viernes, 17 de junio de 2016

La llamada


Fue un instante fatídico enmarcado en una época convulsa y oscura. Aún hoy, casi ocho décadas después, oigo los ecos de tus gritos ahogados en sufrimiento revelando tu angustia, junto con los de todas las demás vidas quebradas a traición cuando muchos de nosotros todavía no éramos más que una remota posibilidad; los tuyos, que van teñidos de la sangre que yo heredaría años después, desgarran el aire en una llamada que ni el paso de los años, ni la inicua soberbia ganadora han podido callar, ni tan siquiera amortiguar. Lo cierto es que los he oído siempre, formaban parte de un paisaje vital que no admirábamos demasiado, no fuera a ser que nos deslumbrara su crudeza, su crueldad; sé que tus lamentos no se han quejado nunca por tu suerte, sino por la situación de desamparo en que quedó tu familia al tener que jugar la carta de tu ausencia, entre otras casi tan inhumanas, y sé proceden de ese espacio atemporal que ampara todas las causas que han tenido que danzar con la injusticia en bailes tan lentos como perversos. Siempre han estado ahí, pero es ahora cuando han movido el resorte que faltaba para poder tomar conciencia completa de su significado.
Una bala, que a buen seguro no entendía de ideologías, iba tan perdida que rebotó en una roca yéndose a alojar en una de tus arterias, destrozándola. Desventajas de estar en la primera línea. No pudieron frenarte la hemorragia ni con el torniquete hecho con aquella bandera tricolor que también acabó teñida de rojo sangre, la sangre que te abandonó para recordarnos la sinrazón de cualquier guerra fratricida durante las décadas de sufrimiento que la siguieron.
Hoy, por fin, he sentido la necesidad de acercarme en consciencia hasta esa realidad tan dolorosa, y he acudido a su llamada; a mi próximo destino físico, desconocido hasta ahora para mí y situado en la comunidad de Madrid, no tardaré en acercarme. Pero una cosa es cierta, abuelo: cuando tenga frente a mí su cartel anunciador y entremos en Brunete, nunca más volveré a mirar al mundo ni a sus habitantes de la misma manera, puedes estar seguro.

© Patxi Hinojosa Luján, tu nieto mayor.
(17/06/2016)

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