miércoles, 18 de mayo de 2016

La vida es...


... piel contra piel cuando acabas de nacer convirtiendo en madre a la tuya.
Esa adrenalina sin alcohol al mirar de reojo antes de cometer una trastada, sabiendo de antemano que te vigilan desde la cara oculta de la Luna.
Jugar, fantasear y arreglar el mundo con tus hermanos, aunque no sean de sangre. Pelearse con los que sí lo son y recordarlo años después entre risas familiares.
Discutir con tu mejor amigo por alguien que ni siquiera se ha dignado en pisar vuestro universo.
Brindar con la penúltima cerveza. Y esperar impaciente esa que siempre queda pendiente.
Estar ahí agazapado, donde no te ven ni te oyen, pero donde sienten tu consuelo y encuentran tu hombro.
Disculpar al que no es tu enemigo sino esclavo de sus hormonas; perdonarlo.
Pensar que sabes más que todos tus mayores. Crecer y aceptar que jamás fue así.
Sentir la felicidad que nos transmiten esos deditos que rodean a uno solo de los nuestros.
Creer que los cabellos sin nieves eternas esconden mentes alocadas. Sorprenderte con esos toques de loca madurez con que aliñan nuestras relaciones.
Escribirle una canción a sabiendas de que nunca la llegará a oír. Cantarla en silencio.
Improvisar en la distancia corta de una pasión el tango del que no podrán apropiarse las hadas de la soledad.
Esperar a la salida de su trabajo. Que te espere a ti. Dedos entrelazados.
La complicidad con tu duende particular, su paciencia, tu discreción.
Aburrirse juntos, o no…
Las ilusiones, las pasiones. Incluso las desilusiones.
Las emociones, los sentimientos; el pánico a tener miedos.
Escribir estas letras y pensar que alguien quizá las lea. Pensar en frases para otro texto antes de tener acabado este.
Los versos sin rima, las rimas sin poema.
Los libros de unos amigos, sus sentidas dedicatorias, tus desvelos pensando en el fracaso de sus éxitos.
Tu película favorita, la Música de tu banda sonora, los pelos como escarpias.
El agua en mis rodillas, la sal en sus muslos. Los paseos en nuestras orillas marinas.
Un tren sin paradas, cada parada de un tren. Miradas cruzadas, cruce de piernas.
Todo en lo que ahora estáis pensando vosotros, todo lo que yo olvido recordar. Lo que sí recuerdo y me niego a nombrar.
Tener suerte sin caer en desgracia.
Parte de esto, todo o nada. Lo que no podríamos ni imaginar.
La imaginación al poder, la que no posee el poder.
Olvidarse de vivir por recordar que hay que morir.
La vida es lo que experimentamos mientras escribimos el guion de nuestra película, siempre inacabado. Es la propia película.
La vida es lo que ya ha sido y lo que será, pero sobre todo lo que es y lo que no.
Es compartir, gozar, llorar, sufrir, reír, gritar, implorar, desafiar, respirar, defraudar, estar, faltar, mentir, ayudar, acariciar, sudar, oír, ver, amar, besar, amar, caminar, subir, caer, levantarse, cantar…
Y es, además, todo lo que no pueden dejar en suspenso estos últimos puntos suspensivos, y los de tantos y tantos textos.
¡Qué sé yo lo que es la vida, tan solo sé que me encanta vivirla así!

© Patxi Hinojosa Luján 
(18/05/2016)

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