miércoles, 16 de julio de 2014

Diálogos entre líneas


—Yo, ¿podría tener una tablet, como muchos chicos de mi clase?
—En un principio… no me parece una mala idea, no, aunque antes tendríamos que hacer todo lo posible para que te la merecieras. Se me ocurre que, por ejemplo, siendo un buen estudiante y sacando unas «notazas» que fueran la envidia de tus compañeros, ¿qué opinas?
—Si a ti no te parece mal y sólo tienes esa condición, ¡por mí encantado! Ya empezaba a pensar que iba a seguir siendo un segundón —le dijo el coprotagonista de la novela a su autor en un momento de debilidad de éste —¿demasiado whisky?—, que por cierto escaseaban, por lo que había que aprovecharlos cuando se producían.
El escritor cambió algunos párrafos del capítulo que le ocupaba en esos momentos para adecuarlo a las novedades pactadas y continuó con la escritura de su opera prima teniendo en cuenta el nuevo status del personaje del chico.
Pero, paradojas del mundo literario, su personaje ya no volvió a intentar nunca más comunicarse con él: estaba demasiado ocupado con su nuevo juguetito conectándose siempre que podía y en cualquier circunstancia y lugar a la red de redes, por lo que descuidó las obligaciones contraídas y no cumplió su parte del trato. ¡Grave error!
Suerte que nuestro novelista reaccionó a tiempo e hizo los oportunos cambios antes de entregar el manuscrito a su editor, eso sí, con un par de semanas de retraso. A las veinticuatro horas de que esto ocurriera, aquél recibió una llamada de éste felicitándole por el excelente trabajo y preguntándole —simple curiosidad, le dijo— por qué al final había prescindido del personaje de ese chico que en un principio iba a ser el coprotagonista…
… quien, según las malas lenguas ha sido visto en los últimos tiempos intentando cambiar su tablet por un papel, aunque fuera pequeño, en la obra de algún primerizo y noctámbulo escritor, para matar el gusanillo más que nada, porque al fin y al cabo ése es su destino, ¿no?…

© Patxi Hinojosa Luján
(16/07/2014)

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