Desde el
mismo instante en que se conocieron, no pararon de contarse cosas, en muchos
casos intimidades, de sonreír, de soltar carcajadas, incluso. Parecía que ambos
habían sido víctimas del «flechazo» de Cupido y no pensaban más que en ese
momento que compartían. Ni siquiera la brusca aparición (así les pareció a
ellos al estar tan concentrados en conocerse) de un agente de la autoridad
solicitándoles el oportuno documento les hizo apartar su mente y su atención de
aquello que los tenía ocupados, y casi ni vieron desaparecer la silueta de
aquel cuando siguió con su cometido mientras se alejaba.
De pronto, sobresaltada, ella dio un
salto. No se había percatado de que el tren de cercanías estaba desde hacía
unos instantes en la estación en que debería haberse apeado, y se disponía ya a
proseguir su marcha, justo en el momento en el que los pies de ella acabaron de
posarse sobre el andén, más pesadamente de lo habitual.
Y ya no volvieron a coincidir nunca más…
La imaginaria flecha se había roto en
mil pedazos y Cupido no pudo sino marcar una «X» más en la columna de los
fracasos. La verdad es que no había comenzado bien la semana, no… —Me estaré
haciendo mayor, me falla la puntería demasiado últimamente— se dijo, y partió
en busca de un nuevo reto con la esperanza de, esta vez, obtener un mejor
resultado.
Patxi Hinojosa Luján
(26/02/2014)
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