jueves, 26 de octubre de 2017

Merodeas


Observo cómo frecuentas desde hace varias semanas los alrededores de la casa de mi infancia; no contaba con que te fueras a acordar de ella y recuerdo ahora con una sonrisa desubicada que siempre me sorprendió tu capacidad para sorprenderme.
Si te contemplo desde aquí es porque te estoy esperando, ya siempre lo hago. En la mayoría de las ocasiones te sueles acercar a cámara lenta, como con recelo, para enseguida desaparecer; aunque hay días en que debes sentirte algo más animado pues veo que permaneces un rato apostado ahí abajo, golpeando con rabia y violencia árboles y farolas, e incluso te atreves a levantar la mirada y clavarla en una ventana cerrada tras cuya cortina corrida te observo invisible junto a mi cruel destino. Creo que son esas las ocasiones en que tú me presientes, lo distingo en unos cruces de miradas que no podrían lastimarme más al no hacer otra cosa que provocar chispas de imposibilidad.
Mientras sigo atrapada entre dos mundos, acepto que a otras miradas pudiera parecer que merodees, que siempre estés merodeando, aunque yo lo desmienta al conocer de buena mano tus intenciones últimas. Es más, tengo la convicción de que no cejarás en tu proceder hasta que alguien pueda hacerte comprender…
Porque deberías saber que por una ley cósmica esencial, a mí me es imposible intentar convencerte de que lo que sucedió no fue culpa tuya. Ese día no tenías ganas de salir, y yo no debí subir sola al monte y menos aún hacerme aquella maldita autofoto —¿selfie lo llaman ahora?— al borde de un precipicio al que tú tenías un miedo irracional por tu vértigo al vacío; como el que ahora, ironías de la vida, te envuelve por mi ausencia.
¡Cuánto extraño tu calor!, ¿te he dicho ya que te sigo queriendo…?

© Patxi Hinojosa Luján
(26/10/2017)

miércoles, 25 de octubre de 2017

El olor de aquella loción


No consigo recordar ahora si fue en un pueblo con mar, o no…
 *
No entiendo por qué, pero me siento extraña, ausente, dispersa, como si algo me hubiera obligado a delegar el control de mi yo en terceras personas abandonando todo sentido de responsabilidad. Mi mente se ha vuelto confusa y mis pensamientos se superponen unos a otros, como brochazos de pintura que tapan otros anteriores cambiando el color reinante por tiempos demasiado cortos. No lo entiendo, no me entiendo…
Pero tengo suerte, debo reconocer que no estoy sola, me rodea mucha gente que se esconde detrás de unas sonrisas que se delatan: nunca antes habrán sido tan forzadas. Ellos gesticulan y hablan entre sí, y a mí, aunque yo no logre entenderles casi nada. Me quieren, y yo siento su cariño; y pese a esto me encuentro sola en un mundo que no elegí y que me asusta; y que temo que pueda llegar a aterrarme.
**
¡Un momento!, la memoria de los olores, aletargada como todas las demás, se ha desperezado un poco y me acaba de echar un cable: recuerdo que días después de aquello me resistía a poner a lavar esa prenda que olía a sal…, y a su loción. Como sé que sólo será un instante, aprovecharé esa fugaz lucidez para intentar ver todo con algo de claridad. Aunque debe de hacer toda una vida ya, recuerdo también que aquello no me cogió desprevenida, que lo esperaba ansiosa.
Pero, ¡qué rápido ha debido de pasar el tiempo!
Sí, fue en un pueblo con mar, era éste; y frente a este mar que contemplo sentada en un banco que me confiesa que nos extraña, aunque seguro que no tanto como yo al joven de la propuesta de matrimonio que, ¡maldita sea!, nunca consigo recordar si rechacé o no…
***
Hoy el Sol ha venido a visitarnos y supongo que por eso estamos en la playa desde hace…, ¡pues no lo sé! Como otras veces, supongo, me dejo llevar cuando unas manos tiran de mí con suavidad y paso por encima del borde bicolor desde el agua a la orilla, donde me espera la arena húmeda, y el mismo desasosiego de siempre.
No entiendo qué pasa, pero reconozco ahora en mis manos el olor de aquella loción y siento un escalofrío placentero.
Y ahora, que ya no recuerdo lo que acabo de pensar y sentir, imagino que quizá, momentos antes, haya dejado caer algunas lágrimas que se han fundido con unas olas que acabarían de morir allí mismo. Es que, y no me preguntéis por qué, a veces siento deseos de llorar, pero no recuerdo cómo se hace, y lloro…

© Patxi Hinojosa Luján
(25/10/2017)

lunes, 23 de octubre de 2017

La carrera

Mi sexta aportación a «Relatos en cadena», de cien palabras, en la Cadena SER...

Vuelve a pedirme que le empuje y su mirada me suplica que no tarde; su acopio de intenciones se agota y no parece desear dosis nuevas. Miramos juntos al vacío del precipicio, allí donde él no ve final yo veo un futuro feliz; pero una voz me recuerda que no debo interferir y me limito a observar sus reacciones, hace ya tanto que el tiempo de los consejos envejeció…
Siguen desprendiéndose hojas del calendario; corre otoño y con ellas caen también las de los árboles, junto a proyectos e ilusiones. Mas nuestro hijo continúa estudiando, esperando sentir en su espalda esta mano que ahora escribe empujándole.

