viernes, 31 de julio de 2015

Blue Moon



Hijos míos, hoy por fin os será permitido acompañarnos. Va a ser vuestra primera vez y me gustaría que disfrutarais tanto como nosotros ante el magno espectáculo que vamos a presenciar. Podríamos calificarlo como el de vuestra transición a la pubertad.
Sí, ya sabemos que en más de una ocasión os han tentado vuestros primos, los sedientos, para que fuerais con ellos en noches similares a esta y que os lo hemos prohibido, algún día entenderéis por qué; pero no os engañéis, ni el día de hoy acabará con un anochecer cualquiera, ni la suya es una compañía conveniente.
Veréis, esta noche Selene, que así se llama la Dama, saldrá de paseo por segunda vez en el mismo ciclo del calendario, por lo que lucirá un traje de gala especial para la ocasión; espera que todos nosotros vayamos a saludarla porque esto no sucede más que una vez cada tres años. Y ya os hemos explicado en más de una ocasión lo importante que es ella en nuestras vidas porque guía nuestros designios y es sabia consejera. De hecho, ella fue quién nos advirtió de que no nos fiáramos de esos parientes no tan cercanos.
Llegó el momento. Salid todos, amada compañera; hijos míos, vosotros también. Contemplad esta maravilla de la Naturaleza. Nunca habréis visto la noche tan azul. Regocijaos ante tamaño prodigio…
Y ahora, ya sabéis lo que tenemos que hacer.

***

¡Cómo me gustan los vuestros, los nuestros! Transmiten paz, belleza, amor, agradecimiento, empatía con el entorno, respeto hacia él… En cambio los suyos, los de esos primos lejanos, parece que estuvieran invocando el mal para apropiarse de él y guardarlo en lo más hondo de sus atormentadas almas.
No, no me gustan los suyos, estropean la magia reinante; me aterran sus aullidos, siempre tan inquietantes.
¡Ya está!; como siempre, han conseguido nublar el cielo escondiendo a la Dama…

***

Volvamos a la cueva, el ritual ha terminado; lo habéis hecho muy bien, hijos. Como premio, vuestra madre os contará algunas historias que a su vez nos fueron contadas por vuestros abuelos, pero será ya mañana; hoy es tarde y debéis descansar mientras yo salgo a cazar.

*** *** ***

— ¿Os he hablado ya de los colores que suele utilizar Selene en sus vestimentas?, el gris, el naranja, el rojo, el azul… todos tan hermosos, ¡siempre tan mágicos!
—Un montón de veces, mamá, un montón… —exclamaron al unísono los tres lobeznos—, ¿no teníamos que irnos ya a dormir?

© Patxi Hinojosa Luján
(31/07/2015)

