Los
últimos días se han presentado envueltos en amaneceres perezosos. Amaneceres con
el freno de mano echado, como si no quisieran ocultar la desidia de quien sabe
que ha dejado en el camino parte de su alma y convive con la certeza de que,
para recuperarla, deberá viajar bien lejos, al otro lado del tiempo y de los
espejos. Han conseguido su propósito, nada nos ha cogido por sorpresa.
Han
sido éstos unos amaneceres rácanos que no han dudado en regalarnos sus simulacros
de luminosidad cargados con más mates que brillos y que, sin embargo, contaban
en todos los casos con la trascendente belleza de sus predecesores.
Su
estado no es sino un reflejo del nuestro, de aquellos que hemos dejado en la
gatera más pelos de los que quisiéramos, y que a pesar de todo nos sentimos
afortunados por haber cruzado un día nuestros caminos con el de ella; un camino
que desde entonces se enriqueció día a día en una suerte de privilegio compartido
por muchos.
Como
su nombre, ella era feliciana, mucho,
aunque desde un principio descartó la acepción despreocupada del término con un
sentido de la responsabilidad que llevaba con toda naturalidad.
Hacía
magia con los recuerdos, esos que más tarde —paradojas de la vida— delataron la
anomalía. Pero… decía que hacía magia porque a más de tres niños embrujó con
sus historias, tan largas como adictivas; y a más de dos jóvenes, y a más de un
adulto… Su facilidad para el cálculo mental era tal que obviaba la existencia
de ayudas tecnológicas, no las necesitaba. Vamos, que con su gracia habitual
podía enlazar la recitación de uno de sus cuentos llenos de fantasía con la
resolución de una compleja operación sin más respiro que el momentáneo que producía
su fina ironía.
No
es necesario que os diga que era generosa, tanto que ni siquiera se daba cuenta
de ello. Regalaba su tiempo y su atención con la misma sencillez con que te
invitaba a su mesa y a su conversación. Ella era así, todo un ejemplo a seguir
sin pretender serlo.
Os
diré que para algunos fue como una segunda madre, y aquí he de confesar con
orgullo que el que escribe tuvo el honor de sentir que pertenecía a tan
privilegiado grupo.
Y
no quiero dejar pasar un detalle: Feli tuvo siempre muy buen ojo con las
personas, y muy buen gusto, no en vano eligió como compañero a la mejor persona
posible —todo bondad, aunque no sólo bondad—, esa que enseguida entendió y
asumió que debía tomar las riendas de su relación cuando la anomalía justo empezaba
a alejarla, no de nuestras vidas pero sí de nuestro mundo.
Feli
fue una bellísima persona, tanto como lo es Manolo, aunque eso vosotros ya lo
sabéis.
Nos
dejó acompañarla hasta el final, cuando el único lenguaje posible entre los dos
mundos distantes era ya el de las caricias y, en contadas ocasiones, el de las
miradas cómplices; mas ella, aprovechando la última curva de su senda terrenal,
consiguió despistarnos y tomar otra vereda hacia una nueva dimensión desde la
que ya, estoy convencido, nos observa, vigila y protege; y también nos espera…
Hasta entonces, maduraremos sus enseñanzas recordando el cariño —ese amor
incondicional— y el elegante sentido del humor con el que nos las impartió. Nosotros
rememoraremos nuestro esfuerzo al intentar devolver semejante generosidad con
la torpeza del aprendiz, aunque con la pasión del agradecimiento. Sí, porque
como dijo no recuerdo ahora quién, desde hace tiempo dormimos con la mejor
almohada, la de una conciencia tranquila, lo que no evita que algunos
amaneceres, sólo algunos, encontremos aquélla impregnada con la humedad de la
pena que a veces, sólo a veces, se calza uno de sus disfraces favoritos, el de
la añoranza…
© Patxi Hinojosa Luján, su «duerno»
(14/09/2016)
Hoy pude leer tu publicación, que comparto y publico un comentario.
ResponderEliminarHe podido emocionarme con esta y otra publicación que he leído sobre nuestra siempre querida y añorada Feli. De quien mientras nos deje la memoria recordaremos con gran cariño y mucho más.
Feli será de las mejores personas que hasta la fecha he tenido la suerte de conocer y con la que pude compartir/vivir una importante etapa de mi vida. Como mucha gente que le ha rodeado habrá podido hacer también.
Humilde, más que generosa y siempre llena de buenas palabras.
Gracias a ella las personas que han podido conocerla pienso que son mejores personas, reconozco que para mi es muy difícil llegar a su altura aunque nos enseño que puede ser, porque ella lo fue, lo es y lo será.
Gracias Feli de todo corazón. Sabes bien por qué.
Gracias Patxi por tu publicación y compartirla.
Un abrazo fuerte
David