sábado, 4 de octubre de 2014

Mensaje en una botella

       Llegó a ti de repente, una noche a las diez de la mañana en que estabas ocupado buceando entre tus pensamientos más profundos, alguno de ellos no muy alegre, y no te percataste hasta que ya estuvo lo suficientemente cerca. La viste mientras se acercaba a vaivenes empujada por las olas de la marea de la vida, con ese tono verde que tienen las botellas que en algún momento de sus existencias contuvieron algún líquido reconfortante, si es que en su debido momento fue compartido entre amigos. Ese líquido que ahora dejaba su espacio a una especie de pergamino enrollado sobre sí mismo, con el color blanco amarillento tan típico del paso del tiempo, y con una cinta roja acabada en un lacito común estrechando su cintura, cual cariñoso amante.

       Y, ¡claro!, acaparó toda tu atención y no tuviste otra opción que pensar que el destino, o lo que fuera, había decidido que fueras tú su destinatario, por lo que con todo el sigilo del mundo (podrían estar vigilándote y no te ha gustado nunca sentirte observado) y un parsimonioso ritual, procediste a «descorcharla»  mientras tu ritmo cardíaco se aceleraba.

       Ya en tu poder el pergamino, necesitaste toda tu pericia y concentración para mantenerlo desenrollado y poder así leerlo, tal era la fuerza y obstinación con la que intentaba recuperar su enrollada posición original. Al igual que el tono de su color, este detalle no denotaba sino el paso del tiempo, de mucho tiempo. Y también lo hacía la escritura que contenía, con unas elegantes letras minúsculas al principio, para pasar al final a utilizarse las mayúsculas cuando aquellas comenzaban a ser menos legibles.

       Comenzaste su lectura, la cual enseguida se te hizo familiar, tanto en el fondo como en su forma, ¡cómo no, si eran textos tuyos manuscritos de tu puño y letra! De alguna manera que ahora no intentabas comprender, te habías hecho llegar un legado en forma de consejos, vivencias, sensaciones y sentimientos cuya finalidad era la de ser revisitados en un futuro…

       Se añadió una nueva sorpresa a la escena, puesto que casi todo lo que estabas leyendo, o se había cumplido ya, o lo sentías como muy propio y presente, con alguna que otra pequeña contradicción, que para eso somos humanos y el paso del tiempo, con su inexorabilidad, aporta en muchas ocasiones, y con terquedad, su particular visión de las cosas.     

       Lógicamente, te apropiaste del pergamino, y lo guardaste cual valioso tesoro, ya encontrarías la ocasión de releerlo con más calma; pero no necesitaste deshacerte de la verde botella en ningún contenedor verde para su reciclaje porque…

       … esa botella la encontré en mi imaginación.

© Patxi Hinojosa Luján

(04/10/2014)

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