miércoles, 29 de julio de 2015

Líneas


Empezaste tu camino un día, hace ya mucho tiempo, cuando este te regaló la madurez necesaria y tú te sentiste preparado para ello. Estabas decidido a no volver nunca, aunque desconocías que no lo hubieras podido conseguir en ningún caso. Solo, de vez en cuando y aprovechando el descanso del guerrero, te girabas ciento ochenta grados para inmortalizar en fotografías sin formatos físicos conocidos todo lo que ibas dejando atrás. Y siempre, siempre, tus ojos dibujaban en tu retina una línea recta delante y otra igual detrás; al final, una única línea recta que pareciera no tener límites y tendiera hacia el infinito.
***
Es lo que tiene esta vida que disfrutamos o padecemos, según el caso, por el préstamo de no se sabe quién: muchos de nosotros pasamos por ella con la insolencia de creerla eterna, sin pensar en su finitud, sin querer pensar en su punto y final. Como si el hecho de no pensar en la «Dama de Negro» pudiera propiciar su ausencia perpetua. ¡Qué ingenuos somos! En general nos engañamos a sabiendas, cuando creemos dejar todo bien oculto bajo la negra tapa de nuestros miedos.
Pero las líneas son engañosas, nos seducen para confundirnos cual mago de feria y, en el momento decisivo, desaparecen como el mejor escapista. Sí, las líneas tienen vida propia, pero nos hacen creer que somos nosotros quienes, al compartir sus momentos, añadimos palabras al libro de su historia. ¡Qué ilusos somos! Son ellas las que deciden cómo, cuándo y hacia dónde nos dirigimos. Son ellas las que deciden su longitud; incluso su grosor, forma y tiempo de uso. Son ellas, en definitiva, las que nos dan y nos quitan todo.
***
Acabaste tu camino un día, hace también mucho tiempo, cuando tu línea se acabó de repente mostrándote el abismo del cambio eterno ante ti, ante sí. Antes de resignarte a aceptar el desenlace, justo en el instante anterior, algo te conminó a mirar hacia abajo y no hacia atrás… estabas justo encima de ese punto que, mucho tiempo atrás, te sirvió de punto de partida para tu experiencia vital, pero el nivel de altura era muy superior. Ese algo, ante tal constatación, te ayudó a relajarte al dar el paso definitivo hacia tu destino.
Ya en el otro lado, sonreíste de manera incorpórea al darte cuenta del motivo de tus más o menos frecuentes derrapes: tu línea no era la recta que percibías, sino una curva, de radio considerable pero curva al fin y al cabo, por lo que en momentos de euforia en los que no controlabas tu velocidad de crucero y hacías trabajar todos los radares de conducta, te resultaba dificultoso no salirte de ella…

© Patxi Hinojosa Luján

(29/07/2015)

viernes, 17 de julio de 2015

Los más bajos…



      Hoy me encuentro raro, diferente. Tengo una extraña sensación que no podría definir como angustia, sino más bien como una ligera desazón. No te miento si te confieso que es porque me he acordado de ti; así, de buenas a primeras y después de tanto tiempo. Si te soy sincero, este hecho me ha pillado desprevenido porque, aunque al principio me costó, al fin conseguí hacerte desaparecer de mi mente por completo; por lo de aquel día, ya sabes…
Durante unas semanas recordé, como hago ahora, todos esos momentos tan maravillosos que compartimos, esas excursiones montañeras, esos paseos bucólicos entre bosques, y no me lo podía creer. No podía creer que hicieras aquello. Aún hoy, cuando la herida justo comienza a reabrirse, me cuesta aceptarlo. Aunque ahora ya no es como antes, ahora sí quiero hacerlo porque sé que todo lo que vi es verdad, y ya no me engañaré más.
Aquel día tenías un brillo diferente en los ojos, lo generaba esa malicia que coqueteaba con el exterior al no esconderse de pleno y asomarse, desafiante, desde lo más profundo de esos grandes ojos oscuros. Pero yo no lo entendí hasta después, ingenuo, cuando ya todo hubo pasado y, permíteme la metáfora, justo antes de encerrarte y tirar la llave al mar. Recuerdo que no acababa de entender tu cambio de planes unilateral. Habíamos quedado en subir a esa montaña que nos gustaba tanto y tú, a última hora, me camelaste para que te acompañase en tu nuevo plan. En vez de subir, íbamos a bajar, sabías de un hermoso lugar en la mayor depresión de una zona que conocías bien y querías, me dijiste, que te ayudara con algo. Y hacia allí fuimos los dos, como siempre. Bueno, como siempre no: en aquella ocasión hablabas menos de lo normal y solo me mirabas de reojo. Quizá la dosis de cordura que aún te acompañaba te aconsejara hacerlo así, quién sabe…
Llegamos a la zona más baja y me indicaste, con un gesto de cabeza, que era allí, a unos diez metros de nosotros. Nos acercamos y no tardaron en notar nuestra presencia porque se empezaron a oír unos lamentos y gemidos que subían de volumen por momentos; provenían de una especia de oquedad inferior cerrada con una gruesa trampilla metálica que solo se podía abrir, y entre varias personas, desde fuera.
¿Quiénes son y qué hacen ahí encerrados? —recuerdo que te pregunté, asustado.
No temas, no nos harán nada, son amigos  —me intentaste tranquilizar—, tienes que ayudarme a sacarlos de ahí abajo.
Recuerdo bien que conseguimos, después de un esfuerzo sobrehumano, abrir aquella trampa, que lo era, sí, aunque ahora sé que solo para los de fuera… y mientras esos seres iban saliendo, mi curiosidad y yo les íbamos preguntando por su nombre…

***

Tengo que dejarte un momento, traen mi medicación y se enfadan mucho conmigo si no me la tomo enseguida. ¡Dichosas enfermeras!

