(Imagen extraída de la red Internet)
Atrapado. Él, pintor de mil y una brochas, va perdiendo
a bocanadas perversas el control de una paleta que hasta hace un suspiro y
medio le había pertenecido; y ello conlleva que está perdiendo la partida. Ahora
es una voluntad ajena la que las maneja a ambas y no quiero ni imaginarme que
pudiera intentar justificarlo con un porqué, ni cuál sería éste en su caso. Desconozco
si él también podrá ver, tal y como nosotros lo hacemos, cómo desaparece en la
mezcla multicolor de aquella paleta, de manera paulatina e inexorable, el color
verde esperanza mientras es sustituido por un negro oscuro, casi abismo; me
recorre un escalofrío al pensar que quizá, durante algunos instantes, sí lo
haya hecho…
Atrapado. Me angustia pensar en
su angustia, atrapado como está en una jaula, con sus neuronas reduciendo
número y actividad sin freno ni medida, permitiéndole percibir sólo de forma
cada vez más difusa cómo aumenta la pena a su alrededor en la misma y maldita magnitud
en que va desapareciendo su percepción.
Atrapado. Intento imaginar qué pueda
sentir él, si es que aún pudiera, pero el esfuerzo es tan arduo como estéril. Si
su menguada consciencia intenta reflexionar o imaginar algo, si ello no fuera
una quimera, nunca se podrá saber, pues la posible salida de esta pesadilla se
hace por momentos más y más pequeña, insignificante, y a través de ella cuesta
ya todo un mundo reconocer su huella.
Atrapado. Cierto. Mas cuando llamen
a la última puerta en pie del muro de su resistencia, sé que la abrirá sin
recelo para traspasarla con dignidad y sin miedos, buscando una renacida
esperanza, imagino que de un nuevo e indescriptible color.
¿Y nosotros…? Nosotros
quedaremos atrapados en la tristeza, con la nostalgia por lo que fue, y por lo
que no pudo ser, arañándonos el alma.
© Patxi Hinojosa Luján
(16/08/2018)
Un texto conmovedor y desgarrador, Patxi. Describes una angustia tan a flor de piel y tan profunda al mismo tiempo, y lo haces tan acertadamente, que es imposible no sentirla también nosotros. Realmente la peor traición es la que nos hace a veces nuestro propio cuerpo mediante la enfermedad...
ResponderEliminarSi como supongo escribes sobre alguien a quien conoces y quieres, lo siento muchísimo.
¡Un fuerte abrazo, amigo!
Gracias por pasar, Julia, y por tus palabras de aliento.
EliminarEn efecto, anteayer se nos fue Demetrio, un primo hermano de mi compañera, pero ante todo un amigo de todos nosotros. Hace unos ocho o nueve meses le diagnosticaron una enfermedad rara, de la que casi nadie había oído hablar; la llaman enfermedad de Creutzfeldt-Jakob. Es una enfermedad neurológica con formas genéticas hereditarias, producidas por una proteína llamada "prion". Se trata de una enfermedad de naturaleza degenerativa y pronóstico mortal que afecta aproximadamente a una persona por millón a nivel global. Y le tocó a él...
Otro fuerte abrazo para ti, amiga. Nos leemos...
Hola, Patxi: Un hermoso relato muy referencial. Sencillo y directo. Es bueno ser capaz de desahogar así el dolor de lo inevitable.Acabo de leer tu respuesta a Julia y relacioné la situación de esta historia con la de "Una mirada bobalicona". Un saludo.
ResponderEliminarHola, Beba, muchas gracias por pasarte de nuevo por mi humilde colección de relatos. Te diré que, aunque muy muy tristes las dos, estas historias sólo tienen en común el parentesco entre tía y sobrino, entre primo y prima. Este texto, como le digo a nuestra amiga Julia, se trata de un intento de homenaje a un primo hermano de mi mujer que tuvo la desgracia de contraer esa enfermedad rara que mencionaba en mi anterior respuesta. En "Una sonrisa bobalicona", doy voz en sentido figurado a mi suegra, en los primeros estadios del terrible Alzheimer, y a continuación a su hija leyendo el imaginario diario de aquella.
EliminarMuchas gracias, de nuevo, por tu interés.
Un fuerte abrazo.