Me interpuse en la trayectoria de aquel
niño que corría atropelladamente, aunque no llegó a chocar violentamente conmigo
al extender yo mis brazos y acogerlo en mi regazo con toda la suavidad que me
permitía mi situación. Mientras lo mantenía inmovilizado, un par de lágrimas de
felicidad se deslizaron por mi ya alegre rostro, lo que contrastaba con su
enfado, que iba en aumento a medida que intentaba zafarse de mi placaje, he de
decir que sin conseguirlo.
Pero él no podía saber que, treinta y
tres años atrás, fue del patio de mi colegio desde donde se escapó un balón a
la calle, y yo no tuve la suerte de que alguien en silla de ruedas se
interpusiera en mi despreocupado camino en pos de su recuperación, llegando a
adentrarme en plena carretera…
Patxi Hinojosa Luján
(04/07/2014)
No hay comentarios:
Publicar un comentario