Al llegar a
casa el otro día, y no sabría decir porqué, me fui directamente hasta donde suele
reposar la guitarra clásica para relajarme tocando un rato; hacía ya meses que
no le hacía caso y claro, aquello sonaba fatal… tanto por ella que estaba ya muy
desafinada, como por mí que había perdido parte de la poca técnica que poseo.
Pero esta vez no es que sonara igual de mal que en otras ocasiones anteriores análogas,
no, más bien era como si de sus cuerdas surgiera un grito de lamento, de
tristeza. Hasta juraría que desde la habitación donde guardo la acústica, esta
le respondía con una retahíla de sonidos similares… Enseguida intuí lo que le
pasaba a mis guitarras: también estaban de luto y se solidarizaban así con aquellas
que ya nunca más gozarán con el Arte del Maestro.
Imagino, Paco, que serán cientos las que
tuvieron el privilegio de ser acariciadas por ti, extrayendo de sí esas maravillosas
músicas como si de gozosos gemidos de placer se tratara. También estoy
convencido de que, cual sultán con amplio harén, tendrías tus favoritas, aquéllas
que por razón de su mejor construcción, o simplemente porque tus manos les
sacaban mejor partido, o por un simple capricho de genio, te acompañaban allá
por donde tus innumerables compromisos profesionales demandaban tu presencia debido
a tu calidad como guitarrista único y genial. Pero hoy todas, favoritas o no,
se han quedado huérfanas; huérfanas de atención, de caricias, de ese roce
contra tu cuerpo para componer danzas celestiales; huérfanas de cariño, en
definitiva, por cómo correspondían a tu arte inundando el espacio con unas
melodías que diríase rozaran la perfección.
Y eso que tu música podría gustar más o
menos, o incluso no gustar nada, que para gustos surgieron los colores, en este
caso los estilos musicales; pero en lo que pusiste a prácticamente todo el
mundo de acuerdo, cosa harto difícil en este mundo «raro» en el que nos ha
tocado vivir, es en considerarte como el número uno de la interpretación cuando
de la guitarra clásica en su versión flamenca estamos hablando.
Nosotros, los mortales, nos
conformaremos con tu legado inmortalizado en forma de grabaciones, tenemos esa
suerte, pero, ¿y tus guitarras? A las mías ya las iré consolando yo poco a poco,
y llegará el día en que recuperen su estado de normalidad, pero, ¿quién lo hará
con las tuyas?, ¿cómo y cuándo conseguirán la paz tus guitarras, extrañándote
como lo hacen?
Patxi Hinojosa Luján
(21/04/2014)
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