No sé si la llegaste a ver o no, aunque
en más de una ocasión algunos, entre los que me incluyo, lo reconozco, intuimos
que sí. Pero esa luz blanca, tan mencionada en historias de diversos estilos,
tendrá que esperar, esperemos que por muchos años. Tu fortaleza física y mental
y tu inmensa paciencia, aderezadas por el apoyo constante, incondicional y
prioritario de los que tú ya sabes, tus seres más preciados y queridos, han
conseguido que la puerta al final de ese túnel acabara cerrándose para ti antes
de que llegaras a ella, apagando así esa deslumbrante y nívea claridad; y ello te
permitiera, con un esfuerzo sobrehumano eso sí, girarte esos tantas veces
mencionados ciento ochenta grados para poder mirar y enfrentar la otra cara de
la moneda de la vida, mucho más amable si nos atenemos a lo que nuestra
consciencia mortal nos dicta e indica, y dirigirte hacia ella con toda la
determinación y dignidad que tu estado te permitía.
Y en estas estás, con muchas más
zancadillas superadas de las que una verdadera justicia vital hubiera debido permitir,
aunque aún con retos pendientes para los que, y tú lo sabes, no te va a faltar
toda la fuerza del apoyo y acompañamiento posibles.
Llegados a este punto, y por aquello de
que no me oyes, lo que me daría mucha vergüenza (ya me conoces), puedo decirte
sin rubor que eres un buen hombre, pero también eres un hombre bueno; que aunque
pudiera parecer lo mismo, no lo es exactamente... Hay una sutil diferencia, pero
lo asombroso en tu caso es que cumples a la perfección con las premisas que
definen ambas acepciones. Y créeme si te digo que es sumamente difícil
encontrar personas así, como tú. Y es por ello que se te respeta y quiere
tanto, y es por ello que hemos tenido tres meses el corazón encogido…
Seguiremos en la batalla, camarada. Nadie podrá con nosotros...
Nadie
podrá con nosotros, aunque estuvieron muy cerca ayer…
© Patxi Hinojosa Luján
(31/08/2014)
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