buen relato!
ResponderEliminarUn abrazo :)
Pues... muchas gracias, amiga Maite-Volarela.
EliminarTus palabras son de las que animan a seguir intentando mejorar, y te estoy muy agradecido por ello.
Gracias de corazón.
Abrazo de vuelta.
Un mundo que no tiene escapatoria y ocurre ahora mismo, hay chicas metidas en esa situacion y sin tener quien las ayude.
ResponderEliminarAsí es, amigo J.C.
EliminarGracias por pasarte a leer este relato y dejarnos tu comentario.
Patxi.
Hola Patxi, tu relato resume perfecto en lo que termina muchas veces el llamado "sueño americano". Me gusta la forma en la que contrastas esa vida de sordidez sexual con el "mundo multicolor" de afuera. Nos dejas un sabor agridulce tras leer el relato, con ese grandulón que se toca el corazón por la chica. No creo que sea algo que pase a menudo, pero se agradece ese final feliz. Una muy buena propuesta para el concurso. Saludos.
ResponderEliminarMuchas gracias por pasar a leer y dejar tu valioso comentario, amiga Ana. Agradezco de corazón tus amables palabras.
EliminarUn cordial saludo de vuelta.
Patxi.
Así con mayúscula te lo digo : BUEN TRABAJO.
ResponderEliminarUna alegría volver a leerte, Patxi.
Lo que has contado ocurre, en Nueva Yoork o en la Conchinchina. Ocurre y hayque contarlo, literatulizarlo ¿se dice así?, tal como tu lo has contado.
¡Ay esa abuelita tan queribe! Y resultó ser lo que fue, una captadora de Caperucitas inocentes.
Y a veces, los lobos grandullones no son tan lobos, y los que no aparentan son los peores.
Si en cuento fuera mío, lo habría titulado con tu final “Bye, bye, Nueva York”, aunque la dicotomía de título por la que has optado resume el mensaje de tu texto.
Hacía falta una crítica en la ciudad multicolor llena de oportunidades para algunos. Para otros no.
Gracias, Patxi, por esta propuesta y por asomar tu nariz por nuestro Tintero.
Un abrazo de Isabel.
Hola, Isabel, también para mí es una alegría, inmensa, volver a encontrarme con antiguos compañeros y maestros de letras (como tú) a los que, leyendo sus líneas y entre líneas, se adivina enseguida su empatía y buen rollo.
EliminarMuchas gracias por tus siempre sabias y generosas palabras. Además de que tu sinopsis es certera, a mí me gusta, tengo que reconocer que tienes toda la razón: debería haber titulado a mi relato "Bye, bye, Nueva York"; pero, ya es tarde, ¡qué se le va a hacer!
Un fuerte abrazo de vuelta, compañera.
¡Wow! Un relato donde las emociones se disparan, precioso, Patxi. Está muy bien escrito, la historia te atrapa al sumergirte en el negro de la amargura y el final, te reconcilia con lo mejor de la humanidad. Una joya.
ResponderEliminarUna alegría leerte de nuevo.
Abrazo!
¡Muchas gracias, amiga Pilar! Tu comentario es de los que animan a seguir alimentando esta pasión nuestra de escribir, aunque sea de manera intermitente, como es mi caso. No creo merecer el calificativo, aunque no sea un adjetivo, que me regalas al final pero, en todo caso, ya está guardado bajo siete llaves en mi joyero emocional. Mil gracias de nuevo, compañera.
EliminarReitero que me produce una inmensa alegría reencontrarme con los antiguos compañeros del Tintero con los que crucé no pocos comentarios, y tú estás en un lugar destacado entre todos ellos.
Un fuerte abrazo.
Patxi.
Hola, Patxi.
ResponderEliminarQué decir que no sepamos. Leo los comentarios tan acertados sobre tu relato y como buen Libra con ascendente en Acuario (para quienes les guste este tema, sabrán de qué hablo), mi mente me lleva a ver más allá.
Algunos se han quedado con la traición de "la abuelita", y que eso pasa demasiado hoy en día. La realidad es que esto ha estado sucediendo desde que el mundo es mundo, y que si no hubiera gente que utilizara estos "servicios", el mundo de las meretrices no existiría porque no sería rentable. Sin entrar en polémicas de machismo o feminismo, a mí me daría vergüenza mi congéneres masculinos de esta calaña si yo fuera hombre. Porque lo quieran o no, son hombres quienes en una aplastante mayoría, perpetran estas cosas. Por eso existen las meretrices, o putas, o scorts... además de chaperos y transexuales que deben prostituirse.
Hola, buenas tardes, Noelia.
EliminarMuchas gracias por acercarte a mi relato y compartir conmigo que has ido a ver más allá.
Estoy de acuerdo al cien por cien con todo lo que mencionas en tu extenso último párrafo; es un análisis que siempre he hecho mío, en mi caso no a pesar de, sino precisamente por ser hombre. Tengo la suerte de que en mi entorno nunca ha habido ese tipo de "calaña" (como tú bien mencionas) consumidores de semejante "servicio", al menos que yo sepa. Para acabar, me gustaría añadir un matiz nada banal: más que polémica de si machismo o feminismo, como no son antónimos, o se es feminista (y aquí tengo que decir que mucha gente no se ha molestado en leer su definición en un diccionario), o no juegan en mi liga. Punto.
