domingo, 22 de diciembre de 2013

NO TUVISTE TIEMPO…



Hace unos días, contemplando «mi» luna llena, y supongo que por aquello de que se ve todo con «otra» claridad, sentí la necesidad de hablarte mediante estas torpes palabras, que unas veces salen del teclado de mi netbook, y otras de mi bolígrafo rojo sobre papel blanco, según dónde me encuentre en cada instante; palabras que, a pesar de sus diversos orígenes, y de que surgen con atropello y luego hay que ordenar y maquillar, en ningún caso están exentas de todo el cariño del mundo.
Verás, quería, más bien necesitaba, contarte un poco cómo siento yo tu ausencia a estas alturas de la película, que supongo que será similar a como lo hacen todas aquellas otras personas que tuvieron el privilegio de conocerte y convivir contigo, reconociendo como caso aparte el de tus padres y hermano, como es lógico.    
No soy persona aficionada a frecuentar playa alguna, si no es por prescripción médica o imperativo legal y en presencia de mi abogado, pero hay un símil que no deja de aparecérseme y es el que equipara tu corta vida con esos finos granos de arena que una vez en tus manos, se escurren entre los dedos al menor movimiento de éstos, con una crueldad implacable, hacia el fondo inalcanzable y vacío de ese abismo que hace intuir el peor presagio. Así visualizo en estos momentos la brevedad de tu existencia entre nosotros, como la maldición de que tu vida se te escurriera de y entre tus tiernos dedos sin que se te permitiera aferrarte a ella con algún mecanismo salvador, y bien sabemos todos que se intentó hasta el final: tus padres buscando y rebuscando toda ayuda profesional posible mientras te rodeaban con todo el poder curativo posible de su infinito amor; y tú, aportando todo tu empeño y fuerza interior dándolo todo, hasta el final, hasta entregar la última gota de tu esencia física…
No tuviste demasiado tiempo para compartirlo con nosotros, no, pero tengo el convencimiento de que, y por paradójico que parezca, tu hermana, esa hermana que no llegó a coincidir en vida contigo, te conoce casi mejor que nadie gracias a todo lo que, y estoy seguro que respetando en silencio y a prudente distancia «esos momentos» íntimos y de bajón de vuestra madre, ha oído, sentido y captado… cada vez más y más detalles sobre tu persona y sus sentimientos ante tu falta.
Te hemos mencionado, recordado y añorado con la frecuencia que proviene del cariño extremo, tanto como te quisimos y seguimos queriendo. Y aún hoy en día lo hacemos, aunque nunca tanto como por esa percepción de vacío desgarrador que, para siempre, ha quedado alojado en el fondo de la mirada de tu madre, que podemos ver si sabemos mirar; mi hermana, a quien a buen seguro su propio dolor puede que le haya impedido apreciar (y es comprensible) la magnitud del nuestro. ¡¡¡Mi Querida Hermana…!!! Aprovecho para decirte que tu madre ha sido un ejemplo de cómo afrontar lo que llega en cada momento y saber «tirar pa´lante» con toda la clase y dignidad posibles, eso sí, con la ayuda que escogió y le acompaña desde entonces; pero hazme un favor: no les digas que te lo he dicho yo, ¿vale?
Ya sabes lo que significa la música en nuestra familia, ¿verdad? Te comentaré que, por insólito que parezca, cada cierto aparece tiempo alguna canción que es considerada especial, por hermosa, por personas de muy diferentes gustos musicales, ¡quién sabe por qué!, y supongo que tú y yo estaríamos muy lejos si de música hablamos. Pues, ¡no sabes cuánto me hubiera gustado compartir alguna de ellas contigo! Canciones, y muchas otras cosas, ¡claro! Y de paso ser testigo de tu cambio de niño a adolescente, y de adolescente a joven adulto, rol que intuyo interpretarías con ese orgullo típico de las personas jóvenes que pronto tendrán que tomar el timón de sus vidas y que creen de antemano que ello no les acarreará ningún problema añadido.
También tengo que decirte que, a pesar de tu corta edad, podías llegar a ser un poco puñetero, aunque con la inocencia de los niños y sin la maldad de los adultos, es obvio. Y es por eso que quedará entre tú y yo esa anécdota que se produjo sólo por tu sinceridad durante aquella visita humanitaria de unos profesionales del balón a todos los niños que, como a ti, la vida os había adjudicado habitaciones, no de las de hotel en épocas vacacionales, por cierto, sino hospitalarias en épocas navideñas. Todavía esgrimo una sonrisa de oreja a oreja al recordarlo, sin malicia, ¡eh! ¡Qué fenómeno! Sí, mejor que quede entre nosotros, para que nadie se sienta ofendido…
Quedan muchos sentimientos, sensaciones y recuerdos por exponer, pero es que mi escritura no da para más, y por nada del mundo quisiera que quedaran mal reflejados, ¡lo siento!; los dejo para que los interpretes tú de aquella otra manera que sólo manejan las almas en conexión.
¡Nos acompañaste tan poco, pero tenemos tantos recuerdos vitales junto a ti…!

© Patxi Hinojosa Luján, tu tío.
(22/12/2013)

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