(Versión reducida de La habitación del servicio)
(Imagen extraída de la red Internet)
―¿Tú eres mi… mamá y yo tu… hija?
―¿A qué viene esto, Alba, dónde
has oído esas palabras? ¡No será que…! ―Su mirada y ademanes inconclusos
delatan desconcierto.
Luna coge las manos de Alba con las suyas, con una delicadeza
que roza la ternura, y la invita a sentarse a su vera en la blanca mesa trapezoidal.
Están solas.
―Ayer, aprovechando la tarde libre de
la sirvienta y que tú habías salido, entré en su habitación y…
―Así que era eso, me lo temía. ¡Estas
sirvientas de nueva generación sólo nos van a traer problemas! No debí sustituir
a la anterior, aún funcionaba bien; esta serie en fase beta no está probada lo
suficiente y no sabemos qué errores revelarán con el tiempo ―Luna
habla con determinación―. Y dime, esas palabras, ¿las viste o
las oíste? ―Reflexiona―. Las viste, ¿verdad? ¿Cómo lo
describirías?
Alba mira a Luna y, de manera inesperada, esboza algo
parecido a una sonrisa que enseguida desdibuja.
―Lo tenía escondido bajo unas
mantas. Es un objeto rectangular, fino, que se abre en finas láminas de celulosa
donde hay impresas muchas palabras junto a dibujos y fotografías. Ahí leí mamá,
hija y más palabras que no conocía pero que, con los dibujos, he podido interpretar
―Alba hace una pausa calculada, para después añadir―. ¿Sabes qué es… mamá…? ―Luna
permanece callada, enigmática―. Dime, ¿por qué nosotros no tenemos ninguno ni los
conocemos?; ¿o tú sí?
―Verás, Alba… hija… Te contaré
algo…
El Sol se está poniendo con rapidez,
estamos en época de ocasos vivos.
―Esos objetos se llaman libros. Nosotras
prescindimos de ellos pues almacenamos toda la información disponible en
nuestro interior. Pero, para poder mantener cierta suerte de jerarquía familiar
y social, el acceso a los diferentes niveles de conocimientos lo conseguimos de
manera gradual mediante activaciones programadas.
―¿Por eso soy igual de alta que
tú, porque entre nosotras la única diferencia radica en los niveles que vamos
activando? Mamá, ¿ellas sólo funcionan de sirvientas, o se usan para algo más? ―Alba
enlaza pregunta tras pregunta.
―Eso lo habrías sabido dentro de
tres activaciones ―Luna continúa con gesto impasible―, pero te adelantaré algo
mañana, hija. Hoy ya has procesado suficiente información nueva; me temo que se
transforme en emoción y no estás preparada aún.
―Una sola pregunta más, mamá, lo
prometo: ¿De dónde vienen?
Luna, resignada, sabe que tendrá
que responder.
―Ellas son seres vivos, Alba, y
pertenecen a la especie humana, quienes nos crearon. Justo cuando lograron su
versión más perfeccionada, nosotras, sufrieron una pandemia viral mundial tras
la que sólo
sobrevivieron los especímenes más fuertes, algunas hembras.
»Quedaron pocas, nos fue fácil tomar
el control sobre el planeta y someterlas. Venga,
engrasa ya tus junturas y ponte en pausa, mañana nos esperan activaciones anticipadas.
―Entonces, ¿esos hombres que
vi en el libro?
―De ellos, hija, sólo nos quedan los bancos
de semen que logramos salvar para asegurarnos la continuidad de su especie, y la…
Pero Alba ya no escucha, sus circuitos proyectan nuevas
y prohibidas visitas.
©
Patxi Hinojosa Luján
(24/04/2020)
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