Al final
va a resultar que el todopoderoso tiempo, sin dejar de alardear de su lógica
indescifrable, toma una nueva dimensión para los que, como yo, ya han dejado de
ser. Veréis… En este nuestro momento, tan atemporal, los plazos de permanencia
han vencido y lo que una vez nos definió como ente físico ya no descansa en la
misma zona del solar que tantas veces contemplé con aquella mezcla de intriga,
fascinación y atracción; no encontraría forma alguna de asegurarlo sin que pareciera
un verdadero disparate.
Mas no tendría que ser consciente de nada de esto, a no ser…
¡sí, va a ser eso…! Interiorizo que quizá no sea del todo erróneo considerar
que en mi caso, como en otros muchos, haya quedado algún tema pendiente, y algo
parecido a una visión evoca el brillo del estilete pegado a mis restos.
¿Alguien estuvo atento y rápido para hacer desaparecer el
arma de su crimen en el lugar y momento oportunos? Claro, ¿qué le importaba a quien
fuera que se descubriera durante el traslado, manchado con el rojo de su
víctima, si no se abriría ninguna investigación al haber prescrito el delito…?
¿O no? —pienso, incrédulo, mientras retiro mi
irreal vista de la nueva visión que presenta mi mano izquierda, bajo la
derecha, empujando aquel acero en el espacio justo que latiría al son de mi
corazón por última vez—. ¡Oh, no!
El solar… Sonará a desvarío, pero añoro el solar de enfrente, el
que albergaba mi hogar, con aquella ventana siempre tan abierta…
Para Oscar, él ya sabe por qué…
© Patxi Hinojosa Luján
(01/08/2017)
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