Hace unos días, contemplando «mi»
luna llena, y supongo que por aquello de que se ve todo con «otra» claridad,
sentí la necesidad de hablarte mediante estas torpes palabras, que unas veces
salen del teclado de mi netbook, y
otras de mi bolígrafo rojo sobre papel blanco, según dónde me encuentre en cada
instante; palabras que, a pesar de sus diversos orígenes, y de que surgen con atropello
y luego hay que ordenar y maquillar, en ningún caso están exentas de todo el
cariño del mundo.
Verás, quería, más bien necesitaba,
contarte un poco cómo siento yo tu ausencia a estas alturas de la película, que
supongo que será similar a como lo hacen todas aquellas otras personas que
tuvieron el privilegio de conocerte y convivir contigo, reconociendo como caso
aparte el de tus padres y hermano, como es lógico.
No soy persona aficionada a frecuentar
playa alguna, si no es por prescripción médica o imperativo legal y en
presencia de mi abogado, pero hay un símil que no deja de aparecérseme y es el
que equipara tu corta vida con esos finos granos de arena que una vez en tus
manos, se escurren entre los dedos al menor movimiento de éstos, con una crueldad
implacable, hacia el fondo inalcanzable y vacío de ese abismo que hace intuir el
peor presagio. Así visualizo en estos momentos la brevedad de tu existencia
entre nosotros, como la maldición de que tu vida se te escurriera de y entre
tus tiernos dedos sin que se te permitiera aferrarte a ella con algún mecanismo
salvador, y bien sabemos todos que se intentó hasta el final: tus padres
buscando y rebuscando toda ayuda profesional posible mientras te rodeaban con
todo el poder curativo posible de su infinito amor; y tú, aportando todo tu
empeño y fuerza interior dándolo todo, hasta el final, hasta entregar la última
gota de tu esencia física…
No tuviste demasiado tiempo para compartirlo
con nosotros, no, pero tengo el convencimiento de que, y por paradójico que
parezca, tu hermana, esa hermana que no llegó a coincidir en vida contigo, te
conoce casi mejor que nadie gracias a todo lo que, y estoy seguro que
respetando en silencio y a prudente distancia «esos momentos» íntimos y de
bajón de vuestra madre, ha oído, sentido y captado… cada vez más y más detalles
sobre tu persona y sus sentimientos ante tu falta.
Te hemos mencionado, recordado y
añorado con la frecuencia que proviene del cariño extremo, tanto como te
quisimos y seguimos queriendo. Y aún hoy en día lo hacemos, aunque nunca tanto
como por esa percepción de vacío desgarrador que, para siempre, ha quedado alojado
en el fondo de la mirada de tu madre, que podemos ver si sabemos mirar; mi
hermana, a quien a buen seguro su propio dolor puede que le haya impedido
apreciar (y es comprensible) la magnitud del nuestro. ¡¡¡Mi Querida Hermana…!!!
Aprovecho para decirte que tu madre ha sido un ejemplo de cómo afrontar lo que
llega en cada momento y saber «tirar pa´lante» con toda la clase y dignidad
posibles, eso sí, con la ayuda que escogió y le acompaña desde entonces; pero
hazme un favor: no les digas que te lo he dicho yo, ¿vale?
Ya sabes lo que significa la música
en nuestra familia, ¿verdad? Te comentaré que, por insólito que parezca, cada
cierto aparece tiempo alguna canción que es considerada especial, por hermosa,
por personas de muy diferentes gustos musicales, ¡quién sabe por qué!, y supongo
que tú y yo estaríamos muy lejos si de música hablamos. Pues, ¡no sabes cuánto
me hubiera gustado compartir alguna de ellas contigo! Canciones, y muchas otras
cosas, ¡claro! Y de paso ser testigo de tu cambio de niño a adolescente, y de
adolescente a joven adulto, rol que intuyo interpretarías con ese orgullo
típico de las personas jóvenes que pronto tendrán que tomar el timón de sus
vidas y que creen de antemano que ello no les acarreará ningún problema
añadido.
También tengo que decirte que, a
pesar de tu corta edad, podías llegar a ser un poco puñetero, aunque con la
inocencia de los niños y sin la maldad de los adultos, es obvio. Y es por eso
que quedará entre tú y yo esa anécdota que se produjo sólo por tu sinceridad
durante aquella visita humanitaria de unos profesionales del balón a todos los
niños que, como a ti, la vida os había adjudicado habitaciones, no de las de hotel
en épocas vacacionales, por cierto, sino hospitalarias en épocas navideñas.
Todavía esgrimo una sonrisa de oreja a oreja al recordarlo, sin malicia, ¡eh!
¡Qué fenómeno! Sí, mejor que quede entre nosotros, para que nadie se sienta
ofendido…
Quedan muchos sentimientos,
sensaciones y recuerdos por exponer, pero es que mi escritura no da para más, y
por nada del mundo quisiera que quedaran mal reflejados, ¡lo siento!; los dejo
para que los interpretes tú de aquella otra manera que sólo manejan las almas
en conexión.
¡Nos acompañaste tan poco, pero
tenemos tantos recuerdos vitales junto a ti…!
© Patxi Hinojosa Luján,
tu tío.
(22/12/2013)
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