Aún hoy recuerdo aquella sensación de
inseguridad, el pánico por ese salto al vacío que no podía ni debía demorar más;
estaba tenso, excitado, y en ese instante una serpiente eléctrica recorrió mi
columna de arriba abajo, de abajo arriba…
Siempre
tuve claro que tarde o temprano tendría que pasar por ello, era evidente. La
inseguridad provenía, con toda seguridad, del vértigo que uno tiene al
principio de cada nueva experiencia, y ésta en verdad lo era.
Cuando
llegó la ocasión la identifiqué con claridad como tal. Estaba muy cerca de mí, inmóvil,
en silencio, provocadora desde su insinuante blancura. Me acerqué hasta poder
acariciarla; mi mente repetía una y otra vez que era una situación más de la
vida, nada que no hubieran hecho con anterioridad un sinfín de personas y que
debía tratar con naturalidad, aunque mi corazón parecía no estar de acuerdo y
galopaba como si quisiera escapar de allí sin esperar a nada ni a nadie. Cierto
es que hacía poco tiempo que había aceptado la idea de hacerlo por lo que no
estaba mentalizado por completo, pero allí estaba yo dispuesto a todo, dispuesto
a cometer mi primer asesinato.
Sin
dejar de tener como referencia a mi yo pasado, intenté cambiar de piel y meterme
por un segundo en la de mi yo futuro cuando un sudor frío recorrió mi
febril piel y supe que ya no había marcha atrás. Cogí el estilizado instrumento
e intenté respirar hondo, mas el aire entró racionado en mis pulmones y mi
cerebro tuvo que cursar la orden de serenarme para retomar la iniciativa; mientras,
ella seguía esperando algo de mí, ignorante de mis verdaderas intenciones.
Cogí
la hoja en blanco y la observé durante un instante infinito. No me sorprendí al
ver en mi mano el bolígrafo rojo; sonreí, «muy apropiado, teniendo en cuenta sobre qué voy a
escribir hoy» —me dije—, y puse en el reproductor un cd de
música instrumental abandonándome en manos de mis musas, portadoras de ideas sangrientas
por primera vez.
Cuando acabé de escribir el relato, otro tipo
de inseguridad me envolvió: ¿gustaría a mis potenciales lectores tan brusco
cambio temático?, al fin y al cabo se acababa de incluir en un texto mío el primer
asesinato, lo que no dejaba de ser una notable novedad en unas letras carentes
de violencia hasta entonces; pero al momento consideré que, ya puestos, estaría
bien que no fuera el último.
© Patxi Hinojosa Luján
(21/10/2016)
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