Como
suele ocurrir en estos casos, esta novela me llegó por casualidad —a pesar de
que nunca creí en ellas—, por mor de esos encuentros virtuales en uno de los
espacios literarios que tanto anidan en la red de redes.
Carmen
Torrico es ante todo una escritora honesta, tiene muy claro lo que quiere
comunicar a sus potenciales lectores y lo hace sin rodeos, si bien es cierto
que utiliza un estilo literario que no evita los detalles, sabe frenar en el momento
exacto para que no lleguemos a agobiarnos con ellos.
Fui
un privilegiado al ser uno más en su primer círculo de lectores y desde un
principio tuve una cosa muy clara: esta novela, que también trata, y mucho, del
arte y de la historia artística de Roma y que me estaba interesando y
absorbiendo sobre todo por no utilizar estrategias extrañas e ir de cara, no es
para nada una obra romántica al uso. Y me explico, es cierto que ese romance que
se intuye desde las primeras páginas y que también nos enamora a nosotros es el
hilo conductor de toda la trama, aunque no es menos cierto que su desenlace
está muy lejos de ser el convencional, o más bien el que esperaría un(a)
lector(a) de novela romántica. Más bien al contrario, su final es inesperado,
crudo, demoledor y valiente, muy valiente. Y ello le añade un plus a todo lo
que ya había acumulado en sus anteriores páginas.
Una
breve sinopsis destacaría que estamos ante una novela que narra la historia del
deseo, hecho realidad, de una joven gallega que siente la necesidad de
emprender sola un viaje a Roma, sin la compañía de su grupo de amigos habitual.
Proyecta una salida para empaparse de cultura, arte y belleza disfrutando de su
soledad y se sorprende con que a todo esto le acompaña algo más, un romance tan
inusual como no buscado con un apuesto romano…
El
enamoramiento, posterior complicidad entre los protagonistas y los sentimientos
derivados de la trama los sientes como propios, lo que está muy logrado. Mi
opinión es que no debes dejar de leer esta novela que construye un gran romance,
aun derivando en ocasiones de la línea preestablecida para este tipo de obras;
después la opinión será la que sea, que para gustos se inventaron los colores,
pero siempre podrás sentir que has añadido a tu mochila emocional un trabajo
construido a base de conocimientos, experiencias, sensibilidad, tesón y cariño,
todo el cariño… al fin y al cabo su obra, su retoño, bien que se lo merece.
© Patxi Hinojosa Luján
(20/10/2015)
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