miércoles, 11 de noviembre de 2020

A ella

(Imagen extraída de la red Internet)

Estábamos, al igual que tantas otras noches, de charleta con la Luna Llena cuando la Mar ―hermosa y poderosa, mas siempre sincera― nos confesó de repente que para poder presumir de esas tonalidades con que nos seduce, sin importar el humor con que amanezca el día de turno, se inspiró en sus ojos. Pero eso yo ya lo sabía desde el mismo instante en que me reflejé en ellos por primera vez y me convertí en mejor persona. Hoy es el día en que ella todavía se hace la sorprendida si se lo insinúo y, para que no siga por ahí, se apresura a hechizarme con una nueva mirada cautivadora que me desarma como nunca, lo que ocurre siempre.

Que ella es especial lo confirman todos los que han tenido la suerte de conocerla, aunque muchos prefieran hablar de privilegio. Y que me apresuré a subir a su tren con pase VIP, a estas alturas lo sabéis todos, ahora que compartís conmigo cierta inquietud. Resulta que la vida no hace distinciones y sus regalos, a veces envenenados, le pueden caer a cualquiera, aunque eso constituya una injusticia cósmica.

Ella tiene el don de apreciar, localizar y potenciar el lado bueno de las cosas y de las personas, intentando aislar su posible negatividad. Si hay alguna posibilidad de ver algo en colores lo hará porque, se dice convencida, para los sombríos grises siempre habrá tiempo.

Añadiré que ella gusta de envolver cada atisbo de angustia que aprecia en terceros con el colorido papel de regalo que puede simbolizar un amanecer, o una puesta de sol; o de forrar cada revés con una sonrisa de las que traspasan mascarillas. Y va más allá: a cada sonrisa que ve en otros, dobla la apuesta para ganarle la partida al desaliento. Ella es así, no escatima tales regalos de positividad y alegría, tampoco su solidaridad y generosidad.

Ella gusta también de perderse en los litorales pues se encontró en sus principios y ya no necesita buscarse.

Pero a veces…, cuando ella no me ve porque está distraída pensando cómo endulzar otras vidas, soy yo el que me pierdo en alguna playa y hago acopio de arena en mis bolsillos. No pienso permitir que sus relojes se vacíen a más velocidad de la natural mientras quede un hilo de esperanza en nuestro carrete compartido. Y si un día no quedaran más playas en las que perdernos con nuestros sueños, renunciaría feliz a mi provisión para cederle hasta el último de los granos de arena de mi tiempo…

Porque ahora, cuando tenemos más lejos el hola que el adiós, cada vez me asusta menos su valentía y sólo deseo seguir amándola como nunca, como haré siempre.

 


Pongamos que hablo de Susan
(la idea es que se pueda cantar con la música de «Pongamos que hablo de Joaquín», de L. E. Aute)

Equilibrada y responsable
Encantadora y muy jovial
Es compañera en el Camino
Siempre ayudando a los demás

Quién cerca esté no le preocupa
Ella jamás concibe el mal
Así lo siente y no lo oculta
Aunque anteayer la vi dudar

Evita siempre el desconsuelo
Desde un septiembre abrasador
Mas no se olvida aquí en el suelo
Que allí en el cielo a alguien dejó

Sus hijos hablan de optimismo
Los míos de un gran corazón
Las matemáticas despistan
Sumemos: dos y dos son dos

En el sendero compartido
De su vivir con los demás
Cuando tú vas ella ya vuelve
Vas a sentir curiosidad

Y en ese cruce fortuito
Quizá rocéis la perfección
Aunque ella dice que exagero
Pongamos que hablo… de mi Amor
 

© Patxi Hinojosa Luján

(11/11/2020)

2 comentarios:

  1. Susana,unica de belleza,completa,lle na,una sonrisa...Amor,solo Amor.
    Patxi,unico,bondad,jugador de palabras,tu presencia....os Amo,fuerte

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    1. ¡Muchísimas gracias de parte de los dos, querida amiga! Ya sabes que el cariño es mutuo. Muxus y un abrazo enorme.

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