Como
la suerte le trató, desde antes incluso del instante de su nacimiento, de igual
manera que se hace con el camarada más fiel, él se apropió de la certidumbre de
que esa relación duraría toda la eternidad y así nunca creyó necesario actuar ni con algo de responsabilidad ni con demasiada cautela.
Frecuentaba
situaciones en las que, como en múltiples ocasiones anteriores, necesitaba
reconducir sus pasos al ser consciente de que en la última encrucijada había
tomado el camino equivocado y de que su vida, por tanto, ya no presentaba el
guion que había visualizado con antelación.
Otra
vez frena de golpe justo a tiempo de evitar caer en el abismo de los desaciertos
y toma conciencia de que deberá volver allí antes de que sea demasiado tarde. Y
lo es, porque llega a tiempo de ver cómo se le cierra la puerta en sus mismas
narices. No hay necesidad de que nadie le diga que dentro del Museo de la Vida,
en la sala dedicada a la suya, todos los cuadros se encuentran ya con el lienzo
en blanco, sin trazos, vírgenes…
***
Tú
esto lo sabes bien, por lo que giras ciento ochenta grados dos veces para encontrarte
las dos con lo que ya esperas: la nada.
Una
vez más, confías en que el crupier del Casino Universal lance los dados por ti
en la confianza de que, como siempre hasta ahora, vuelvan a sumar siete y que
la brigada de artistas pintores reinicien la tarea de plasmar sobre las telas
de tus cuadros las nuevas estampas para las escenas de tu vida.
***
—No
te lo había querido decir antes, pero creo que lo tuyo es una enfermedad, una
adicción. No te preocupes, tiene tratamiento y no eres el único, ¿sabes que la
ludopatía cada vez afecta a más personas y es uno de los males de nuestra época?
—suelto casi del tirón cuando por fin me animo a exponerle mis impresiones con
toda crudeza.
—Déjalo,
amigo, ya si eso… —respondes sin dejar de alejarte de mí y de mis intenciones
mientras lo haces. Está claro que no quieres saber nada del asunto ni
enfrentarte a tus demonios.
***
Reafirmando
la convicción de que para curarse de una adicción hay que querer hacerlo, y ese
no es tu caso por desgracia, me retiro a mi puesto de narrador para seguir en
este discreto segundo plano hasta que me encuentres cuando necesites buscarme.
Amigo,
no siempre vas a sumar siete; no siempre vas a poder nacer por cesárea
programada.
© Patxi Hinojosa Luján
(16/05/2016)
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