jueves, 31 de agosto de 2017

No más monstruos


El amanecer ha reincidido con las cosquillas de sus primeros rayos despertando a mi compañero de fatigas, envolviéndolo en una calidez que solo será protectora hasta que constate que necesita algo más, bastante más. Yo he quedado en un segundo plano, pero no se lo reprocho a la ardiente esfera, más temprano que tarde actuará igual conmigo y yo tengo por máxima no cuestionar los regalos, ni en su cantidad ni en su oportunidad.
Como cada mañana saco a pasear mis necesidades y expectativas para que se aireen al mismo tiempo que mis ideas, mas debo hacerlo esquivando miradas de desagrado y desprecio. Las de odio también nos acorralan, se distinguen con cruda claridad porque acostumbran a acompañar al brillo de los ojos rojos, ceños fruncidos y mandíbulas y puños apretados como si les fuera la vida en ello; pero se mantienen, cobardes como sus poseedores, algo más alejadas, no en vano mi compañero ha aprendido a mostrarles sin disimulo sus colmillos cuando nos ve amenazados, lo que nos suele servir como medida disuasoria, solo a veces...
Utilizan también la violencia verbal con fluidez. Con ella nos apremian a que abandonemos un espacio que los de su clase no frecuentarán jamás, y nos exigen que no volvamos. Nos amenazan con uniformes y leyes, con desprecio, con la violencia de Goliat contra un David que aún no ha conseguido pasar la ITV de su honda.
*
Esta mañana me he propuesto, una vez más, erradicar de mi mundo unos monstruos, los más temibles, los que nos acechan a plena luz del día: urgencias, exigencias, prejuicios, cobardías, malos modos, violencia…, y como cada mañana me escondo tras la excusa de que eso no depende de mí, nada de eso. El tenue alivio que me invade no consigue esconder un punto de frustración y otro de vergüenza.
**
Un día más aireo el mismo propósito de los anteriores y me parapeto en mi restaurada excusa de que alcanzar mis anhelos ya no solo depende de mí. Me envuelve un alivio aliñado de esperanza. Sigo soñando.
***
Amanece un día que no va a ser otro más. Esta vez los primeros rayos me han visitado antes a mí. Recojo mi modesto campamento y hago limpieza en lo que ha sido nuestro hogar durante los últimos meses, el banco merece estar aseado cuando lo utilicen otras personas, y esas personas se lo merecen tanto o más que aquel. Es cuestión de respeto y de sentido común, tan solo. Mientras, mi compañero se mueve en círculos meneando la cola, feliz, sabedor de que viajaremos sin sentido ni dirección fijos ahora que caminamos por la senda adecuada, una senda en la que ya no aceptaremos más monstruos.

© Patxi Hinojosa Luján
(31/08/2017)

sábado, 26 de agosto de 2017

La delgada línea


Recupero la consciencia, parece ser que he estado dormida un buen rato.
Inspecciono lo que abarca mi nublada mirada y constato que me encuentro sola en mitad de una estancia en la que la penumbra no consigue disimular la blancura de paredes y techo. Intento recordar todo lo que aconteció antes de sumirme en el letargo que me ha privado de un tiempo indeterminado de realidad y lo hago poco a poco, como a plazos pagados con dificultad.
Enseguida deduzco que la operación ha debido de salir bien porque no hay señales de cuidados intensivos, ni tan siquiera especiales, y no ha quedado nadie para poner en mi conocimiento indicación alguna. Intento incorporarme a cámara lenta, pero a mitad de maniobra echo en falta un extra de energía y me dejo caer. «Tú sabes hacerlo mejor» —me digo— y lo vuelvo a intentar, esta vez con éxito.
Una vez erguida, abandono el sillón —que no es tan incómodo como dicen por aquí— y salgo de la estancia por las puertas abatibles que me recuerdan que mi trabajo en el quirófano acabó hace rato. Decido, aunque no me creo en absoluto, que no volveré a aceptar nunca más el doblar guardias, cada vez me cuesta más librarme del sopor que aparece con el cansancio y me invita, en un ejercicio de sutil seducción, a traspasar la delgada línea, la que separa la vigilia del sueño más profundo.
Recuerdo algo y río con ganas: Alguien nos definió una vez a los anestesistas como «gente medio dormida atendiendo a gente medio despierta»; y no le faltaba razón…

© Patxi Hinojosa Luján
(26/08/2017)

viernes, 25 de agosto de 2017

El descarte


Recordando me ves mi torpe olvido
Realojando en su urna la decepción
Dejándome arrastrar por la sedación
Recuperándome aún de aquel ruido

Me confías tu plan envejecido
Descartada ya una segunda intención
Se intuye una nueva reconciliación
¿Me dejo llevar por ti y reincido?