Un cordial saludo y gracias de nuevo.
Patxi.
Hola, Patxi. Muy buena actualización del clásico Caperucita Roja. La abuelita realmente era el lobo feroz, y quien creíamos era ese lobo, se transmutó en el cazador. Y la realidad es que no podemos fiarnos de una pobre ancianita.
ResponderEliminarUn muy buen trabajo. Felicidades.
Hola, Bruno, buenas tardes.
EliminarMuchas gracias por la visita a mi relato y el análisis que haces del mismo, tan conciso como acertado.
En cuanto a tu valoración, no sé si creérmela o no, pero te la agradezco infinito.
Un abrazo fuerte, compañero.
Patxi.
Una historia dramática que no acaba como suele ocurrir.
ResponderEliminarA destacar lo que encinas sl final. Las apariencia engañan y quizás el lobo y el Cazador no son lo que aparentan.
Abrazooo y suerte
Gracias, amigo Gabiliante, por pasarte a leer y comentar este relato donde, sí, las apariencias engañan, como en muchas circunstancias de la vida. Gracias también por tus deseos, que son recíprocos.
EliminarAbrazo de vuelta.
Patxi.
Hola Patxi, al leer estas líneas, no puedo evitar sentir que la vida nos coloca en los escenarios más crueles solo para mostrarnos después que la bondad y la maldad nunca viven donde creemos. Dobromyla, cuyo nombre prometía amor, se convirtió en la loba que me vendió; y el grandullón, una sombra silenciosa en mi calabozo, resultó ser la mano que me devolvió al mundo multicolor. Esta historia me ha enseñado que los finales no existen, solo hay momentos que nos transforman, y que a veces la redención llega disfrazada de un verdugo que, en el último instante, elige ser humano. Escribirlo duele, pero también me libera: es mi manera de gritar que, incluso en el gris más oscuro, la esperanza puede abrirse paso con la fuerza de un puñetazo contra la pared. Gracias por compartir, suerte con el tintero. Abrazos desde Venezuela
ResponderEliminarGracias por tu tiempo, amiga Raquel, para con mi relato y por tu trabajado, pulcro y amable comentario; también por tus deseos, que son recíprocos. Todo ello me ha hecho mucha ilusión.
EliminarAbrazos de vuelta.
Patxi.
Hola Patxi. Me alegra verte por el Tintero de nuevo después de tanto tiempo. No hay mejor marco que Nueva York, esa ciudad de grandes contrastes en un país de grandes contrastes, para ambientar una historia como esta, aunque bien podría producirse en otros lugares del mundo. La moraleja no deja de ser que bondad y maldad se confunden muy a menudo, nadie es enteramente bueno ni enteramente malo, la realidad y las personas estamos hechos de grises y en muchas ocasiones escondemos la realidad de nuestras intenciones. Un abrazo.
ResponderEliminarHola, Jorge, buenas tardes.
EliminarTambién a mí me ha alegrado ver que alguno de los compañeros con los que compartí tantas vivencias en nuestro Tintero, como es tu caso, seguís aportando lo mejor de vuestras letras en el mismo.
Gracias por pasarte a leer mi aportación y dejar tu siempre acertada visión de mi historia.
Un abrazo de vuelta.
Patxi.
la trata de blanca es una lacra que se hunde en el tiempo , como civilización es una verguenza que todavía no este erradicada . Tu historia mueve conciencias . felicidades.
ResponderEliminarBuenas noches, Manuel.
EliminarMuchas gracias por pasarte a leer y dejar tu comentario. Estoy de acuerdo con tu valoración inicial, ¡cómo no!, y agradezco de veras tu valoración.
Un cordial saludo.
Patxi.
Un relato muy duro, Patxi. No me puedo imaginar que haya gente que comercie de ese modo, pero mucho menos que haya clientela. La gente está zumbada, por lo que se ve. Muy buen relaro, has plasmado la agonía en vida de una pobre muchacha que pensó haberlo perdido tofo, menos mal que al final todo se srreglat.
ResponderEliminarUn abrazo
Muchas gracias, amigo Pepe, por tu visita y amable comentario.
EliminarSí, la gente está... o, bueno, la gente es... ¡En fin!, esta es la especie animal a la que nos ha tocado pertenecer.
Otro abrazo de vuelta.
Patxi.
Hola Patxi un cuento muy interesante y que deja resquicios a la esperanza. Un saludo.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu visita y comentario, Ainhoa.
EliminarUn cordial saludo de vuelta.
Patxi.
Hola Patxi! Tu relato sin duda es impactante porque retrata una realidad desgarradora, y es como una actualización del clásico relato a nuestros tiempos. Otra versión del lobo feroz pero con un final que aunque parece feliz también es agridulce, porque los recuerdos de una experiencia así no se pueden borrar! Un abrazote y mucha suerte en el concurso!
ResponderEliminarMuchas gracias, amiga Marifelita, por pasarte a leer y comentar mi relato compartiendo tu apreciación sobre el mismo.
EliminarGracias también por tus deseos, que son recíprocos.
Abrazote de vuelta.
Patxi.
Hola, Patxi. Una historia en la que lo bueno y lo malo se transforman. Muy original. Me gustó mucho leerte.
ResponderEliminarUn abrazo
Muchas gracias, amiga Mirna, por tu visita y amable comentario.
EliminarAbrazo de vuelta.
Patxi.