... piel
contra piel cuando acabas de nacer convirtiendo en madre a la tuya.
Esa
adrenalina sin alcohol al mirar de reojo antes de cometer una trastada, sabiendo
de antemano que te vigilan desde la cara oculta de la Luna.
Jugar,
fantasear y arreglar el mundo con tus hermanos, aunque no sean de sangre.
Pelearse con los que sí lo son y recordarlo años después entre risas familiares.
Discutir
con tu mejor amigo por alguien que ni siquiera se ha dignado en pisar vuestro
universo.
Brindar
con la penúltima cerveza. Y esperar impaciente esa que siempre queda pendiente.
Estar
ahí agazapado, donde no te ven ni te oyen, pero donde sienten tu consuelo y encuentran
tu hombro.
Disculpar
al que no es tu enemigo sino esclavo de sus hormonas; perdonarlo.
Pensar
que sabes más que todos tus mayores. Crecer y aceptar que jamás fue así.
Sentir
la felicidad que nos transmiten esos deditos que rodean a uno solo de los nuestros.
Creer
que los cabellos sin nieves eternas esconden mentes alocadas. Sorprenderte con
esos toques de loca madurez con que aliñan nuestras relaciones.
Escribirle
una canción a sabiendas de que nunca la llegará a oír. Cantarla en silencio.
Improvisar
en la distancia corta de una pasión el tango del que no podrán apropiarse las
hadas de la soledad.
Esperar
a la salida de su trabajo. Que te espere a ti. Dedos entrelazados.
La
complicidad con tu duende particular, su paciencia, tu discreción.
Aburrirse
juntos, o no…
Las
ilusiones, las pasiones. Incluso las desilusiones.
Las
emociones, los sentimientos; el pánico a tener miedos.
Escribir
estas letras y pensar que alguien quizá las lea. Pensar en frases para otro
texto antes de tener acabado este.
Los
versos sin rima, las rimas sin poema.
Los
libros de unos amigos, sus sentidas dedicatorias, tus desvelos pensando en el
fracaso de sus éxitos.
Tu
película favorita, la Música de tu banda sonora, los pelos como escarpias.
El
agua en mis rodillas, la sal en sus muslos. Los paseos en nuestras orillas
marinas.
Un
tren sin paradas, cada parada de un tren. Miradas cruzadas, cruce de piernas.
Todo
en lo que ahora estáis pensando vosotros, todo lo que yo olvido recordar. Lo
que sí recuerdo y me niego a nombrar.
Tener
suerte sin caer en desgracia.
Parte
de esto, todo o nada. Lo que no podríamos ni imaginar.
La
imaginación al poder, la que no posee el poder.
Olvidarse
de vivir por recordar que hay que morir.
La
vida es lo que experimentamos mientras escribimos el guion de nuestra película,
siempre inacabado. Es la propia película.
La
vida es lo que ya ha sido y lo que será, pero sobre todo lo que es y lo que no.
Es
compartir, gozar, llorar, sufrir, reír, gritar, implorar, desafiar,
respirar, defraudar, estar, faltar, mentir, ayudar, acariciar, sudar, oír, ver,
amar, besar, amar, caminar, subir, caer, levantarse, cantar…
Y
es, además, todo lo que no pueden dejar en suspenso estos últimos puntos
suspensivos, y los de tantos y tantos textos.
¡Qué
sé yo lo que es la vida, tan solo sé que me encanta vivirla así!
© Patxi Hinojosa Luján
(18/05/2016)
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