sábado, 22 de marzo de 2014

¿POR QUÉ NO…?

       Estaban a punto de consumar su reconciliación y algo más, el entorno era perfecto, el idóneo para la ocasión a esas horas de la madrugada en aquella playa desierta de la paradisíaca isla caribeña en la que se encontraban.

       La larga temporada de dolorosa introspección personal, con parámetros cercanos a la depresión debido a aquellos malentendidos que se habían instalado en la rutina diaria, estaba a punto de ser solo un doloroso recuerdo para dejar paso a una etapa, otra más, de armonía pasional. Claro que… algo tuvo que ver en ello el embrujo de la luna llena y los tres chupitos de ron añejo por cabeza que se habían tomado.

       No fueron conscientes de cómo y cuándo se despojaron de las vestimentas que, como un muro, se interponían entre sus cuerpos, pero estos ya estaban «estudiándose» como si fuera la primera vez con toda la parsimonia y sensualidad imaginables; de hecho, el universo entero se concentraba ya en aquellos momentos de lujuria, placer y felicidad...

       Dos despertadores, separados por algo menos de un kilómetro entre sí, sonaron al unísono interrumpiendo ese mágico momento y cortando sin miramientos y de golpe la misma escena. Sus adormilados propietarios se incorporaron en sus respectivas camas maldiciendo y bostezando a partes iguales, alternativamente. Ambos sentían la misma frustración por tan inoportuna interrupción.

      Ambos eran personas solitarias con pánico no solo a las relaciones sentimentales sino incluso a las cotidianas personales. Ambos eran, sí, lo que se suele denominar una persona introvertida, tímida… una rara avis.

       Después del desayuno de rigor y ya totalmente despiertos, aún recordaban los dos, extrañamente por lo inusual, cada detalle de ese sueño tan erótico como perturbador. Algo durante aquella noche se había convertido en un punto de inflexión en sus vidas puesto que, en los dos casos, ese recuerdo monopolizaba la totalidad de sus pensamientos hasta el punto de casi olvidar sus obligaciones laborales. No dejaban de darle vueltas a una posibilidad: quizá sí mereciera la pena arriesgarse a intentar entablar una relación personal que pudiera evolucionar hasta derivar en sentimental; relación que, aunque sin duda conllevaría momentos de sufrimiento, estos se verían debida y sobradamente compensados por las oportunas reconciliaciones, si es que en realidad se producían con la misma intensidad que «vivieron» en aquel sueño.

       ¿Por qué no? —se preguntaron, e intentaron recuperar sus respectivas rutinas diarias, con relativo éxito.

      La tarde estaba llegando a su fin y empezaba a anochecer cuando, a la salida de un centro comercial, dos personas que caminan en sentidos contrarios van tan sumidas en profundos pensamientos, similares entre sí, que no pueden esquivarse y sufren un encontronazo, lo que les permite mirarse fijamente a los ojos durante una décima de segundo, para a continuación continuar con sus respectivas trayectorias durante unos siete metros cada uno; en ese justo momento, cuando les separan catorce metros, frenan en seco y miran para atrás queriendo y «deseando» reconocer en el otro al coprotagonista de su pasado y «presente» sueño.

       Solo han pasado unos segundos cuando ambos esbozan una sonrisa similar y en su cabeza oyen un: ¿por qué no?

Patxi Hinojosa Luján
(22/03/2014)

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