(Este texto es mi personal recuerdo del concierto en el Altxerri de Donosti del día 28 de octubre y no es sino una muestra de respeto y cariño hacia Jorge Marazu, quien ha sido capaz de crear una maravilla como es Lumínica.)
La musical velada transcurrió plena de intensidad,
como un vendaval desatado de recursos. Si comenzó con Luz, bendita luz, terminó con un sutil Simulacro que nos confirmó que lo vivido hasta ese instante no
había sido tal; entre ambos momentos, y como en un suspiro, todo un Río de emociones anidando en unas
canciones que unas veces nos llevaban a recorrer veredas secretas con el tono
sepia de los ayeres y otras nos acariciaban el corazón; él ya venía advertido, reveló
haber sufrido arañazos en el suyo.
Como esperaba, la noche no echó
de menos ningún despliegue de efectos especiales, pues hasta tuvo su particular
Cometa, que a falta de cuerda nos
dejó una magnífica estela en forma de Recuerdo
crónico justo antes de que yo lo imaginara camino de Escandinavia, allí donde la Luna es siempre mágica si sabes mirar para
encontrar su ombligo.
Quizá nuestro querido amigo
Jorge Marazu ya no sea aquel muchacho que Catorce
años atrás aspiraba a dejar grabadas sus particulares Líneas de Nazca entre confidencia y confidencia con la emotiva Elia, quizá, pero hoy lo reivindica
mientras observa que algunos Peces de
ciudad parten hacia otros puertos, nadan en otra dirección.
Pasaron los segundos, las
canciones, y casi sin darnos cuenta nos acercamos al final; sin esperar a oír
las campanas del reloj, y sin Miedo a
las teclas negras de un negro piano, se sinceró al contarnos lo mucho que le
cuesta olvidar todo lo que un día quiso; entonces se bajó del escenario para
subirse al carro de las nuevas melodías y versos que esperan, ansiosos, su turno
para ser convertidos en canción gracias a ese misterioso don que él posee al
igual que unos pocos más y que alguien intentó explicar alguna vez…, sin éxito.
***
Y yo, que insaciable pensaba
negarme a decir Adiós porque también
tengo pánico a las despedidas, acabé dando Media
vuelta para salir del local; respiré hondo el aire ya menos cargado de la
calle y reflexioné: si lo que sentía en aquellos momentos no era una hermana
gemela de La felicidad, se le parecía
bastante...
***
En mi peculiar universo, recuerdo
ahora que me debe, no una canción al azar sino 29, aunque él ignora que lo mismo ocurre con Las otras, y yo no se lo pienso confesar…
¡Pero qué despiste, si esto no
iba aquí!, era para la pre-crónica del próximo concierto... No pasa nada, hasta
que llegue la ocasión yo seguiré deleitándome con las maravillosas canciones
que conforman esta obra de arte musical de Jorge Marazu que es su Lumínica.
© Patxi Hinojosa Luján
(31/10/2017)
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