martes, 24 de diciembre de 2013

MIRADAS DESDE MUNDOS DISTANTES

  
   
  Hoy, dos miradas que se conocen desde hace toda una vida vuelven a cruzarse. Pero ahora ninguna de las dos entiende a la otra. Una, porque hace un tiempo que su propietaria dejó de ser dueña de sus pensamientos y acciones sumiéndola en una angustia vital de la que por suerte sólo muy pocas veces ha sido consciente. La otra, porque el tiempo de la comunicación se quedó anclado en el pasado y quien la posee no ha hallado la manera de recuperarla por más que hasta hace nada no haya cejado en el empeño a base de esfuerzo unidireccional, paciencia y cariño, mucho cariño, todo el cariño...

        Es cierto que, durante toda una vida, en muchas ocasiones no hicieron falta las palabras para que la transmisión de sensaciones, sentimientos e incluso novedades se hiciera efectiva y todo fluyera con tanta naturalidad como para que toda esa magia fuera considerada la cosa más normal del mundo. Pero todo esto no es más que un recuerdo, triste desde la perspectiva actual aunque alegre en su esencia. Y ya no volverá a repetirse. Esto lo sabe él, y lo que es igual de importante, ya lo ha terminado de asumir, pero, ¿lo intuye ella?... quizá nunca lo sepamos, lo que añade más carga emocional a todo el dolor que esta situación produce.

        Él, desde que ha entendido la situación, incluso antes de aceptarla, ha asumido toda la carga de la relación, lo que conlleva un desgaste tan brutal que sólo con su vitalidad optimista y su infinita bondad puede soportar.

        Él, queriendo hacerle partícipe de su cotidianidad como es su costumbre, se dirige a ella y, con toda la ternura de que es capaz, le comenta algo mientras se le acerca. Ella, quizá como queriendo agradecer su gesto, le responde, sí, pero sus palabras son inconexas, sin sentido en el contexto actual, mezclando otras historias y otros tiempos, mostrando quizá la última prueba de que el baúl que almacena los resortes de su identidad albergó en un tiempo no tan lejano las pruebas de su activa personalidad en forma de recuerdos y sensaciones, todo ello regido por una inteligencia lógica poco frecuente para su época en su estatus social.


        Él, atento siempre a cualquier comentario o respuesta por parte de ella, tiene preparada su mejor sonrisa para acompañarla con un tierno beso mientras le sostiene las manos acariciándoselas y le regala el tantas veces repetido

        ―¡Sí, cariño!

        Él, siempre así, siempre él.





  

      Y hoy, una vez más, vuelve a buscar sus ojos para que se crucen de nuevo esas miradas, miradas que, a pesar de todo y contra toda ley natural, seguirán siendo cómplices hasta el final…

Patxi Hinojosa Luján
(24/08/2013)



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