domingo, 29 de noviembre de 2015

Tiraban de él


Tiraba de él
Ese inoportuno infortunio
Disfrazado de enfermedad
Reincidente, injusta.

Tiraba de él
Con bastante más afán
La esperanza encarnada
En batas verdes y azules
Mas también en otras blancas
Tanto como esa nieve
Que suele caer a escondidas
Cuando estamos soñando
Con poder soñar.

Aunque tiraban de él
Con mucha más fuerza aún
Esas líneas por escribir
Pero también, ¡cómo no!,
El cariño de todos esos amigos que
Entretanto
Sintiendo la angustia
En sus encogidos corazones
No descartaban vender
Parte de sus almas
A los diablos de la sanación
Porque, si llegara el caso,
Ni lo dudarían.

Y tiraba de él
Marca innata forjando su carácter
Cada momento que le queda
Por vivir con toda pasión.
A bocanadas…

© Patxi Hinojosa Luján
(29/11/2015)

jueves, 19 de noviembre de 2015

Mientras tanto

El segundero del reloj vital sigue fiel a su movimiento continuo. Aunque no consigue engañarnos, a pesar de que teatralice en la mayoría de sus actuaciones un recorrido circular con el solo objetivo de que vivamos en la ilusión de que nos mantendremos siempre en la misma dimensión espacio temporal, su implacable y recto avanzar hacia delante enlazando «puntos de no retorno» delata su alianza con nuestros destinos mortales. Podría incluso resultar curioso y hasta relajante pararse a contemplar su cadencioso trabajo si no fuera por su cruel significado. Porque en esencia, y por sorprendente que pudiera parecer, jamás se quedará sin energía para cumplir con su atemporal e ingrata misión; y ello por las escasas ocasiones en que es entendida, no digamos ya aceptada…
Nuestro gato pequeño, ajeno al significado de este y de tantos otros aspectos, tanto caseros como trascendentes, ignora que sin la ayuda de su patita delantera izquierda también continuará con su función ese reloj situado justo al lado de donde él ha decidido que debe echarse sus largas siestas; aunque detenga o invierta el recorrido de la manecilla de este, la de aquel seguirá su camino inexorable, cual huida hacia adelante, inevitable…
Por tanto, y ante certezas como esta, de tal calibre y tan incuestionables, estaremos todos de acuerdo en que cualquier circunstancia podrá aplicar la máxima de que «la vida sigue». Por desgracia, lo hace resignada ante la tozuda irresponsabilidad humana, que alterna las dos caras de esa moneda que quisiéramos tener siempre mostrándonos la más amable, la que está libre de esos odios cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos, de todos y cada uno de los tiempos…
Y es por todo ello que hoy yo, mientras tanto, he querido cubrir con un tupido y oscuro velo la consciencia de la presencia constante de tal trascendencia, frenar en seco —intentando no pasarme de frenada— la sensación de derrota que nos invade por momentos y hacerme un regalo: deleitarme con el savoir faire de unos familiares, espigados y ágiles dedos. Sí, esos que consiguen que de una guitarra eléctrica, con un halo de modestia que, aunque lo intenta, no logra enmascarar la clase y la maestría que esparce a los cuatro vientos, se extraiga la interpretación de una entrañable bossa nova —alguien podría aducir, en un sutil halago poco disimulado, que con un sonido un tanto «desafinado»—. Y así disfrutar con el espectáculo de ver cómo se van distribuyendo esas notas musicales por nuestro universo cercano al conseguir todas ellas acomodo en alguna de las múltiples —¿será verdad que son infinitas?— partículas cósmicas que nos acompañan y envuelven. Y que ya de paso aprovechan la coyuntura —¡favor por favor, compañeros!— para indagar sobre el origen de aquél, con la esperanza de conseguir saciar algo la tremenda curiosidad que tiene ese ser que comparte nuestra sangre, muchos de nuestros principios y, espero, también algunos de los ideales, y al que hace un tiempo le dio por profundizar en sus estudios para llegar a comprender y dominar el idioma de los acordes hasta llegar a acomodarlos en complejos —por lo menos para mí— pentagramas tan llenos de corcheas y semicorcheas como de exquisita sensibilidad, pero que en esta fase de su vida añade esa mencionada curiosidad, lógica si se tiene en cuenta que estamos hablando de un futuro físico con un porvenir en el que no se enfrentará sino a los límites que él mismo se imponga.
Eso sí, su cada vez mayor curiosidad científica le disputa el tiempo libre a su faceta artística, ganándole terreno en estos últimos tiempos al jugar en su campo y con el árbitro a favor, por lo que al día de hoy nos queda la duda de saber qué aspecto de su identidad acabará llevándose el gato al agua; y aquí no hablamos de nuestro gato relojero, no, ese seguirá en su casi eterna siesta.
En todo caso, quiero pensar que su mañana siempre empieza hoy y que en él encontrará cabida para sus pasiones actuales y para todas las que puedan añadírseles; también para todos sus proyectos e ideales. 
***
A pesar de que Nikita se ha vuelto a dormir, lo oigo ronronear, supongo que sueña felices travesuras felinas; el sonido del segundero de «su» reloj llega de súbito y me hace caer en la cuenta de algo: si has sido capaz de aguantar hasta aquí leyendo mis ocurrencias, compañero, creo que te mereces una última confidencia por hoy, una que abre un poco más mi cada vez menos elástico corazón, ahora que no nos oye nadie…
Sí, el segundero del reloj vital seguirá siendo fiel a su designio de avance imparable. Pero, mientras tanto, en casa seguiremos exhibiendo nuestras orgullosas sonrisas de satisfacción por todos esos valores que le adornan a él y por los que sabemos que esconde detrás de su colorida máscara, de la que se despoja en contadas ocasiones; eso sí, intentaremos mantenerlas bien ocultas a su seductora y celeste mirada el mayor tiempo posible, no es cuestión de usar todos los comodines antes de tiempo…   

