Aquella tarde
—treinta
y nueve años atrás— el destino nos cruzó en el baile de ilusiones y el
tiempo, cómplice, se detuvo en un instante eterno, justo lo que necesitaron nuestras
miradas para leer en el interior del otro. Terminado el examen, en silencio, dejaste
caer con picardía una sonrisa que yo recogí con presteza antes de que llegara
al suelo y pudiera mutar a decepción; la coloqué en su sitio y desde entonces, ni tú has parado de sonreír, ni yo de contemplarnos en tan bello espejo...
© Patxi Hinojosa Luján
(13/06/2017)
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