Cuando
llegó al cuarto piso se encontró la puerta de su vivienda entreabierta, pero ni
la cerradura ni la barnizada madera del marco parecían haber sido forzadas. Jadeaba,
de un tiempo a esta parte el obsoleto ascensor se pasaba tanto tiempo averiado reclamando
una merecida jubilación como cumpliendo su función, y eso era algo que a sus
años adquiría gran trascendencia. Se mantuvo cerca del quicio de la puerta,
apoyándose en su pomo, a esperar que el ritmo de su corazón se normalizara, a
que sus piernas se deshicieran de aquel incómodo
temblor; lamentó haberse olvidado el bastón en casa una vez más.
No
tenía prisa por entrar, tampoco inquietud aunque sí curiosidad. Pudo observar
desde allí cómo todo se hallaba a oscuras y en silencio, aunque intuía que no se
encontraba solo.
Pensó
que encendía la luz de la entrada al acceder a su piso, que se adentraba en él
cerrando la puerta tras de sí, que se encontraba con alguien de rasgos conocidos
y familiares sentado en su sillón favorito, que se hablaban con la mirada
revelándose certezas, demandándose respuestas…, aunque no podría asegurar si algo
de esto, o todo, ocurría en realidad.
Se
giró soltándose del pomo y bajó las escaleras engullendo sus peldaños de tres
en tres, a pesar de que el ruido de poleas y motor del moderno ascensor testificaban
su servicial funcionamiento. Tenía la extraña y placentera sensación de que no
tardaría en olvidar lo que acababa de presenciar, de vivir, mas disfrutó un
postrer segundo de lucidez para sospechar que, tal vez, esa fuera la forma en
que la Naturaleza regalaba a veces una inmortalidad encubierta, inimaginable, imposible,
patente solo en ese sutil destello cíclico de la consciencia de la muerte
aplazada de nuevo.
Botó
su balón ya en el rellano del portal y, sin recuerdo alguno posterior a los diecinueve
años que le cincelaban ahora cuerpo y espíritu, acudió al encuentro de unos
amigos que le estarían esperando en la cancha de básquet del barrio, y un breve escalofrío le atravesó justo
en ese instante en que dudó si los reconocería; tan breve que enseguida desapareció
junto con cualquier atisbo de la magia anterior.
¿Lograría
esta vez imponerse en el concurso de triples? —se preguntó, esperanzado, mientras se alejaba
silbando…
© Patxi Hinojosa Luján
(18/02/2017)
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