jueves, 19 de marzo de 2015

Otro trozo de papel

      
A mí no me engañas, hermano. Tranquilo, ya sé que esa nunca ha sido tu intención, tampoco para con los demás. Pero esta mañana, tu elegante introspección disfrazada de madura literatura me ha impulsado a realizar un recorrido nostálgico, no voy a negarlo, por el blog de tus alivios emocionales, y lo he visto claro.

       A mí no me engañas, hermano. Sé de sobra que incluso si ese tremendo disgusto, al que maldigo, no hubiera llegado a vuestras vidas, ese que hace que tengas que soportar como pétrea losa una mochila tan pesada que pareciera transportar los enseres de toda una comunidad haciendo el Camino, ese emotivo homenaje también hubiera visto la luz. Es algo que está escrito en tus genes, y tú a esos les tienes fe, y mucha.

       Ayer noche me estabas poniendo al corriente de la situación, de las dos situaciones, la física de ella y la anímica tuya, y a ti se te desgarraba el alma mientras, pensando en voz alta en esa línea telefónica que unía nuestras almas con una salada lágrima común, no hablaba sino tu corazón, tu asustado corazón. Yo, al otro lado, y respetando tus momentos de desahogo y tu deseo de soledad, me iba empequeñeciendo por momentos. Es lo que tiene intentar animar a un ser querido y ser consciente de que solo te crees el noventa y nueve por ciento de lo que le dices, aunque lo hagas con todas tus fuerzas.  

       No sé si aquel primer trozo de papel existió o solo fue un ardid literario que, como buen escritor, te permitiste el lujo de utilizar con el fin de explicar mejor y potenciar esos sentimientos ya de por sí bien dibujados, claros y definidos, pero sobre todo fuertes, sinceros y asentados en ese tiempo eterno de vuestra relación. ¡Qué más da! ¿Treinta años?, ya ves que no son nada por lo rápido que han pasado. Ahora tenéis que afanaros en cumplir el contrato que indicaba aquello de «… prorrogable a otros treinta si ambas partes están de acuerdo», porque fue así, yo estaba allí y lo oí; y ayer un pajarito me confirmó que sí, que los interesados lo están…

       A mí no me engañas, hermano. Esta vez tu particular trozo de papel ha sido más virtual que otra cosa. Y ahora, permíteme que sea yo el que utilice una imagen literaria para confesarte que te he imaginado muy bien mientras leías en tu corazón a la par que utilizabas como improvisada pluma una de tus propias arterias alimentándola con la tinta roja de tu sangre y así lograr reflejar tan bellos sentimientos. Esta vez, hermano, lo tenías tres años más fácil…

***

       Pero por si acaso, hoy y ahora voy a pedirte un favor: vuelve a mirar en el bolsillo de aquel viejo abrigo de paño negro, esta vez en el izquierdo…


Por referencias:




       PD: Oscar, adivina qué álbum he estado escuchando, y en qué formato, mientras intentaba unir estas torpes palabras…

© Patxi Hinojosa Luján – Para Lou y Oscar, para Oscar y Lou

(19/03/2015)

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