Escena I
Alessia,
Evita, Lucena y Maitane están charlando (sin que las oigamos) mientras pasean. Ven
un par de bancos y se sientan.
Evita: Primero lo de las citas para las entrevistas, sin que pudiéramos
contarnos nada unos a otros ni antes ni después, y el lunes ella toma la
iniciativa y nos convoca a la cena de amigas de mañana sin siquiera habernos
puesto de acuerdo antes entre todas, como ha sido costumbre desde siempre.
Alessia: No sé lo que estará tramando Claire, pero está muy, pero que muy rara. Y
encima hace que nos sintamos mal porque lo estamos hablando entre nosotras cuatro
cuando en teoría no tendríamos que hacerlo porque lo tenemos prohibido. (Gesto de «puchero»)
Lucena: ¡Somos maaaaaaaalas!
Alessia: No, solo un poco traviesas.
Maitane: Muy traviesas, y no solo por esto, chicas. (Más
risas)
Evita: La culpa es suya, a quién se le ocurre decirnos que mantengamos algo en
secreto, si es cuando más ganas se tienen de contárselo a alguien.
Lucena: ¡Y que lo digas…! (Risas sin control)
Alessia: Cambiando de tema, como ya sabéis, retomé a partir del pasado viernes el
contacto con Carlo, mi hermano; me ha dicho que coincidió contigo en la
consulta de Claire, Maitane.
Maitane: Así es. Yo ya le conocía de vista, de verle un par de veces en el patio
de la escuela, recogiendo a tu hijo de la clase de Lucena. Aunque es cierto que
al principio no lo reconocí, el otro día en la sala de espera nos presentamos
formalmente, aunque fuera de una manera un tanto atípica.
Alessia: ¿Atípica, qué quieres decir con eso?
Maitane: Básicamente que no le oculté que tenía una mala opinión de él por lo que
tú nos habías contado, aunque al momento me explicó lo del malentendido y lo de
vuestra reconciliación y la conversación perdió la tensión que tuvo durante
unos instantes, que fueron más bien breves.
Alessia: Sí, ese encuentro ha supuesto un gran alivio para mí, y pienso que para
él también.
Evita: ¡Hay que ver cómo eres, Maitane, tú siempre tan directa! (Risas)
Lucena: Hiciste bien, Maitane, intentando hacer ver al Carlo de antes de la
reconciliación que no era santo de nuestra devoción. ¡Cómo podías saber todos
los detalles sobre su postura si ni siquiera Alessia los conocía hasta hacía
unos pocos minutos!
Alessia: Por cierto, Lucena, cambiando de tema otra vez pero enlazando con lo
anterior, ¿qué tal Ismael en clase? Tengo miedo de que con las nuevas
actividades extraescolares se haya descentrado. Su padre y yo queríamos
inscribirlo a una academia de Música para estudiar Solfeo y él nos puso una condición:
que iría solo si le dejábamos apuntarse al equipo de fútbol del barrio en el
que juegan varios amigos suyos; así es que de repente tiene esas dos nuevas
ocupaciones.
Lucena: No tengas cuidado, tu hijo sigue tan atento y participativo, yo lo veo
igual que siempre. No es el mejor de la clase, pero tampoco hace falta que lo
sea.
Alessia: Me tranquilizas, amiga. (Y, dirigiéndose a sus tres
amigas) ¿Hace una cerveza, chicas?, podemos celebrar, por ejemplo, que ya
no tengo guardia hasta el domingo…
Lucena: … y que yo no tendré que lidiar con mis fierecillas hasta el lunes.
¡Hace! ¡Bendito viernes tarde!
Maitane: ¡No tendrás no, no tendremos que lidiar!, (risas)
porque las mías no son fierecillas sino fieras con las hormonas bien revueltas.
¡Hace!
Evita: Yo el domingo no tengo que madrugar…, aunque lo que es mañana sí que tendré que oler algunos pies
más aparte de los míos durante tooooooda la mañana (Risas
de las cuatro). ¡Pero por mí también hace! ¿Seguro que te sentará bien
la cerveza, Alessia?, tienes cara de cansada y de sueño.
Alessia: ¡Seguro! Reconozco que tienes razón, pero estate tranquila. (Esboza una sonrisa) Me has hecho recordar algo: Alguien
nos definió una vez a los anestesistas como «gente medio dormida atendiendo a
gente medio despierta»; (pausa, pensativa) y no le faltaba razón,
yo me paso media vida así, a veces medio dormida, a veces medio despierta…
(Continúa...)
© Patxi Hinojosa Luján
(28/06/2017)
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