© Patxi Hinojosa Luján
(19-23/11/2015)

sábado, 14 de noviembre de 2015

Mirando por encima del hombro


«La vida sigue», es la tonadilla de distracción que siempre acabamos escuchando cuando algo nos azota con actos que desearíamos no fueran más que un mal sueño, justo antes de asumir que no representan sino la más cruda realidad, esa que nos golpea a intervalos calculados que solo los desalmados controlan.
Una vez más, cuántas confidencias, declaraciones, sentimientos, intenciones… se han perdido; cuántos «te quiero», «perdona», «lo siento», «me encantaría», «¿por qué no…?», «podemos intentarlo», «¿bailarías conmigo?», «tú tenías razón», «¡me gustas tanto!», «si tú quieres…», «lo eres todo para mí», «¡qué a gusto estoy a tu lado!», «deberíamos dejarlo aquí»… se han quedado en el intento, «entre bastidores», sin la oportunidad de salir a la escena de esa obra llamada sinceridad cuando habían conseguido lo más difícil, amasar la suficiente valentía, quizá con el tiempo como aliado, para ganar la libertad de escapar del injusto y oscuro silencio.
Es cierto, la vida sigue, pero mientras la acompañemos, continuaremos mirando de reojo de vez en cuando, con una pizca de ansiedad, por encima de un hombro ya desgastado de tanto trasiego visual. Es posible que tengamos que dejar atrás alguna que otra generación hasta que alcancemos la necesaria tranquilidad que nos permita dejar fija la mirada en lontananza buscando con esperanza reconocernos en una raza en verdad humana, o por lo menos con algunos toques de bondad.
Y mientras llega ese momento, me pregunto: ¿llegará?

© Patxi Hinojosa Luján
(13+1/11/2015)

domingo, 8 de noviembre de 2015

Yo también estuve allí


(Personal reseña del concierto presentación del álbum «Cuestión de intensidad» de Txetxu Altube, celebrado el viernes día 16 de octubre de 2015 en la Sala Galileo Galilei de Madrid)

