—Señor Serrano, siento haberle hecho venir; verá, su hijo no para de
decir insensateces y...
—¿Cómo cuáles? —interrumpo, expectante.
—La última: ayer aseguró que ha vuelto a ver
naves ardiendo más allá de Orión.
—Se referiría a que ha vuelto a ver Blade
Runner, es que le gusta mu…
—No, no —ahora es el director del colegio el que
me interrumpe a mí—, eso mismo le sugerimos nosotros, pero insistió en que su afirmación
era literal, tal cual.
—Bueno, es cierto que tiene un telescopio, pero sin
demasiado alcance, y lo que cuenta no tiene ni un mínimo de verosimilitud
—añado, teatral, mientras compadezco a quienes viven en mundos de cuatro
dimensiones sin sitio para la fantasía.
—Creo que en casa deberían ponerle límites en
cuanto a lo que puede ir diciendo por ahí; piense que los niños son muy crueles
y podrían burlarse de él hasta llegar a provocarle un complejo, o peor aún, una
depresión que le lleve a encerrarse en su mundo interior, quién sabe con qué
consecuencias —Me suelta con un rictus de solemnidad y de preocupación a la
vez.
—No se inquiete por eso, señor director. Conozco
bien a mi hijo, créame, y le aseguro que su fuerte personalidad le ha dotado de
una inquebrantable fuerza mental.
***
—¿Qué querían, padre? —pregunta mi hijo en cuanto
franqueo la puerta de casa.
—Nada grave, Ismael, sólo informarme de que vas
mejorando tus notas, que notan que te esfuerzas… que sigas así —apostillo, imaginándonos
cerca de Orión…
© Patxi Hinojosa Luján
(05/11/2025)