Sé que para mí siempre fuiste un mito
Mas siempre me refugié en mis baluartes
Tan frágiles cual férreo es el granito

Y aunque retomaras tus finas artes
Y aliñaras mi plato favorito
Yo… ya me descarté de tus descartes

© Patxi Hinojosa Luján
(25/08/2017)

miércoles, 23 de agosto de 2017

Sombra en Madrid (Un soneto a Joaquín)


Sombra en Madrid
(Un soneto a Joaquín)

Hoy Tirso de Molina vendería
A su convidado de piedra obrera
Incluso a la mejor espigadera
Por conseguir una zona sombría

Hoy que el Sol ataca desde Gran Vía
Oficinistas blindan su trinchera
Sofoca su fuego una camarera
Y un Tribunal condena al nuevo día

De labios pintados habló el canalla
Que del metro emergió en su gran actuación
 Pero dijo algo más de la metralla

Si me sobran menos noches que pasión
Si tengo que atravesar la muralla
Que sea en aquel Caballo de Cartón

© Patxi Hinojosa Luján
(23/08/2017)

viernes, 4 de agosto de 2017

Solitario, pero menos


No sé cómo he podido llegar hasta aquí, pero sí sé que ya no habrá vuelta atrás…
***
Los veo levantarse de sus sillones y aproximarse, desconcertados, hasta mi posición; mientras lo hacen, murmuran entre sí palabras que me resultan incomprensibles, absurdas.
—¡¡No se acerquen, que no respondo!! —Acierto a decir sacando un poco la cabeza del pozo donde me ha encerrado mi nerviosismo.
¡No, por favor, no le haga daño! Ella no es responsable de nada, es inocente, ¡se lo juro! responde el director de la peculiar asamblea, acercándose a mi posición con prudencia mientras relaja el nudo de su garganta al aflojar el de su corbata.
—¡Alto, ni un paso más! —Añado, ahora con más convencimiento—, tienen que volver a oír mis condiciones y aceptarlas, de lo contrario…
—… ¿Qué?, ¡no irá a hacerle daño! —Corta el jefe que ya ha mandado sentar a los demás miembros de su junta de gobierno; se aleja un par de metros por precaución.
—Si la restituyen y anulan la prohibición de su uso, les prometo que se la devolveré intacta; si no, quizá me vea obligado a ofrecerles la representación de una tragedia en directo, aténganse a las consecuencias…
—¡Ah! Ya entiendo, ahora lo veo claro: usted es el loco que nos envió aquellas amenazas tan ridículas, a las que, por cierto, no dimos ninguna credibilidad.
»Se lo ruego una vez más, no haga más tonterías, déjela libre; ella es un icono para todos nosotros, el símbolo de nuestra exclusividad.
»… Y ya dijimos en rueda de prensa que la nuestra no era una prohibición absoluta, sino una recomendación; encarecida, eso sí. No hacía falta llegar a esta pantomima.
—¡No mienta más!, usted sabe tan bien como yo que plantearon su exclusión como definitiva —Recompongo mi figura para teatralizar mi alegato final:
»Se lo advierto por última vez: si no nos devuelven el uso de la tilde para nuestro «solo» menos solitario, asistirán a una amputación, la que sufrirá esta letra. Me llevaré la virgulilla de la «ñ» como trofeo; ustedes verán para qué les sirve una segunda «n» y cómo reescriben sus tratados de Historia, sus libros de Literatura

© Patxi Hinojosa Luján
(04/08/2017)

martes, 1 de agosto de 2017

El solar (y 3)


Al final va a resultar que el todopoderoso tiempo, sin dejar de alardear de su lógica indescifrable, toma una nueva dimensión para los que, como yo, ya han dejado de ser. Veréis… En este nuestro momento, tan atemporal, los plazos de permanencia han vencido y lo que una vez nos definió como ente físico ya no descansa en la misma zona del solar que tantas veces contemplé con aquella mezcla de intriga, fascinación y atracción; no encontraría forma alguna de asegurarlo sin que pareciera un verdadero disparate.
Mas no tendría que ser consciente de nada de esto, a no ser… ¡sí, va a ser eso…! Interiorizo que quizá no sea del todo erróneo considerar que en mi caso, como en otros muchos, haya quedado algún tema pendiente, y algo parecido a una visión evoca el brillo del estilete pegado a mis restos.
¿Alguien estuvo atento y rápido para hacer desaparecer el arma de su crimen en el lugar y momento oportunos? Claro, ¿qué le importaba a quien fuera que se descubriera durante el traslado, manchado con el rojo de su víctima, si no se abriría ninguna investigación al haber prescrito el delito…?
¿O no? pienso, incrédulo, mientras retiro mi irreal vista de la nueva visión que presenta mi mano izquierda, bajo la derecha, empujando aquel acero en el espacio justo que latiría al son de mi corazón por última vez. ¡Oh, no!
El solar… Sonará a desvarío, pero añoro el solar de enfrente, el que albergaba mi hogar, con aquella ventana siempre tan abierta…

Para Oscar, él ya sabe por qué…

© Patxi Hinojosa Luján
(01/08/2017)