¿Nunca os habéis preguntado, cuando
acabáis de leer una novela que os ha cautivado, adónde irán a morar nuestros
resúmenes mentales, opiniones, valoraciones, sensaciones, continuaciones
subjetivas, finales alternativos y demás ocurrencias de nuestras mentes cuando
ya nuestra atención se va dirigiendo hacia otros menesteres? ¿Adónde irán a
parar todos esos sentimientos de sorpresa, ilusión, emoción, tristeza,
disconformidad, alegría, satisfacción… que inundan nuestra mente
atropelladamente en esos momentos, sin aflorar al exterior, sin plasmarse en
ningún soporte físico, ni siquiera oralmente? Si lo pensamos bien, toda esa
amalgama de sensaciones podría estar condenada a una muerte dulce que sería, en
primer lugar injusta, y en segundo término una pérdida triste e irreparable.
Pero yo no creo que suceda esto último.
En mi fantasía, he visto claramente lo que yo denomino «las páginas no escritas»,
esas que en cada volumen se sitúan entre la última hoja y la tapa trasera, pero
que obviamente no son visibles porque pertenecen a un universo paralelo cuya
llave de acceso obtenemos solo con las oportunas relecturas de los textos en
cuestión.
Y en esas estamos estos días, en que ya
entrado el verano y viendo que yo no puedo tomármelas, mis musas se han largado
de vacaciones sin mi compañía y sin previo aviso, por lo que al estar mi
inspiración bajo mínimos, me refugio, cuando el tiempo libre me lo permite, en «las
páginas no escritas» a las que todavía sigo teniendo acceso, donde en cada
visita encuentro algún nuevo matiz que en ocasiones anteriores me había pasado
desapercibido; tal es la magia de la literatura...
Patxi Hinojosa Luján
(28/06/2014)
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