© Patxi Hinojosa Luján
(19/10/2017)

viernes, 20 de octubre de 2017

El comando


[…] Ellos esperan a un aliado, al último, aquel con el que redondearán su macabro plan.
Ellos no están desarmados, lo desalmados nunca lo están, y aguardan pacientes en un sillón en el que se sienten bien cómodos, el de la perversidad; saben que ese aliado aparecerá tarde o temprano y en el comando todos tienen ya el guion de su papel bien aprendido.
*
El viento sopla hoy con inusitada fuerza, huracanado. Llegó el momento.
Aunque el calor es sofocante —no resulta fácil portar un pasamontañas—, «Número uno» está preparado; alterna la mirada entre su reloj, a punto de señalar la «hora F», y su mano derecha, que aprieta algo con fuerza. No puede evitar pensar en «Número trece», su colega de juventud, mientras se pregunta si aquel muchacho frágil e introvertido, del que recuerda casi todo pero al que en este instante de máxima tensión no consigue poner cara, será hoy capaz de hacer lo que hay que hacer.
Es triste, pero los miembros del comando, con su lógica radical, interpretan la vida con el prisma equivocado del odio y la venganza; por eso están contra todos, contra el mundo, aunque el mundo no hubiera reparado nunca antes en ellos; o quizá un poco por eso mismo. Queda la duda de si ignoran o no que sus argumentos sólo cobran validez en sus obtusas y enfermas mentes.
Sí, el viento es el aliado definitivo que, sin embargo, reniega de serlo al conocer las intenciones de todos ellos y, sabedor de que no puede cambiar su naturaleza, aúlla soplos lastimeros silenciados bajo sus rugidos de naturaleza enfadada.
**
El anciano, cuya vitalidad parece reñida con su carnet de identidad, hace una pausa en la narración para levantar la mirada de un cuaderno sin estrenar y dirigirla hacia un punto de la estancia que no existe; mientras, se acaricia las cicatrices de una de sus mejillas que tampoco el tiempo quiso disimular.
—Abuelito, ¿qué te pasó en la cara?
—Nada, mi niño —responde con tristeza, y vuelve a concentrar la mirada en unas líneas manuscritas que nunca llegó a garabatear, bastante grabadas se quedaron ya en su recuerdo; y apostilla antes de continuar—, nada comparado con lo que les sucedió a otros muchos…
***
Unos nuevos actores aparecen en escena cuando bajan con premura de los camiones cisterna que los han trasladado al terrible escenario creado por el comando. El calor es sofocante, y se hace muy difícil respirar bajo unas mascarillas obstruidas por las partículas tóxicas de la ceniza; pero tienen tanta decisión como solidaridad rebosando de sus conciencias y siguen avanzando por esos caminos que les adentran en el infierno…
La otra opción no la contemplan, no pueden, todavía no… […]

© Patxi Hinojosa Luján
(20/10/2017)

martes, 17 de octubre de 2017

Con la boca abierta

Mi quinta aportación a «Relatos en cadena», de cien palabras, en la Cadena SER...

Que todo vuelva a ser como antes es una quimera con la que no debo coquetear. No me hace ningún bien ni siquiera sugerirlo, pues sólo añade más frustración a un equipaje ya cargado de autocompasión.
Ellos, los de blanco, intentan que me relaje y piense en otra cosa. Sé que saben que tal cosa no es posible, lo veo en el cruce de unas miradas que se buscan sin conseguir disimular esa expresión de compasión.
Aquel accidente truncó mi carrera, y revivo el impacto a todas horas. La cámara no buscará más primeros planos míos, a mi director de cabecera nunca le gustaron las sonrisas sintéticas.

© Patxi Hinojosa Luján
(12/10/2017)

jueves, 12 de octubre de 2017

La vuelta

Mi cuarta aportación a «Relatos en cadena», de cien palabras, en la Cadena SER...

La ciudad del amor os espera, a los dos. Lleváis tiempo deseando impregnaros del romanticismo que esparce entre sus visitantes; necesitáis convertirlo en pasión, es vuestra última oportunidad. Conseguisteis encontrar el momento y vais de camino imaginándoos cómo os recibirá, sin lograr deshaceros del recelo de que os pudiera decepcionar.
La ciudad del amor tiene todo lo necesario para no defraudaros, para que vuestra estancia allí sea inolvidable. Pero si no lo fuera, siempre podríais, pensáis los dos, organizar una nueva visita durante la siguiente cita furtiva; eso sí, dejando esta vez a vuestras respectivas parejas en casa con alguna excusa no demasiado inverosímil.

