(Imagen extraída de la red Internet)
No quisiera parecer cínica, tampoco hacerme la simpática ejerciendo de
didáctica, pero confesaré que hoy me he despertado más metódica que romántica sin
por ello dejar de sentirme un tanto ridícula.
Puede que, según avancéis en la
lectura, corra el riesgo de que me tachéis de fanática de la fonética, mas debo
compartir que me resulta tan lógico aplicar la Lógica de la acentuación como
mágico es derramar una lágrima si lo es de felicidad. Por cierto, no todas mis
compañeras hacen lo primero y pocos consiguen lo segundo.
No debéis temer, quiero pensar
que no sentiréis vértigo por la acústica de esta lectura y que podréis
comprobar enseguida que esta película no va de Física o Química, sino de una
rápida y cómica reflexión, menos drástica y más humorística de lo que pudiera
aparentar visto desde el vértice superior de la página.
Os contaré un secreto: antes de comenzar
nada, en una acción mecánica, me tomo de manera figurada un cálido y aromático
café, evitando siempre recipientes de plástico. Vamos, todo un clásico… Después
de ello, con el cuerpo eléctrico, estoy ya preparada para visitar recónditos y
fantásticos lugares en tránsito con mi imaginación y la de tantos otros, aunque
en ocasiones me tracen con líneas rústicas y yo me ponga nostálgica.
¿Que quién soy yo, aún no lo
habéis adivinado? Soy una palabra, Esdrújula, y no soy única, no, soy tan esdrújula
como lo son las otras cuarenta y siete compañeras de este texto con las que me identifico
y fusiono. Porque no me negaréis que sí soy auténtica, que yo sí respeto mi
nombre y la estética ortográfica acentuándome en la sílaba correcta, la
antepenúltima si la Matemática no me falla.
Es por esto que no quisiera terminar
sin incluir mi última pincelada, una pícara pregunta: ¿No es verdad, querida
Aguda, que tú vas por libre y que por eso decidiste ser tan grave como Llana?
Sin duda, un capricho impúdico.
© Patxi Hinojosa Luján
(03/09/2018)
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