***

… y ellos me fueron contestando, todos y cada uno, todos lo mismo: instinto, mi nombre es instinto. ¿Entiendes ahora por qué hice lo que hice?
Sí, ya sé que lo de antes no era ninguna metáfora, pero es que me lío, se me dan tan mal las figuras literarias…

© Patxi Hinojosa Luján
(17/07/2015)

domingo, 12 de julio de 2015

Pongamos que hablo de Alexandre



(Estas modestas letras se juntaron a modo de canción en homenaje a nuestro hijo mayor, justo antes de empezar su formación para trabajar con una ONG. Ahora ya ha terminado y está en casa a la espera de destino…)


Pirata sin parche en el ojo
Surcando el mar de la honradez
Esquiva siempre el aguacero
Con mucha clase y tozudez.

Inspira tanta confianza
Que suma amigos por doquier
Siempre tan desinteresado
Se hace difícil de creer.

***

Coleccionista de emociones
Las guarda para compartir
Con todo aquel que solicite
Un rato de conversación.

Su pasatiempo favorito
Es conocer lo que hay detrás
De una frontera o de una curva
Curiosidad que não tem fim.

***

Si le das mesa y unas fichas
No le hace falta más alcohol
Reúne presto a sus amigos
Y el juego torna en realidad.

Pero pendiente del futuro
Soñando en solidaridad
Que hay mucha gente que le espera
Pongamos que hablo… de Alexandre.

Letra: © Patxi Hinojosa Luján
(23/12/2014)
(Cántese con la música de Pongamos que hablo de Joaquín, de L. E. Aute)

