jueves, 28 de abril de 2016

Tristeza perenne


Sentada en torno a una mesa, una familia se dispone a compartir unos platos y, sobre todo, a disfrutar de la compañía de sus allegados, que lo valoran como un regalo divino. Celebran que pueden celebrarlo. En los últimos tiempos han tenido pocas ocasiones de festejar algo tan importante. En el jardín donde está ubicada aquélla se respira una atmósfera tranquila, sosegada, que coquetea con el silencio… y con la tristeza.
La pareja de más edad, padres de uno de los comensales, intenta esconder sus miradas acuosas cada vez que la dirigen a alguien y la imagen es emborronada por cataratas, de los dos tipos, de tanto penar. Unas finas agujas —aunque éstas, producto de la angustia, sin veneno adicional— invaden, en equivocada acupuntura, sus cansados corazones que laten despacio, bajito, para así no importunarlas y que no se claven más… profundo. Esto hace que incluso suspirar se convierta en una peligrosa maniobra, a pesar de lo necesario que les sería. En todo caso, han aprendido a soportarlo, aunque no sean capaces de simultanearlo con ni siquiera esbozos de sonrisa.
Con frecuencia fijan su atención en él, casi siempre de reojo. Se refugian en el recuerdo de cuando aún no había descendido a los infiernos, pero también en el deseo de que pueda al fin salir de él limpio para siempre… su hijo, su querido hijo. Saben que si lo consigue, si lo consiguen, no será sin pagar un alto precio, a añadir a lo mucho que llevan gastado hasta el momento en el plano emocional, salido de ese fondo que tanto les cuesta aprovisionar.
Él aparenta normalidad, pero su expresión ya ha perdido para siempre el resplandor que poseía cuando, siendo un joven y prometedor músico, quiso comerse el mundo y fue el mundo el que se lo merendó a él junto a casi todas sus ilusiones.
Sus padres saben que estos momentos son prestados, más bien un regalo de no saben quién, y se empapan de ellos hasta embriagarse de una efímera felicidad mientras tararean para sus adentros la nueva canción de su hijo, que una vez más temen que pudiera ser la última…
***
El espectador furtivo que observa y analiza tan emotiva reunión familiar y que ha escrito estas líneas que acabo de haceros llegar, decide que ya es momento de abandonar el espionaje…
—Tienes pañuelos de papel en la guantera —se dice a sí mismo cuando, caminando hacia el coche, se frota los ojos intentando recuperar algo de claridad en su visión.
Él también conoce la nueva canción de nuestro protagonista, como tantos otros. Mientras conduce, la canta a pleno pulmón, nadie podrá oír un posible gallo. Él si puede sonreír, y no lo evita…

© Patxi Hinojosa Luján
(28/04/2016)

lunes, 25 de abril de 2016

A por la otra mitad


(Soneto fecho «casi» al itálico modo y dedicado a mi «parecida» Marian en su cincuenta cumpleaños)

Es mi hermana y su corazón resuena
Latiendo con ritmos de abecedario
A los AC/DC oye a diario
Madre con su cara de niña buena

Apenas aparenta la treintena
Y acaba de llegar a los cincuenta
Por ahí se declara, se comenta
Que este tema en absoluto le apena

Amable, luchadora, cariñosa
Harto frecuenta sus reinos de humildad
Labor que no le resulta gravosa

Todos, sí, valoran tanto su amistad
Que nuestra querida Marian, dichosa
Decidida encara ya su otra mitad

© Patxi Hinojosa Luján
 (25/04/2016)

domingo, 24 de abril de 2016

De par en par


Tiempo atrás, al cerrar la ventana de la vida por enésima vez, se me hizo de día; ahora sé que aquella luz no era todo lo natural que yo hubiera esperado.
Tarde me di cuenta de que nunca habías estado, porque nunca habías dejado de querer no estar. Quizá por ello, cuando en nuestra última noche la culpabilidad te despertó de madrugada y topaste con mi máxima desnudez, aferrándote a ella me regalaste una despedida de roces, caricias y sudor compartido aliñados con silencios que, a pesar de todo, guardo bajo siete llaves como recuerdo de lo que no fue.
Al final también me abandonó tu presencia corpórea, cuando fue a reunirse con tu voluntad, y al abrir la frecuentada ventana se me hizo de noche. A partir de entonces, he aprendido a convertir en luz esa oscuridad, en alegría la tristeza, en brillo todo lo mate; las tinieblas ya no encontrarán en mi mundo más noches en las que agazaparse.
***
Desde hace pocos meses tengo unos nuevos amigos de toda la vida, y esa es ya otra historia que me llegó cuando mantenía todas las ventanas cerradas para ti; cerradas de par en par…

© Patxi Hinojosa Luján
(24/04/2016)

viernes, 8 de abril de 2016

Dudas


Aun buscando en lo más hondo de mí
No lograba discernir si huía de algo
O si, más bien, buscaba a alguien
Cuando amanecí en aquel cruce de vías.

Donde entre matutinos bostezos te recuperé
La coyuntura aproveché, la hice mía
Y en estos tiempos en que ya nadie fía
Decidido y sin dudar, mis dudas te regalé.

A partir de entonces tú ya no sabías
Si huyendo te encontrabas de alguien
O era sólo que andabas buscando algo
Algo inconfesable en mí.

© Patxi Hinojosa Luján
(08/04/2016)

miércoles, 6 de abril de 2016

Primavera otoñal


Hoy intento bucear, aunque no me sumerjo
Sino en selváticas espesuras
Cuyos soberbios gigantes nos desafían
Mientras exhiben tallos en floración
Que semejan guiños a la belleza
Provocando a los artistas del color
Y yo me quedo a vivir en ellos.

Pasado mañana, cuando me despierto
Intimo con las hojas que, suicidas
Huyen en vuelos otoñales sin motor
Dejando esqueletos desnudos
De aquéllos que antes lucieron orgullosos
Su majestuosidad
Y que tardarán en cubrirse
Unas pocas estaciones
Con trenes de paso
Hasta lograr recuperarla.

Entonces sigo mi camino
Que pierdo por momentos al estar
Aliñado con múltiples encrucijadas
Aunque siempre lo encuentro allí mismo
¡Ay, primavera!
Sí, allí mismo
Según se estornuda
A la izquierda.

© Patxi Hinojosa Luján
(06/04/2016)