Mis
vecinos de enfrente son muy discretos. Jamás hacen ruido alguno. Rara vez
reciben visitas cuando anochece, y las que lo hacen durante el día respetan
siempre el silencio reinante, desplazándose con lentitud, destilando añoranza…
No dan problemas. He de reconocer que son unos buenos vecinos,
aunque un poco pesados de un tiempo a esta parte: llevan semanas pidiéndome que
me mude con ellos; supongo que será porque desean que también yo disfrute de su
tranquila residencia.
Pero ahora no puedo ni siquiera acercarme a su solar, no sin
ayuda. Imagino que intuyen que lo sé…
Sí, sé que yo, al igual que mis vecinos del solar de enfrente,
estoy muerto, aunque ningún vivo se haya percatado aún de ello…
© Patxi Hinojosa Luján
(29/07/2017)
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