Hay ocasiones en las que las circunstancias de nuestro entorno bajan la guardia y te permiten aplicar la máxima vital de que «en el fondo, al final todo es cuestión de prioridades», y resulta que ese día no otorgaba opción a duda alguna.
Si lo suyo prometía ser «Cuestión de intensidad», lo nuestro era cuestión de expectativas, que las teníamos, y muchas y muy altas. Aunque ya veníamos intuyendo que casi con total seguridad todas se verían desbordadas, lo que ocurrió con ese torrente de emociones que nos deslizó desde y hasta el éxtasis musical y festivo fue como el impacto contra un tren de mercancías cargado de entusiasmo. Partiendo de esta premisa, todo fluyó con total naturalidad: Dominio musical, voz templada, sentimiento, improvisación, savoir faire, humanidad con clase y clase de humanidad, y, cómo no, Pasión —así, con mayúsculas— como parte de un menú que se nos tenía reservado para ese buffet libre en que se convirtió la cita que ya había derivado en fiesta desde el mismo momento en que se programó.
Las canciones —cuánta belleza en todas, pero aquí no entraré en detalles, lo dejo para las crónicas musicales al uso, y esta pretende no serlo— fueron sucediéndose unas a otras mientras la conexión entre escenario y público se ajustaba al milímetro entre flashes, presentaciones, dedicatorias y Arte; Arte en las melodías, Arte en las letras, Arte limpio, sin maquillar, sin engaños, valor en alza en estos tramposos días de crisis, tanto moral como material. Y tanto es así que el recital se hizo corto, ¡tan corto!
Después de semejante regalo y de bajar de la nube, llegó el momento de serenarse charlando con alguno de los asistentes al concierto y con varios de los músicos también. Grandes también fuera del escenario Jitka Kubesova, Javier Celada y David Castro —de los Street Wings—, grandes el resto de la banda, Nacho Mur, Txarli Arancegui, Alejandro Martínez y, cómo no, Carlos Altube; y grande ese invitado especial que fue Jorge Marazu, al que desde entonces suelo acompañar a menudo a Escandinavia para recrearme en los poéticos y musicales «adioses»…
Era también el tiempo de ignorar el sudor y refrescar la garganta, seca y rota por haber formado parte de un improvisado y multitudinario coro sin ensayos previos.
A continuación, el esperado abrazo al protagonista de la noche, posterior al ritual de la dedicatoria con firma del cd —inmortalizado en la foto de rigor— ya nos advirtió de que aquello se estaba acabando; yo lo recordaré mientras mi cuerpo me dé margen para poder disfrutar una canción más.
Algo más tarde, cuando desperté en la oscuridad del hostal de turno con todos los segmentos encendidos todavía —carga completa de energía—, constaté que todo había sido un sueño, de esos que se sueñan despierto en la cálida compañía de buenos amigos —gracias María, gracias Pedro por ahuyentar mi soledad con esas charlas regadas con cerveza y mucho feeling—, que es lo que hicimos esa noche hasta bien entrada la madrugada.
Todo esto bien podría haber sucedido en cualquier otro tipo de evento, sí, pero da la casualidad de que fue en un concierto de Música. Podría haber sido un concierto de cualquier otro artista, cierto, pero en esta ocasión lo era del señor Txetxu Altube. Y, por supuesto, un servidor podría no haber estado presente, pero resulta que, junto a otros muchos cientos de entusiastas amantes de la Música, llenamos, o mejor dicho, reventamos la Sala Galileo Galilei.
Sí… ¡yo también estuve allí!, y puedo confirmároslo: en efecto, fue «Cuestión de intensidad», de mucha...

© Patxi Hinojosa Luján
(08/11/2015)

martes, 3 de noviembre de 2015

Confuso


En ocasiones nos aborda el invierno
Desde sus naves de hielo
Surcando el mar, y a través de su orilla
Ignorando, altivo, toda playa aliada
Que nunca cómplice de sus ceremonias
Aunque rinda pleitesía ordenando la formación
De unos copos de arena que retan, orgullosos
A esos granos de nieve que intentan ocultarlos
Sin conseguirlo
Y yo me siento confuso

Cuando la primavera y el verano son tan solo recuerdos
 De todo lo que nunca llegó a arribar
Y el otoño se resiste a abandonar
Mi desconcierto
 Caen danzando con el viento
Cada una de las hojas de esos proyectos
Realizados o no
Tiñendo el suelo de tonos tan rojizos y sonoros
Como la pasión que en su día los alimentó
Y yo me siento confuso

Me siento como en esas ocasiones
Especiales
En que te presentas ante mí
Descalza hasta la nuca
Confusa ante mi confusión al verte así
Deseable, deseada
Musa y ninfa a la vez, hada azulada

Antes de que, en prosa, hable el deseo
Con arrimados versos de sudor compartido
E indoloras caricias felinas
Vuelvo a sentirme
Confuso
En ocasiones…

Después, ya no podría…

© Patxi Hinojosa Luján
(03/11/2015)