Lo recuerdo a la perfección, como si sólo
hubieran pasado cincuenta años, y es que sólo han pasado cincuenta años…
*
Se escondía detrás de esa cara
de pillastre que te analizaba sin llegar a incomodar a pesar de lo profundo que
su mirada conseguía escrutar a quien se descuidaba. El pelo largo y rubio, bastante
largo y muy rubio, le otorgaba un toque exótico —eran otras épocas—, y su atractivo
físico, que aún hoy intenta mantener con cierto éxito, nunca pudo competir con
el otro, que mantiene intacto hasta el momento.
Desde el principio fue encantador,
por partida doble; a su encanto personal sumó siempre el don de cautivar con su
seductora conversación. Estos últimos años, además, ha conseguido fijar un diente
más en el engranaje de sus pasiones y lo es ya por partida triple: encanta
también con sus magníficos escritos, pero eso va después.
Por aquellos entonces
compartíamos rellano de escalera, para bien, y banda sonora de gritos y golpes
en nuestros hogares, para mal, aunque conseguimos que fueran tales a cambio de
desgastar nuestras almas. Hoy en día aún seguimos parcheándolas con la dignidad
que nunca perdimos gracias a la ayuda mutua; y si en algún momento un par de
enérgicos ¡toc, toc! en mi puerta me
trasladan a la época de sus escapes a la carrera —aferrado a una mano maternal que
cada vez aferraba menos pensando como estaba en su propia huida—, en busca de
refugio en nuestro hogar, una trinchera que no era tal, visualizo que el amparo
fue mutuo también, que siempre lo fue cuando abríamos la puerta sin preguntar.
**
Tiene la suerte de que su dorado
cabello de antaño camufla hoy muchas de las canas que pugnan por hacerse
visibles, aunque no puede evitar que el conjunto vaya plateándose por momentos.
Por ahí se comenta que en las noches de luna llena se le puede ver negociando
con ésta, intentando trocar parte de su nívea carga por una inspiración que él ya
tiene a raudales, le vino de serie; tanto es así que mantiene a sus musas en un
expediente de regulación de empleo indefinido. Por tanto, no hagáis caso de aquellas
habladurías, yo sé bien que si se les ve juntos es porque son amigos y
confidentes, me lo confesó ella una noche en la que él se entretuvo soñando
mundos con menos seres y más humanos.
Pero la blancura de su cabellera
no es lo único que disimula, el paso del tiempo nos ha deparado muchas vivencias
que debemos proteger; en eso creo que me siguió, cuando yo aprendí de la suerte
de vida que, por momentos, nos tocó en desgracia. No soy su maestro tampoco en
esto, como sí lo es él para mí en ese arte que tan bien domina y que le permite
crear universos paralelos con danzas lingüísticas que coquetean con la cuarta
dimensión, y con alguna más; sólo juntando palabras, o nada menos que así…
Hoy, y desde hace varias décadas,
compartimos tren y valores de esos que no cotizan en bolsa, y aunque no hacemos
lo propio con el vagón, cuando las fichas del casino están de rebaja, sólo
entonces —¡ay, la crisis!—, apostamos decididos a los dados; aunque no creo en
ella, la suerte hace que cada dos por tres nos salga un seis que nos permite trazar una
curva temeraria para acercarnos en una recta, imposible hasta ese momento. Entonces,
juntos nos comemos el mundo a bocados de recuerdos.
¿Os he dicho ya que él es mi Hermano?; ya lo era el de la cara de pillastre, aunque entonces él no lo supiera,
aunque no lo reconociéramos ninguno de los dos.
***
La luna, llena ella esta noche,
me acaba de guiñar un ojo, como diciéndome que lo deje ya, que me vaya a dormir.
A mí no me engaña, sé que lo hace porque quiere quedarse a solas con él una vez
más; ¡es lógico!, tiene la mejor conversación, la más interesante y culta, pero
no me importa, al contrario, al fin y al cabo todo queda en familia. Y así, cuando
en casos como este me doy la vuelta y me retiro con discreción, una sonrisa de
orgullo anida en mi rostro y sé que se mantendrá ahí por mucho tiempo.
****
¿Sabéis?, creo que aceptaré el
consejo; suelen decir que la luna no acostumbra a regalar guiños a no ser que
las botellas se hayan vaciado, y la mía de ron añejo está a punto de sacar
billete para el contenedor de vidrios.
© Patxi Hinojosa Luján
(Con la Luna,
llena ella, testigo del paso del día 05 al 06/10/2017)
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