© Patxi Hinojosa Luján
(04/10/2017)

viernes, 6 de octubre de 2017

Hermano


Lo recuerdo a la perfección, como si sólo hubieran pasado cincuenta años, y es que sólo han pasado cincuenta años…
*
Se escondía detrás de esa cara de pillastre que te analizaba sin llegar a incomodar a pesar de lo profundo que su mirada conseguía escrutar a quien se descuidaba. El pelo largo y rubio, bastante largo y muy rubio, le otorgaba un toque exótico —eran otras épocas—, y su atractivo físico, que aún hoy intenta mantener con cierto éxito, nunca pudo competir con el otro, que mantiene intacto hasta el momento.
Desde el principio fue encantador, por partida doble; a su encanto personal sumó siempre el don de cautivar con su seductora conversación. Estos últimos años, además, ha conseguido fijar un diente más en el engranaje de sus pasiones y lo es ya por partida triple: encanta también con sus magníficos escritos, pero eso va después.
Por aquellos entonces compartíamos rellano de escalera, para bien, y banda sonora de gritos y golpes en nuestros hogares, para mal, aunque conseguimos que fueran tales a cambio de desgastar nuestras almas. Hoy en día aún seguimos parcheándolas con la dignidad que nunca perdimos gracias a la ayuda mutua; y si en algún momento un par de enérgicos ¡toc, toc! en mi puerta me trasladan a la época de sus escapes a la carrera —aferrado a una mano maternal que cada vez aferraba menos pensando como estaba en su propia huida—, en busca de refugio en nuestro hogar, una trinchera que no era tal, visualizo que el amparo fue mutuo también, que siempre lo fue cuando abríamos la puerta sin preguntar.
**
Tiene la suerte de que su dorado cabello de antaño camufla hoy muchas de las canas que pugnan por hacerse visibles, aunque no puede evitar que el conjunto vaya plateándose por momentos. Por ahí se comenta que en las noches de luna llena se le puede ver negociando con ésta, intentando trocar parte de su nívea carga por una inspiración que él ya tiene a raudales, le vino de serie; tanto es así que mantiene a sus musas en un expediente de regulación de empleo indefinido. Por tanto, no hagáis caso de aquellas habladurías, yo sé bien que si se les ve juntos es porque son amigos y confidentes, me lo confesó ella una noche en la que él se entretuvo soñando mundos con menos seres y más humanos.
Pero la blancura de su cabellera no es lo único que disimula, el paso del tiempo nos ha deparado muchas vivencias que debemos proteger; en eso creo que me siguió, cuando yo aprendí de la suerte de vida que, por momentos, nos tocó en desgracia. No soy su maestro tampoco en esto, como sí lo es él para mí en ese arte que tan bien domina y que le permite crear universos paralelos con danzas lingüísticas que coquetean con la cuarta dimensión, y con alguna más; sólo juntando palabras, o nada menos que así…
Hoy, y desde hace varias décadas, compartimos tren y valores de esos que no cotizan en bolsa, y aunque no hacemos lo propio con el vagón, cuando las fichas del casino están de rebaja, sólo entonces —¡ay, la crisis!—, apostamos decididos a los dados; aunque no creo en ella, la suerte hace que cada dos por tres nos salga un seis que nos permite trazar una curva temeraria para acercarnos en una recta, imposible hasta ese momento. Entonces, juntos nos comemos el mundo a bocados de recuerdos.
¿Os he dicho ya que él es mi Hermano?; ya lo era el de la cara de pillastre, aunque entonces él no lo supiera, aunque no lo reconociéramos ninguno de los dos.
***
La luna, llena ella esta noche, me acaba de guiñar un ojo, como diciéndome que lo deje ya, que me vaya a dormir. A mí no me engaña, sé que lo hace porque quiere quedarse a solas con él una vez más; ¡es lógico!, tiene la mejor conversación, la más interesante y culta, pero no me importa, al contrario, al fin y al cabo todo queda en familia. Y así, cuando en casos como este me doy la vuelta y me retiro con discreción, una sonrisa de orgullo anida en mi rostro y sé que se mantendrá ahí por mucho tiempo.
****
¿Sabéis?, creo que aceptaré el consejo; suelen decir que la luna no acostumbra a regalar guiños a no ser que las botellas se hayan vaciado, y la mía de ron añejo está a punto de sacar billete para el contenedor de vidrios.

© Patxi Hinojosa Luján
(Con la Luna, llena ella, testigo del paso del día 05 al 06/10/2017)

martes, 3 de octubre de 2017

58


Te soy sincero, ya ves, no esperaba este final
Trato de huir de mi reflejo
Quiero verte en versión original
Sigo tus huellas sin complejo

Supongo que te cansaste de mí
A veces pienso que no estabas aquí
Hoy pretendo volver a ser tu amigo

Acepta ya que al final anidé en tu matinal
Dicen que se avecina nieve
Voy directo a tu punto cardinal
Que llega ya el 59

Ensaya un día dejarte cuidar
Mis torpes modos conseguiste olvidar
Debo ser el que tú deseas
Busco verme entre tus ideas
Hoy aspiro a volver a ser tu amigo

Pruebo a acompasar nuestros latidos
A acomodarme en tus sentidos
En este nuevo guion
Sabes, no importa que haya espectadores
Si tú y yo somos los actores
En el montaje final

© Patxi Hinojosa Luján
(03/10/2017 - Último día de mis 58 años)