miércoles, 8 de julio de 2015

El muro





Ambos lo tenían muy claro: ante ellos, pero sobre todo «entre» ellos, se levantaba un alto y sólido muro construido a base de prejuicios, convencionalismos y caducada moral para su manera de ver; este criterio lo compartían los dos, aunque nunca antes se lo hubiera confesado ninguno de ellos al otro, y esto impedía que les fuera posible dar rienda suelta a su amor, a sus deseos, a sus pasiones, escondidos durante tanto tiempo bajo la espesa, por añeja, capa de su infelicidad…
Cuando esa primavera ambos fueron invitados a la boda de unos amigos comunes que no vivían nada cerca, y que se celebraría durante el verano siguiente, un sentimiento contradictorio se apoderó de sus corazones, de sus mentes, de sus cuerpos. Ellos dos tampoco vivían en poblaciones cercanas, por lo que solo se veían en esas escasas ocasiones en las que el destino, en ocasiones aisladas y por diferentes motivos, se aliaba con ellos al organizar algún tipo de evento que los pudiera reunir.
***
Acabados los festejos que siguieron a la ceremonia en sí, ya entrada la noche, ¡qué casualidad! , ambos fueron alojados en el mismo domicilio, por cortesía de otro amigo común. Sus habitaciones estaban en el mismo pasillo, una enfrente de otra, y cuando se apresuraron a despedirse a pesar de estar con alguna copita de más, deseándose buenas noches, los dos sabían que ninguno osaría transgredir la regla establecida y acatada, no de muy buen grado, por los dos: no se recorrería la infinita distancia en que se convertía el ancho del estrecho pasillo y que comunicaba sus dos puertas, las dos puertas que hubieran brindado al inquilino de enfrente, en el utópico caso de desobediencia ética, la oportunidad de entrar en un muy deseado, por desconocido, mundo de placer, en su paraíso particular…
***
Sonó el móvil de ella, no sabría decir por qué pero no lo había apagado:
— ¿Estás despierta? Yo no consigo dormirme, por una sola razón, porque estoy pensando en ti. Cuánto me gustaría que estuvieras aquí… conmigo… en mi cama…
—A mí me pasa lo mismo que a ti, mi situación es calcada a la tuya y también me gustaría poder cumplir tu deseo, o que tú pudieras venir a «visitarme»… pero como soy consciente de su imposibilidad, me consuelo imaginando que las manos que ahora mismo, mientras te imagino en mi cuerpo, acarician mi nuca, mi vientre, mis pechos, mis pezones, son las tuyas; me consuelo fantaseando con que el dedo que se esmera en darme el máximo placer al acariciar, con la suavidad que te imagino, mi clítoris, no me pertenece, sino que es tuyo, amor… Antes, al desnudarme, créeme que has sido tú el que lo ha hecho porque te he prestado mis manos, has sido el protagonista de mi fantasía y es por eso que ahora mi desnudez te pertenece solo a ti… ¡ojalá!...
— ¡Ojalá fuera como dices, querida…! En todo caso me estás poniendo a cien y ya me sobra toda la ropa. ¿Quieres acariciarme con mis manos?, también te las presto. Espero tus indicaciones impaciente…
— ¿Sí?, pues entonces (humm, ¡qué placeeer me estás dando!) piensa que tus manos son mis manos y acaricia con ellas tu torso y tu vientre primero, y luego baja a tus muslos, acaricia su cara interna, sube un poco y roza por un instante tus testículos, ¡ya, es suficiente! No dejes de acercarte a la base de tu, imagino tan apetecible, miembro viril, pero no lo toques todavía, deja que vaya activándose poco a poco, sin prisas, hasta que llegue a una plenitud casi explosiva…
— ¡Cómo me estás poniendo, querida…! ¿Cómo va «mi» dedo en tu botón del placer, sus compañeros ya buscan adentrarse en tus entrañas como un preludio de la penetración fálica?, algo me dice que sí, no sé si será mi soldado que ya está en posición de firmes a la espera de instrucciones…
— ¿Ya?, pues entonces, y mientras sigues acariciándome tan bien con las manos que sigo prestándote, con las que tú me prestas juega un poco con tu glande, imprégnalo de humedad, que piense y sienta que mi ávida lengua le regala una visita de placer, luego déjame masturbarte y cuando ya no puedas más avísame porque, no sé cómo, pero me gustaría sentir que estoy cabalgándote, y que tú también lo sientas así... ¡Por Dios, qué bien lo haces, creo que no va a tardar en llegarme!
—Espera, creo que en nuestra primera vez sería muy gratificante que los dos alcanzáramos el orgasmo al unísono, ¿de acuerdo?
—De acuerdo amor, avísame cuando quieres que me siente encima de tu miembro para que los dos sintamos a la vez ese regalo maravilloso del placer compartido al unísono. Quiero que te corras dentro de mí, para ello tendrás que prestarme las dos manos a la vez y ser muy hábil, como lo estás siendo con las mías, humm, yo ya…
— ¡Venga, ahora, yaaaaaaaaaaaa! —gritaron de placer a la vez, pero también de satisfacción al haber aprobado, por fin, su asignatura pendiente.
El escondido amor de esa pareja, representado esta primera vez por la pasión y el deseo, había cumplido un sueño, dejando dos cuerpos satisfechos en lo que a su sexualidad se refiere en el mismo domicilio, aunque en camas distintas, en dormitorios distintos; dos sudorosos cuerpos con apenas cinco metros de separación…
***
Antes de cortar la comunicación telefónica, y esperando que su discreción al no elevar en demasía el volumen de sus voces hubiera sido suficiente para no alertar oídos indiscretos que pudieran pasar por el pasillo por casualidad, los dos estuvieron de acuerdo en que el manos libres era un buen invento, y que, para sucesivas ocasiones, el cargador debería de estar siempre localizado y a mano, por si acaso la sesión se prolongaba más que en esta primera ocasión…
— ¿No es así, querida prima?
— ¡Así es, primo, mi amor!

© Patxi Hinojosa Luján
(18/12/2014)