lunes, 23 de marzo de 2015

Equidistancia

       Resulta que hoy, no sé por qué, me ha dado por pensar en las relaciones que se dan entre algunas novias o esposas y sus suegras, esas que para todo el mundo suelen percibirse como muy mal avenidas, y en la posición en que, en consecuencia, aquellas suelen situar al novio o esposo a la par que hijo. Difícil situación, todo hay que decirlo. Muy difícil. Y me viene a la cabeza una resolutiva palabra: equidistancia. ¡Ya!, en teoría en esos casos bastaría con que él la aplicara en las diferentes facetas de la vida para tenerlas contentas a las dos pero, y aquí viene lo bueno, está comprobado que eso ¡es imposible! Aunque hubiera un aparato capaz de medirla con un rigor absoluto, siempre, repito… siempre ambas van a acabar diciendo que el afectado en cuestión está mucho más cerca de la otra que de ella misma, y esto en cualquier situación, tanto temporal como local, lo que terminará por convertir su vida conyugal en un infierno, inapropiada descripción de lo que en un principio se supone debería ser.

       Es curioso, muy curioso, el modo en el que cada uno de nosotros interiorizamos todos y cada uno de los hechos, sentimientos, vivencias, sensaciones y demás componentes de ese todo que va conformando nuestro ser en cada instante de nuestras vidas. Aquella manida frase de «… según el color del cristal…» es y seguirá siendo válida por los siglos de los siglos… Y es que el ser humano es subjetivo por Naturaleza y objetivo solo por las necesidades de apariencia, es decir, por naturaleza también.

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       ¡Ay, amigo, la que liaste al hacer trabajar tanto a tu materia gris! ¿Que por qué digo esto?, muy sencillo, porque como dijiste no hace tanto (total, ¿qué es un siglo dentro de la historia de la humanidad?): «Todo es relativo», o algo así… No te equivocabas ni un ápice…

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       Rizando el rizo, he imaginado cómo sería lograr situarnos en un punto equidistante entre nuestro «tesoro azul», nuestra «amada amante plateada» y la «madre esfera dorada». Tomando como referencia a esta última y considerando que los dos primeros astros estarían en continuo movimiento, aun así sería menos dificultoso ubicar ese mágico punto para un momento dado, porque en este caso solo intervendrían las leyes universales de la Física y no las arbitrarias apreciaciones humanas, tan complicadas ellas.

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       ¡Ay, amigo, la que liaste al hacer trabajar tanto a tu materia gris! No me lo tomes a mal, querido amigo Albert, al fin y al cabo… ¡siempre hay que echarle la culpa a alguien! Eso también está dentro de nuestra naturaleza, ¿o me vas a decir que entre tantos números y palabras no lo contemplabas en tu Teoría de la Relatividad…?

       Aunque, ahora que lo pienso, me da igual, me respondas lo que me respondas yo siempre podré pensar aquello de que… ¡todo es relativo!, ¡tan relativo…!

© Patxi Hinojosa Luján

(23/03/2015)

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