sábado, 21 de abril de 2018

En tercera persona

(Imagen extraída del cartel anunciador de la obra «La tercera persona» de Ava Hocsem)


X es una persona especial. Cómo no, si todas las personas lo son. Z lo va conociendo poco a poco, sin prisa, no la hay. Pasan los días y, algunos de ellos, X le muestra una costumbre nueva, otros un gesto que Z no identificaba como tal; a veces una manía inconfesable, uno de sus muchos defectos, también un placer oculto, una pasión… Lo hace siempre sin teatralizar, con naturalidad, como quitándole importancia, y Z se siente tan a gusto con esa falta de pudor, que la complicidad va enraizando entre ellos.
En ocasiones Z se pregunta hasta cuándo durará así esta relación, mas enseguida desaparece tal inquietud al entrar en escena la nueva revelación de turno. Se aprecia con claridad que a Z le gusta cómo es X, que lo aprobaría sin dudarlo si esto de un examen se tratase.
Que X ama escribir es bien conocido por todos, pero Z acaba de descubrir hace unos párrafos que a veces, aunque sólo a veces, lo hace enmascarando la primera persona que correspondería al texto en una tercera que coquetea con el desapego.
Es extraño, pero desde aquel momento Z teme enfrentarse a los espejos y pasa de largo ante ellos con los ojos cerrados, temblando como un niño ante un payaso diabólico que le acosara. El temor a quedarse sin confidencias es manifiesto en él, ahora que creía conocerse mejor.
Y mientras, yo me sorprendo escribiendo en tercera persona, intentando difuminar el desapego, buscando identificarme con cualquiera de esas dos letras, o con las dos…

© Patxi Hinojosa Luján
(21/04/2018)

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