martes, 21 de marzo de 2017

Música celestial


Un día más sales a pasear, a que te dé el aire —según me matizas, cabizbajo, y lo haces como excusándote. Sé que vas en busca de algo que no acabas de encontrar en casa desde aquel traumático episodio; no te culpo. Tengo muy claro que lo echas en falta, que sabes que antes tú disfrutabas ese algo más que completaba tu vida, pero que también amargaba la mía. Yo, por mi parte, aunque lo he intentado hasta donde permite mi orgullo, no he conseguido dar con la tecla que activara aquella luz que se apagó en ti en aquel instante. Pero no estoy dispuesta a contarte la verdad, al menos no toda; sé que no es justo, pero no soy perfecta.
Ahora vivo en paz, y creo que merezco la recompensa que ha supuesto para mí la situación actual, máxime teniendo en cuenta todos mis desvelos y atenciones tras el disgusto del ictus que nos aquejó.
¡Está bien!... Acepto matizar que el que lo sufrió fuiste tú, pero no puedes negarme que yo lo hice contigo cada minuto hasta que la recuperación física llegó a alcanzar el nivel que se nos había pronosticado y yo pude comprobar que, en efecto, mis súplicas habían sido atendidas.
Desde hace semanas, y cada vez que te ausentas, me suelo parapetar entre los visillos de esa ventana por la que se ve la vida ir y venir. Lo hago a la hora en que sueles regresar cada día de tu paseo, siempre temiendo encontrar un cambio en tu semblante, un cambio que no soportaría y que lo tengo decidido no compartiría contigo.
***
Y, como cabía la posibilidad, al final ha ocurrido. A pesar de verte a lo lejos, constato que has conseguido recordar, o quizá lo hayas encontrado por azar; yo hoy sigo sin entender cómo aquel pub las ponía a todas horas… Te confesaré ahora ya no tiene sentido ocultarlo que yo no las soportaba…
Cojo, con un punto de ansiedad, la maleta y la mochila que contienen mi particular kit de supervivencia y que llevan tiempo preparadas en el altillo del armario. Lo tengo todo calculado: tu estado de salud te obliga a usar siempre el ascensor y he previsto estar bajando por las escaleras para cuando tú subas por él. Antes de abandonar nuestra vivienda, extraigo la nota manuscrita que ha permanecido escondida junto a aquellas y la dejo bien visible en la mesa de la cocina:

«[…] Tienes que saberlo: No soportaba las canciones que componías y que, al no barajar la posibilidad de que me desagradaran, me cantabas a todas horas. No tengo duda alguna de que hoy a ti te habrán sonado a música celestial [...]»

© Patxi Hinojosa Luján
(21/03/2017)

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