jueves, 15 de noviembre de 2018

Impostor

(Imagen extraída de la red Internet)

En ocasiones me sorprendo alumbrando ocurrencias aspirantes a ideas que pocas veces resultan tocadas por la originalidad. Si consigo simultanear dos o tres, las mezclo hasta que queda una masa uniforme que dejo reposar en su materia gris; y cuando considero que ya está lista, la espolvoreo con unos toques sutiles de despiste, una pizca de osadía y unas gotas de ensoñación. Esto permite que me camufle dentro del selecto grupo sin que nadie se percate de la jugada; así consigo pasar cortas temporadas haciéndoles creer que yo también estoy tocado por ese don que ellos sí poseen, y con el que juntan palabras con tanta clase que acaban creando siempre elegantes danzas lingüísticas. Puedo asegurar aquí que a menudo éstas se adivinan como lo que son, bellezas surgidas de mentes bastante más brillantes que, por poner un ejemplo, las que vacían bolígrafos y falsas sonrisas en diversas ferias del libro entre denigrantes episodios de histeria colectiva, y ello no sin antes haber malgastado tinta y talento ajenos.
 Retomando las confidencias iniciales, debo confesar que gracias a momentos como aquellos logro sentirme importante, porque aunque ayer decidí apostar por mis sueños, y mañana sin falta me pondré a ello, hoy, muy a mi pesar, no sé qué hacer nunca; además, el problema se agrava al constatar que mis «hoy» parecen clonarse unos a otros…
Mas cada vez soy más consciente de que mi disfraz de bufón está ya tan ajado que sus rombos apuntan al mismo desgastado color, casi un tono más en la escala de grises; pero mientras les siga distrayendo con él, confío en que aún tarden en ver en mí al impostor que, sin duda, personifico… 

© Patxi Hinojosa Luján
(15/11/2018)

miércoles, 7 de noviembre de 2018

Perpleja

(Imagen extraída de la red Internet)

Llevaba puestas sus mejores galas, como hacía siempre; unas vestimentas oscuras rematadas en sus bordes por vistosos y elegantes encajes cual cenefas. Buscaba y rebuscaba, tanto en las tranquilas aguas de aquel lago como en la pista forestal que lo circundaba, pero no conseguía verlo. Aquello era imposible. Imposible de nuevo... Un escalofrío recorrió su ser, aunque ella no sabía lo que era eso. Estaba perpleja.
Éste no debía haber sido un encuentro más, sino una extraordinaria segunda oportunidad, la definitiva; no en vano ella se jactaba de sus conquistas al primer intento; siempre, todas… No podía permitir un nuevo desafío al destino, ni tan siquiera uno.
La primera cita con el apuesto galán resultó no ser una cita al uso, nunca antes había sufrido una humillación semejante: todo aquel que recibía su invitación se presentaba sin dilación, pero no ocurrió así entonces y aquél no acudió... Y tampoco en esta ocasión. Su perplejidad iba en aumento.
Sin duda era una situación atípica, insólita. Por un instante infinitesimal dudó y hasta pensó en la posibilidad de modificar algo su estrategia de seducción, la que desde siempre le había dado resultado a la primera. ¿Qué podría estar pasando en el mundo para que a alguien de su naturaleza se le ninguneara de semejante modo? La respuesta fue la falta de respuesta y tuvo que aceptar que tal provocación derivaba de manera inexorable en un necesario tercer intento que dudó en posponer sine die.
Se refugió en un pliegue del tiempo para recapacitar. Pensó que a pesar de conocer bien la costumbre de los humanos de fiar toda su existencia a hojas de rutas que siempre acababan renombrando con el cómodo nombre de «destino» para así huir de cualquier responsabilidad, no se reconocía como la que era, la mejor y más inmisericorde saboteadora de brújulas del universo. Todo esto había sido ya demasiado…
En un paraje temporal paralelo, el apuesto galán encaraba un nuevo propósito de enmienda al escapar doblando esquinas cómplices; había decidido, por segunda vez en un muy breve espacio de tiempo, empezar a cuidarse.
Y ella, deprimida aún, decidió citarse a sí misma para así acabar con semejante humillación, mas la Muerte sufrió un tercer y afortunado plantón, en esta ocasión de sí misma. ¿Acaso pensó, ilusa, que la Vida se lo permitiría…?

© Patxi Hinojosa Luján
(07/11/2018)